
El pueblo griego ha respondido como creía que lo iba a hacer. Para mí era inconcebible que votara mayoritariamente por seguir de rodillas ante los organismos internacionales que llevan empeñados desde hace cinco años en que devuelva la deuda que mantenía básicamente con bancos alemanes y franceses y que, tras los sucesivos rescates, ha pasado a deber a los países de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional.
Resumiendo mucho: las instituciones internacionales prestaron dinero a Grecia para que pagara a los bancos, un dinero, por cierto, que básicamente salió de otros bancos, de manera que es comprensible que lo tengan que devolver a toda costa, porque ya se sabe que lo más sagrado en este mundo es que los bancos no pierdan dinero jamás.
Vamos, que los griegos nos deben una ínfima parte de esos 26.000 millones que muchos ladran por ahí. Se los deben principalmente al sistema financiero que hemos rescatado con nuestro dinero, ese sí que es nuestro y no lo veremos jamás de vuelta, pero quienes ladran contra los griegos maleantes no se llevan las manos a la cabeza por ello. Seguir leyendo «Dignidad griega»