Realidades cuánticas

Los talleres de escritura de Atrapavientos son un estupendo disparadero creativo. El último relato que he compartido en Salto al reverso surgió de un ejercicio en Desatrancos, S.A., el taller de mi colega Antonio J. Cuevas, guionista y verdadero maestro en el arte de afrontar con ingenio la hoja en blanco.

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Photo by Ehud Neuhaus on Unsplash

Lo primero que me hizo sospechar que algo raro pasaba fue que abrí la puerta con solo medio giro de llave. La cerradura no estaba echada, y a aquella hora nunca había nadie. 

Pensé que quizás mamá había vuelto antes del trabajo;no había otra opción, porque yo estaba seguro de haber cerrado al salir por la mañana. ¿O había olvidado hacerlo?Dejé las llavesen el recibidor, me quité los auriculares, yla músicaproveniente del interior del piso resolvió la duda enseguida. Mamá estaba allí… con losFooFightersa todo trapo.

Vale, aquello sí que era raro. Mamá había hecho pellas del curro paraescuchar mi grupo favorito, el mismo que le provocaba escalofríoscada vez que entraba en mihabitación. «Pero hijo, ¿cómo puedes estudiar con esa música infernal?». «Me ayuda a concentrarme», le respondía, y, horrorizada,regresaba sobre sus pasos con la mano en la sien y losojos en blanco.

Pues ahí la…

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El ratón que no quería ser caballo

Hace unos meses, en el taller de escritura de Atrapavientos ‘¿La bruja debe morir?’, que imparte mi querida colega (y maravillosa profe) Mariajo Floriano, tuvimos que revisitar algún cuento clásico. Yo elegí la Cenicienta, pero desde un punto de vista bastante alternativo… Os dejo con este ratón un tanto rebelde…

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Foto de Giuseppe Martini para Unsplash

Yo nunca quise ser un caballo, y menos, enganchado a una carroza. Mi vida como ratón me gustaba. Era peligrosa, pero yo estaba acostumbrado a vivir al límite, siempre con la adrenalina fluyendo. Era divertido.

La maldita hada madrina no me dejó elegir, ni a mí ni a nadie. Mira a los pobres lagartos, convertidos en aburridos lacayos, obligados a atender a la pánfila de Cenicienta…

Que sí, que qué lástima de muchacha, que qué vida tan injusta y todo lo que quieras, pero mírala qué pronto se le olvida la conciencia de clase. La sirvienta explotada y maltratada, perdiendo el culo por codearse con la aristocracia, y sin el menor remordimiento por recurrir al mismo elitismo que a ella le amargaba la vida.

Yo nunca quise ser un caballo, y menos, domado. Como ratón, disfrutaba de mi libertad, consciente de que cada día…

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‘Ocho minutos’ en Vivir del cuento

Mi colega Robert Sendra, periodista y escritor como yo, se ha lanzado a la aventura del podcast con ‘Vivir del cuento’, un espacio de audiorrelatos en el que he tenido el privilegio de ser la primera firma invitada. La propuesta me hizo mucha ilusión, y, visto el resultado, no podría sentirme más satisfecho. Primero, porque el relato que presenté, Ocho minutos, creo de verdad que gana mucho en versión sonora. El montaje preparado por Robert transmite muy bien el ambiente que yo imaginaba al escribirlo, y su locución adopta el tono perfecto.

El segundo motivo de mi satisfacción es la entrevista que complementa al audiorrelato. Hablamos de muchas cosas relacionadas con la escritura y lo que la rodea. Fue una charla muy distendida, y me parece que vale la pena escucharla, no porque sea yo el protagonista, sino porque creo que quienes sienten el gusanillo de la escritura pueden sentirse identificados/as.

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El día que morí

La falta de humanidad que azota el mundo y los viajes en metro a veces dan como resultado un texto como el que comparto. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.

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Imagen libre de derechos obtenida en Pixabay

El día que morí, murieron otras muchas personas, como cada día. Yo lo hice después de una vida larga, de la que, haciendo balance de los buenos y malos momentos, me puedo considerar afortunado. Habría preferido evitar el mal trago de la embolia que me postró en la cama durante dos semanas de agonía; un infarto mientras dormía habría sido más benévolo, pero qué se le va a hacer.

Otros lo pasaron peor, y su fin fue, a todas luces, mucho más injusto.

El día que morí, también murió un obrero a quien le cayó encima una pared mal apuntalada. Murieron una madre y su hija, atropelladas por un conductor borracho; y una mujer, ejecutada a pedradas por tratar de huir de un marido que la maltrataba. Otra murió desangrada, como consecuencia de un aborto clandestino.

Un hombre murió tras lanzarse al vacío…

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Amarillo, rojo y azul

Escribí este texto hace unos días con la idea de participar en un concurso de relatos cortos de terror por Internet, pero unos problemas técnicos con la plataforma donde debía subirlo (o con mi ordenador) me han impedido hacerlo, así que lo he colgado en ‘Salto al reverso’, donde nunca he tenido problemas técnicos para compartir mis creaciones. De todas formas, tampoco iba a ganar.
Ya me diréis si la historia, al menos, resulta algo inquietante…

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Anciano Imagen libre de derechos obtenida en Pixabay.   Autor: omaralnahi

El abuelo le da miedo. Los domingos Luna se hace la dormida, con la esperanza de que mamá olvidará la visita a la residencia, pero siempre se acuerda. «Verte lo pone contento», le dice. Sin embargo, Luna nunca ha visto sonreír al abuelo, ni hablar; ni siquiera una señal de reconocimiento en su expresión vacía.

El autobús las deja frente al viejo recinto de muros grises que dan a un jardín instalado en un otoño perpetuo, sin flores ni pájaros. Luna agarra fuerte la mano de mamá.

—Hija, estás helada.

Y rígida, como cada domingo.

Mamá pulsa el timbre. Mientras esperan, Luna huele la humedad. Imagina que así debe oler una casa abandonada y oscura, pero en la residencia hay mucha gente.

Se pregunta por qué si el abuelo es alguien a quien hay que querer, vive en una casa con…

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Besos en el viento

«Sunrise» se titula la canción del nuevo álbum de Coldplay que me ha inspirado este relato. Es un tema instrumental, en el que el sonido del violín te traslada a algún lugar maravilloso donde conviven la felicidad y la melancolía, donde los besos viajan a bordo del viento…

https://www.youtube.com/watch?v=H97NQznnvZo

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Valle de Pineta Foto: Benjamín Recacha

La huella del alud atraviesa de forma dramática la ladera de la montaña.

Sigues con la mirada la cortina de árboles caídos que dibuja la nueva cicatriz en el corazón del bosque, y te maravillas de la exactitud con que se reproduce cada primavera.

Esta mañana la ascensión te ha costado más que de costumbre. Llevas un rato sentado en la roca de siempre y continúas exhalando espesas columnas de humo blanco.

A pesar del frío, tienes la camiseta interior empapada en sudor, y mientras recuperas el resuello el aire helado se te clava en los pulmones.

«Me hago mayor», concluyes.

Ayer no acudiste a tu cita diaria por culpa del temporal que ha dejado más de un metro de nieve en pleno mes de mayo.

Debilitado, sudoroso y boqueando como un pez fuera del agua, el caso es que aquí estás de nuevo, admirando la obra…

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Ocho minutos

El Callejón de las Once Esquinas

El Callejón de las Once Esquinas se despide con su número 12. Doce trimestres, tres años, compartiendo relatos de quienes sentimos la necesidad de expresarnos a través de la palabra escrita. Un proyecto muy bonito encabezado por Patricia Richmond, alter ego literario de la maña María Jesús Pueyo, una escritora con mucho talento que ha dedicado horas incontables a dar vida a este callejón que ha visto nacer tantas historias.

Aunque cueste despedirse, quizás sea una buena idea hacerlo cuando todo el recuerdo que dejas es positivo. Así que os invito a dar un último paseo por El Callejón de las Once Esquinas, y a revisitarlo cada vez que os apetezca.

María Jesús ha recibido mis relatos para las diversas convocatorias de la revista con mucho cariño. Para agradecérselo, lo mejor que se me ha ocurrido es presentar uno inédito para este último número: Ocho minutos, ambientado y escrito en el metro durante una semana.

Espero que lo disfrutéis, igual que el resto de El CallejónSeguir leyendo «Ocho minutos»

Un café y una sonrisa (2ª parte)

Comparto la segunda (y última) parte del relato que he escrito para Salto al reverso.

https://www.youtube.com/watch?v=lXgkuM2NhYI

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(Lee aquí la primera parte)

You look so fineI want to break your heartand give you mineYou’re taking me over

—Cantas muy bien. —Raquel mira a Luis con una sonrisa sincera pero cansada mientras él da otro trago al botellín de cerveza—. Tu sonrisa y tu voz me llevan a un lugar donde me gusta estar —añade en un murmullo, lo bastante apagado como para que ella pueda disimular no haberlo escuchado.

—Cuando estaba en el grupo, me fijaba mucho en Shirley Manson…, la cantante de Garbage —aclara ante la expresión ignorante de Luis—. You Look So Fine es uno de mis temas favoritos.

Sentados en la misma terraza de los últimos días, contemplan el mar en silencio. Raquel se retira de la cara un mechón agitado por la brisa y lo coloca detrás de la oreja.

—Podría pasarme la vida así…

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Un café y una sonrisa (1ª parte)

https://www.youtube.com/watch?v=5ZH2it92ZmA

Comparto la primera parte del relato que he escrito para Salto al reverso. La segunda la publicaré la semana que viene. Espero que os guste.

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—¿Está bien?

Luis recibe el cambio del billete de cinco euros con una sonrisa desconcertada. La camarera también sonríe. Siempre lo hace. Desde hace unas semanas, Luis se toma el café con leche de la tarde ahí porque le gusta su sonrisa fresca. Tiene la impresión de que las sonrisas frescas escasean, y la de ella lo reconforta.

—El libro —aclara la muchacha. Luis mira el ejemplar de 1984 que ha dejado sobre el mostrador mientras espera el café—. Está en mi lista de pendientes, pero nunca me he animado a leerlo porque me da la sensación de que me va a angustiar. —Mientras habla, se desenvuelve con destreza mecánica con la cafetera. Sus movimientos firmes y seguros tienen algo de hipnótico—. Y, la verdad, llevo un tiempo en que sólo me apetecen lecturas que me dejen buen sabor de boca. —Se da la vuelta y coloca un platillo, la…

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La mejor medicina

Comparto el último relato que he escrito para Salto al reverso.
No hay mejor medicina…

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Él se asoma a la ventana. Hace un día espléndido, se imagina paseando con la cabeza levantada y los párpados cerrados, sintiendo el calor del sol de primavera. Paseando con ella, agarrados por la cintura. Le besaría el pelo, y se sumergiría en esos ojos verdes que brillan con la luz y que lo hipnotizan; aunque seguramente los tendría enmascarados tras las gafas de sol que le dan el glamur de las estrellas de Hollywood. «Estamos juntos, sí. La tía más imponente, la más simpática, la más inteligente me ha elegido a mí», les diría orgulloso con la mirada a todos cuantos se les cruzaran sin poder ocultar la expresión de envidia.

Pero ella está tumbada en el sofá, en la oscuridad de un comedor mal orientado, que incluso en abril necesita del calor artificial de la calefacción para resultar confortable. Está rabiando de dolor. Esa maldita espalda que no…

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