Una zapatilla entre los escombros

La zapatilla debió de pertenecer a un niño de seis o siete años. Mi hijo tuvo unas deportivas parecidas de color azul, con tres rayas blancas verticales a los lados. A la que sobresale de entre los escombros, le falta el cordón. No veo su pareja, quizá esté debajo de un trozo de la pared caída, o de la mesa partida en dos, o del jersey rojo al que le falta una manga, o de la sartén sin mango, o de la mochila verde que seguramente el mismo niño llevaba al cole. 

De las cuatro paredes de la estancia, quedan dos en pie, aunque una tiene tantos agujeros que yo no la llamaría pared. En la otra, gracias a la chincheta más tozuda del mundo, resiste una hoja de papel en la que hay dibujados aviones, bombas y edificios en llamas. En el suelo aparecen más trozos de papel cuyos dibujos ya nadie verá. 

En la habitación, hay otra mesa. A su alrededor hubo cuatro sillas: una conserva las cuatro patas, pero ha perdido el respaldo; de las otras, solo quedan partes del esqueleto. 

La familia que se sentaba en ellas debía de estar a punto de comer, pues sobre la mesa se amontonan platos, vasos y cubiertos mezclados con la runa caída del techo. El rayo de sol que se cuela por el hueco incide en el osito de peluche extrañamente sentado junto a un plato. Parece como si los trozos de yeso y ladrillo que se acumulan en él no le resultaran apetitosos y esperara otra comida. 

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Lo que pienso mientras viajo en tren 

Viajo en tren, de regreso de mi oasis en el inmenso desierto de indiferencia e impostura que está devorando el mundo, como la Nada en Fantasia; acosados por los ladrones del tiempo de la ciudad de Momo, sin que ni siquiera sospechemos de su existencia. 

El Gran Hermano dicta el discurso dominante: «la guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es fuerza», acríticamente interiorizado; y entretenidos por los fogonazos de las pantallas, absortos en la sublimación de nuestra insignificancia sintética, adoradores de la banalidad, como en aquel (inconcebible) mundo imaginado (anticipado) por Bradbury setenta años atrás, asistimos ciegos y sordos al exterminio de aquellos a quienes nunca concedimos el derecho a poseer identidad, a soñar una existencia libre de bombas y abusos. 

Quienes jamás escogerán la píldora que abre los ojos a la realidad, quienes niegan la barbarie o prefieren ignorar los miles de cuerpos destrozados bajo los escombros de sus casas, de las escuelas donde se refugiaban, de los hospitales donde agonizaban, pretenden salvaguardar su conciencia. Pero eso no cambia el hecho de que, al otro lado del Mediterráneo, cada día cientos de sueños infantiles son descuartizados por una máquina de guerra que actúa con saña, alimentada de odio, de racismo, de fanatismo y de los dólares y las bombas del capitalismo despiadado (como si pudiera existir otro tipo de capitalismo…). 

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El precio de los derechos humanos

Los derechos humanos son un privilegio de quienes pueden pagarlos. Todo en el mundo capitalista tiene un precio, incluso las vidas de las personas. Hay vidas sagradas, atentar contra las cuales puede desencadenar guerras, y las hay que no valen absolutamente nada. De hecho, ni siquiera se consideran vidas humanas, de modo que se puede prescindir de ellas por miles, porque en el mercado internacional del precio de la vida no cotizan. De estas, cada día se consumen incontables, sin que ello afecte al rumbo ni al ritmo del mercado, víctimas de la explotación, de la hambruna, de la ausencia de atención médica, de la violencia física y, sobre todo, de la violencia de un sistema insensible al dolor de los miserables. Y, por supuesto, están las vidas que desaparecen bajo las bombas.

En Gaza está en curso un genocidio que, tanto como por su crudeza, duele por la indiferencia que buena parte de la sociedad occidental está demostrando. Reconozco que creía que los gobiernos europeos dirían basta después de los primeros días de bombardeo, aunque ello no fuera obstáculo para que Netanyahu y su corte de fanáticos asesinos siguieran adelante con su plan para arrasar Gaza y completar la anexión definitiva del territorio palestino. Durante estas semanas ha quedado meridiano que, salvo honrosas excepciones, la sociedad israelí está plagada de supremacistas deseosos de borrar del mapa a «esos seres subhumanos que merecen ser tratados como cucarachas».

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No puedo imaginarlo, y sin embargo ocurre

Joseph Goebbels escribía en marzo de 1942 en su diario: «Los judíos del Gobierno General están siendo evacuados hacia el Este. El procedimiento es un poco bárbaro y no es preciso describirlo detalladamente aquí. No quedarán muchos judíos. En conjunto puede decirse que el 60 por ciento tendrán que ser liquidados; quedarán únicamente un 40 por ciento para utilizarlos en trabajos forzados (…). Sobre los judíos cae una sentencia que, aun siendo bárbara, la merecen por entero. Lo que el führer les profetizó por haber arrastrado al mundo a una nueva guerra está convirtiéndose en realidad de la forma más terrible. Pero no es posible mostrarse sentimental en este asunto. Si no combatimos a los judíos, nos destrozarán. Es una lucha a vida o muerte entre la raza aria y el bacilo judío. Ningún otro gobierno o régimen tendría la fortaleza precisa para una solución global del problema (…). Afortunadamente, la guerra nos ofrece una larga serie de posibilidades que no tendríamos en tiempos de paz. Tenemos que aprovecharlas».

Me costaba comprender cómo la humanidad había permitido a la Alemania nazi llevar a cabo el Holocausto. En aquellos años no existían los medios de comunicación actuales, ni teléfonos móviles, ni redes sociales. Hoy en día, sin embargo, podemos saber lo que ocurre al momento en cualquier lugar del mundo. Israel está ejecutando el genocidio del pueblo palestino a la vista de todos, con el patrocinio de Estados Unidos y el apoyo de la Unión Europea. No hacen nada por ocultarlo.

El régimen sionista define a los palestinos como «animales humanos», «seres diabólicos» y cosas tan vergonzosamente parecidas a las que los nazis decían de los judíos. Admiten sin pudor que su objetivo es arrasar Gaza. Todos lo vemos y, en un ejercicio repugnante de hipocresía, se les da vía libre porque es su «derecho a la defensa». El derecho a exterminar un pueblo, el mismo que los nazis se arrogaban respecto a los judíos.

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Memoria histórica cínica y selectiva

“Quienes sobrevivieron a Auschwitz tienen dos vidas: una vida antes de Auschwitz y una vida después de Auschwitz. Y entre las dos está Auschwitz-Birkenau. Si uno no habla una palabra de esto durante el resto de su vida, o si no hace nada más en su vida, pero habla de ello incesantemente, jamás consigue librarse de aquello”.

“Debemos hablar sobre qué ocurrió y cómo ocurrió”.

Eva Fahidi, superviviente de Auschwitz.

No conocía a Eva Fahidi, una de los trescientos supervivientes que han llegado hasta nuestros días para recordarnos la barbarie nazi. Ayer la vi en el telediario de TV3, en la información sobre el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, y esa declaración tan simple con la que he iniciado el artículo me impactó. Dos vidas. Seguir leyendo «Memoria histórica cínica y selectiva»

Un (inocente) pensamiento revolucionario

Viñeta Santi Gutiérrez

Hace tiempo que siento la necesidad de escribir un artículo (uno más) sobre la locura inhumana que asola al mundo. Quería enfocarlo partiendo de los montones de conflictos armados que en pleno siglo XXI, cuando se supone que la humanidad es más civilizada y humana que nunca, “florecen” por doquier. La realidad nos dice que el mundo sigue funcionando como siempre: el fuerte aplasta al débil, y para que no queden dudas sobre su superioridad utiliza todos los medios a su alcance, por salvajes que sean. Además, trata de justificar las atrocidades que comete apelando a razones divinas, a supuestas operaciones de autodefensa o a derechos históricos aderezados con la siempre socorrida exaltación patriótica. Seguir leyendo «Un (inocente) pensamiento revolucionario»

Martes, 22 de julio de 2014

Memorias de Lázaro Hunter
Mi hijo Albert, flipando con las viñetas de Memorias de Lázaro Hunter (que no es una novela gráfica infantil).

Hola, Toni. Ya estoy aquí otra vez.

Hoy quería hablarte de algunos libros que he leído últimamente, varios de ellos de autores autopublicados, que en general me han dejado una sensación muy positiva y, por tanto, confirman lo que ya sabíamos respecto a que la ausencia de un sello editorial no tiene por qué ser un indicativo de ausencia de calidad, y viceversa.

Pero antes debo confesarte que estos últimos días me cuesta tener la mente despejada para pensar y escribir sobre cosas que teniendo en cuenta lo que está sucediendo en el mundo me parecen ridiculeces. Ya ves, yo aquí comiéndome la cabeza sobre cómo sacar la ídem en el mundo editorial mientras en Gaza la gente no sabe dónde meterse para evitar la metralla de la lluvia de bombas asesinas que lanza sin piedad la organización terrorista mejor organizada, más poderosa e influyente del planeta, es decir, el gobierno de Israel. Seguir leyendo «Martes, 22 de julio de 2014»

Sobre técnicas de propaganda nazi y judíos genocidas

Cartel propaganda nazi antisemita
Cartel de propaganda nazi antisemita.

Los nazis en su objetivo de aniquilar a las consideradas razas inferiores desarrollaron una sofisticada maquinaria propagandística aprovechando la fuerza no sólo comunicativa sino también de incidir en las emociones del cine, el medio de masas más reciente y más fascinante de la época para el gran público. El régimen de Hitler, de la mano de su ministro de Propaganda y amigo íntimo, Joseph Goebbels, encargó el rodaje de películas y documentales en los que se presentaba a los judíos como parásitos infrahumanos, tan detestables como las ratas, cuya pretensión principal era apoderarse de la sociedad alemana, contaminando la raza aria y destruyendo su cultura, como lo haría una implacable plaga.

La deprimida sociedad alemana, que empezaba a ver la salida al túnel tras años de soportar las condiciones leoninas impuestas por los vencedores de la Gran Guerra, se había agarrado a las promesas de Hitler, de modo que no puso objeciones a la marginación y posterior aniquilación de quienes les insistían con todo tipo de propaganda que eran la reencarnación del mal. Seguir leyendo «Sobre técnicas de propaganda nazi y judíos genocidas»

Herederos del tardofranquismo

El RotoEl gobierno no quiere “reabrir viejas heridas” reconvirtiendo el monumento de homenaje al fascismo que, bajo la denominación de ‘Valle de los Caídos’ (de los caídos del bando vencedor en la Guerra Civil, por supuesto), los españoles que creemos firmemente en la democracia tenemos que soportar. Una democracia moderna, como pretende ser España, cuenta aún hoy en día con miles de calles, monumentos, edificios, plazas, estatuas, erigidas en honor a un genocida y al régimen sanguinario que oprimió a la población durante casi cuarenta años como consecuencia de una guerra salvaje. Seguir leyendo «Herederos del tardofranquismo»