El precio de los derechos humanos

Los derechos humanos son un privilegio de quienes pueden pagarlos. Todo en el mundo capitalista tiene un precio, incluso las vidas de las personas. Hay vidas sagradas, atentar contra las cuales puede desencadenar guerras, y las hay que no valen absolutamente nada. De hecho, ni siquiera se consideran vidas humanas, de modo que se puede prescindir de ellas por miles, porque en el mercado internacional del precio de la vida no cotizan. De estas, cada día se consumen incontables, sin que ello afecte al rumbo ni al ritmo del mercado, víctimas de la explotación, de la hambruna, de la ausencia de atención médica, de la violencia física y, sobre todo, de la violencia de un sistema insensible al dolor de los miserables. Y, por supuesto, están las vidas que desaparecen bajo las bombas.

En Gaza está en curso un genocidio que, tanto como por su crudeza, duele por la indiferencia que buena parte de la sociedad occidental está demostrando. Reconozco que creía que los gobiernos europeos dirían basta después de los primeros días de bombardeo, aunque ello no fuera obstáculo para que Netanyahu y su corte de fanáticos asesinos siguieran adelante con su plan para arrasar Gaza y completar la anexión definitiva del territorio palestino. Durante estas semanas ha quedado meridiano que, salvo honrosas excepciones, la sociedad israelí está plagada de supremacistas deseosos de borrar del mapa a «esos seres subhumanos que merecen ser tratados como cucarachas».

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No puedo imaginarlo, y sin embargo ocurre

Joseph Goebbels escribía en marzo de 1942 en su diario: «Los judíos del Gobierno General están siendo evacuados hacia el Este. El procedimiento es un poco bárbaro y no es preciso describirlo detalladamente aquí. No quedarán muchos judíos. En conjunto puede decirse que el 60 por ciento tendrán que ser liquidados; quedarán únicamente un 40 por ciento para utilizarlos en trabajos forzados (…). Sobre los judíos cae una sentencia que, aun siendo bárbara, la merecen por entero. Lo que el führer les profetizó por haber arrastrado al mundo a una nueva guerra está convirtiéndose en realidad de la forma más terrible. Pero no es posible mostrarse sentimental en este asunto. Si no combatimos a los judíos, nos destrozarán. Es una lucha a vida o muerte entre la raza aria y el bacilo judío. Ningún otro gobierno o régimen tendría la fortaleza precisa para una solución global del problema (…). Afortunadamente, la guerra nos ofrece una larga serie de posibilidades que no tendríamos en tiempos de paz. Tenemos que aprovecharlas».

Me costaba comprender cómo la humanidad había permitido a la Alemania nazi llevar a cabo el Holocausto. En aquellos años no existían los medios de comunicación actuales, ni teléfonos móviles, ni redes sociales. Hoy en día, sin embargo, podemos saber lo que ocurre al momento en cualquier lugar del mundo. Israel está ejecutando el genocidio del pueblo palestino a la vista de todos, con el patrocinio de Estados Unidos y el apoyo de la Unión Europea. No hacen nada por ocultarlo.

El régimen sionista define a los palestinos como «animales humanos», «seres diabólicos» y cosas tan vergonzosamente parecidas a las que los nazis decían de los judíos. Admiten sin pudor que su objetivo es arrasar Gaza. Todos lo vemos y, en un ejercicio repugnante de hipocresía, se les da vía libre porque es su «derecho a la defensa». El derecho a exterminar un pueblo, el mismo que los nazis se arrogaban respecto a los judíos.

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Nada, absolutamente nada, justifica el asesinato de niños

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“Víctimas de un genocidio convertidos en genocidas. Mundo de mierda. No hay nada, absolutamente nada, que justifique el asesinato de niños.”

La reflexión no es mía, pero apuesto a que es la misma que hemos hecho muchos durante estos días, y que, lamentablemente, seguiremos haciendo en los próximos, puesto que no tiene pinta que el gobierno de Israel vaya a detener a corto plazo la destrucción del territorio palestino, sino más bien todo lo contrario.

He elegido para comenzar este post el pensamiento que el escritor y periodista palmero Ramón Betancor compartió el jueves en Facebook porque me parece que debería ser la idea que abriera cualquier discusión sobre el conflicto en Oriente Medio: nada, absolutamente nada, justifica el asesinato de niños, sean de donde sean, y sean sus padres quienes sean. Ni aun en el caso de que todos los niños muertos por las bombas israelíes fueran hijos de terroristas despiadados (que no es el caso) su asesinato sería admisible. Creo que toda persona decente admitirá este planteamiento básico. Seguir leyendo «Nada, absolutamente nada, justifica el asesinato de niños»