Agradecido

Sólo llevo un par de años impartiendo talleres de escritura creativa, pero cada vez que finaliza uno siento lo mismo: por una parte, un enorme agradecimiento a las personas que han compartido su tiempo conmigo durante un puñado de semanas considerable, y por otra, pena porque se acaba. No sé cómo sería si se tratase de mi actividad profesional principal. Yo no me considero profe de escritura; de hecho, una de las primeras cosas que les digo a quienes se apuntan es que yo no les puedo enseñar a escribir, ni lo pretendo. Lo único que espero es que descubran qué necesitan expresar y de qué modo, y que lo hagan con total libertad. 

Me parece absurdo que alguien sea tan pretencioso como para decirle a otra persona, a otro ser creativo, que no debe escribir de una manera determinada, sino hacerlo de la supuestamente correcta. Claro que existen muchas herramientas para aplicar al proceso creativo, y mi papel consiste poco más que en ponerlas al alcance de quienes no es que no las conocieran (que también), sino que no se habían planteado cómo utilizarlas. 

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La búsqueda de la voz literaria

Photo by Toa Heftiba on Unsplash

Cuando decidimos sentarnos ante un teclado o un cuaderno y empezar a escribir, las posibilidades son infinitas. El único límite lo marca nuestra imaginación, por eso no deberíamos ponernos barreras colocándonos en la posición de los posibles lectores. Escribir preocupado por el qué dirán, o con la intención de gustar, no es extraño, pero en mi opinión supone desaprovechar el inmenso potencial de nuestras neuronas.

Los ejemplos de historias que calcan otras historias son innumerables, hasta el punto de casi conformar todo un género literario, el de las novelas carentes de personalidad, las que nacen al calor de un éxito comercial y se reproducen con el único propósito de hacer picar a los lectores del original.

Entre esos clones hay textos bien escritos, e incluso algunos «triunfan» (otro día hablamos sobre qué significa triunfar en literatura), pero sospecho que los que acaban en el olvido a la velocidad que vive una mosca del vinagre son muchísimos más.

Optar por ese camino me parece legítimo, pero supone renunciar a la honestidad creativa y a la apasionante aventura que empieza al preguntarnos: «¿cuál es mi voz literaria?». Es la pregunta que deberíamos hacernos en cuanto empezamos a deslizar la punta del bolígrafo sobre el papel —a teclear, para los menos románticos—. La respuesta no llegará de forma inmediata. En realidad, puede que nunca la hallemos del todo, porque el proceso de aprendizaje y, por tanto, de configuración de nuestro estilo personal, va a estar en constante evolución.

Y eso es lo que a mí me parece que convierte al viaje creativo en algo tan excitante. Sea cual sea el motivo que te empuja a contar historias, tanto si sueñas con el reconocimiento de miles de lectores como si únicamente pretendes divertirte, no deberías renunciar a contar la verdad; es decir, a dejarte llevar por tus inquietudes, a hacerle caso a tu imaginación.

Si te apetece leer el artículo completo, te invito a que lo hagas en el blog de Atrapavientos, donde los miembros del equipo docente reflexionamos cada dos semanas sobre escritura, lectura y creatividad.

La necesidad de contar historias

Nunca, desde que abrí este blog hace casi ocho años, había estado tanto tiempo en silencio. Han pasado cerca de tres meses desde la última vez, en esta época extraña, en que la incomodidad se nos agarra del cuello, del estómago, de las piernas, en que hace tanto tiempo de tantas últimas veces. En aquel lejano mes de agosto escribí sobre el equilibrio, preciado y escaso tesoro.

Regreso porque, después de todo, siguen ocurriendo cosas buenas que se empeñan en tratar de que la insistente incomodidad se nos descuelgue. En mi caso, ese antídoto contra lo gris es Atrapavientos. Son Jorge, Elena, Ángel, Mamen, Antonio y Mariajo. Hemos formado un equipazo dispuesto a poner color a una realidad que se destiñe a marchas forzadas.

Me extenderé sobre ello en una próxima entrada. En realidad, tengo bastantes cosas interesantes que explicar relacionadas con mi vena creativa. Prometo hacerlo antes de tres meses. Por ahora, comparto el artículo que he publicado en el blog de Atrapavientos, lo que tiene que ver con esas cosas interesantes…

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Sábado, 21 de marzo de 2015

Benjamín Recacha
Preparado para debatir sobre autopublicación en Bookcamp Kosmopolis.

¡Hola, Toni!

Se me hace un poco raro escribirte esta carta después de lo mucho que nos hemos escrito por email estos últimos días a propósito de mi nueva novela, Con la vida a cuestas. Ya sabes que aprecio mucho todos tus comentarios, independientemente de que sean positivos o negativos, porque demuestras que te has tomado muy en serio el “trabajo” de revisarla antes de que la publique.

No voy a trasladar aquí el intenso debate que hemos mantenido en privado sobre la novela, entre otras cosas porque revelaría multitud de detalles del argumento que espero quieran descubrir millones de lectores por sí mismos (optimista que es uno). Pero sí me apetece prolongar el debate respecto al proceso creativo.

En tu anterior carta presentaste argumentos de mucho peso en defensa de un modo determinado de afrontar el reto de escribir una novela: la planificación exhaustiva, el tenerlo todo controlado, un conocimiento absoluto del universo que conformará la obra y de sus habitantes, no tanto quizás para evitar desviaciones respecto al plan inicial como para sacar el máximo provecho y productividad a nuestro trabajo. Defiendes que esa manera de crear aporta incluso más satisfacción que el dejarse llevar, porque en esa aparente rigidez es cuando se disfrutan los brotes de espontaneidad. Es decir, que el tenerlo todo controlado puede propiciar el nacimiento de tramas y personajes no previstos sin correr el riesgo de la dispersión y la inconsistencia. Seguir leyendo «Sábado, 21 de marzo de 2015»

Jueves, 1 de enero de 2015

Presentación El viaje de Pau en Bielsa
La presentación de ‘El viaje de Pau’ en Bielsa fue un sueño hecho realidad en 2014.   Foto: Carlos Migliaccio

Hola, Toni. Aquí estoy, la primera noche del año, escribiéndote una nueva carta, la que voy a aprovechar para hacer balance de lo vivido en 2014.

El año pasado escribí un post como el de tantos blogueros, que sienten (sentimos) la necesidad de expresar agradecimiento/decepción/enfado/alegría… al echar la vista atrás por estas fechas. Después de todo, un blog es en buena parte un diario personal que ponemos a disposición de quien quiera leer lo que en él expresamos, y de vez en cuando está bien detenerse para fijarse en el camino recorrido.

Ese post de resumen de 2013 lo titulé ‘El año en que confirmé que soy escritor’. Doce meses después puedo afirmar, satisfecho, que sí, efectivamente, soy escritor. Aquel 2 de enero hablaba de mi nueva novela como del proyecto principal para la primera mitad de 2014. Fui demasiado optimista/ambicioso, porque todavía no está terminada, pero por aquel entonces apenas llevaba escritas unas pocas páginas y nunca hasta entonces había experimentado el “bloqueo del escritor”. Lo sufrí poco tiempo después y, en serio, no sé si a ti te ha ocurrido alguna vez, pero la verdad es que se pasa muy mal. Me ponía ante la pantalla o con el boli en la mano, dispuesto a crear, pero era incapaz de escribir una sola palabra potable. Seguir leyendo «Jueves, 1 de enero de 2015»

La salida del bloqueo creativo

He pasado una mala racha creativa. Durante dos largas semanas he sido incapaz de escribir una sola línea de la novela en la que estoy trabajando, lo que, sobre todo los primeros días, me ha provocado un agobio bastante importante. Estaba muy convencido de estar escribiendo la historia que quería contar, y aunque avanzaba despacio me parecía estar construyendo una trama sólida. Pero llegué a un punto de bloqueo absoluto. No me había pasado nunca. Yo quería seguir adelante, pero de mi cerebro no brotaba una mísera palabra convincente. Total, que tras un par de días plantándome ante la pantalla o la libreta, armado de teclado o bolígrafo, sin resultado alguno, decidí cambiar de estrategia. En vez de agobiarme y amargarme me puse a hacer otras cosas, temas pendientes que nada tenían que ver con la nueva novela. De esa manera esperaba limpiar mi mente, darle un respiro y dejarle libertad para maquinar sin presión. Seguir leyendo «La salida del bloqueo creativo»