
Soy ambicioso, puede que incluso pretencioso o, simplemente, ingenuo. La línea que separa conceptos aparentemente tan diferentes es delgada. Me explico, aunque el razonamiento no es ni mucho menos novedad entre los que pueblan ‘la recacha’.
Soy ambicioso porque mi objetivo como escritor es llegar a vivir de mis creaciones. (Puede que) pretencioso porque no voy a negar que sueño con salas llenas de lectores satisfechos y otros potenciales atentos a mis palabras… Te he oído, me has llamado ingenuo.
En realidad las cosas no son tan categóricas. Creo que ya conozco suficientemente bien cómo funciona el negocio editorial como para descartar la ingenuidad. En cuanto a los otros dos calificativos, es evidente que sería absurdamente pretencioso si esperara que con dos novelas autopublicadas a mis espaldas el mundo de la literatura (incluyendo, por supuesto, a los lectores) se postrara a mis pies. Todo se relativiza cuando incorporamos el elemento tiempo a la ecuación. No tengo prisa y, sí, soy ambicioso. Realista pero ambicioso. Seguir leyendo «Despacito pero seguro»