Golondrinas

Siempre te ha gustado observar las acrobacias aéreas de las golondrinas. Seguir su vuelo te llevaba con ellas a las alturas, donde, entre átomos de aire, el espejismo del orden natural parecía menos volátil.  

Desde niño te sentiste fascinado por la capacidad mágica de las aves de conquistar el cielo. La silueta de una rapaz entre las nubes te aceleraba el pulso y te hacía brillar las pupilas. La acompañabas con la mirada hasta que no era más que un puntito negro sobre fondo azul o se perdía tras la cresta de una montaña.  

No hace tanto que aún volabas en sueños, braceando para ganar altura. Cuando estabas bien arriba, te dejabas caer en picado y te deslizabas en vuelo rasante sobre el suelo.  

Como las golondrinas.  

Aunque ellas ya apenas se acercan a tierra. Ni siquiera aquí, en el valle de Pineta, tu paraíso.  

Nunca has dejado de venir, y a pesar de haber sido testigo año a año de la transformación, te duele ver el Monte Perdido sin resto de hielo, te duele tanto como el día que su glaciar se declaró extinto. Te duele ver la otrora estruendosa cascada del Cinca convertida en un chorro escuálido; te duele no ser capaz de encontrar un reguero de agua en el desierto de guijarros que es ahora el cauce del río.  

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Formar parte de aquello que da sentido a ser humano

El sábado por la noche estábamos muy nerviosos. Era la última jornada de la 10ª edición de la Muestra de Cine de Ascaso. La semana había sido muy intensa, accidentada los primeros días a causa de la lluvia y la inevitable improvisación, pero un ejemplo de trabajo cooperativo y convivencia siempre. Eso fue lo que me enamoró de este proyecto tan loco y tan maravilloso cuando lo descubrí en el verano de 2018. Eso y la simbiosis entre el cine, la amistad y la naturaleza.

Aquel año se me abrió el suelo bajo los pies, y aunque aún echo de menos sentir la tierra firme, también le he encontrado el gusto a saltar sin paracaídas (no desde muy alto). De hecho, cada vez soy más consciente de que, puesto que agarrarse a los recuerdos carece de sentido, saltar es mucho más divertido. Hay que aprovechar las oportunidades de formar parte de cosas que den sentido a ser humano. Es algo que me repito a menudo, pero la pereza y la autocompasión son enemigos paradójicamente seductores.

Creo, sin embargo, que el verano de 2021 marca un punto de inflexión. Primero, las casi dos semanas de cámping en Bielsa, junto a Albert, mi hijo, al pie de las sanadoras cumbres del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, y luego los diez días en Ascaso.

Este año me estrenaba como responsable (voluntario) de la comunicación del festival, algo que me hacía mucha ilusión, aunque sabía que iba a tener que currar de lo lindo. La verdad es que he currado aún más de lo que pensaba, pero también he disfrutado más, he reído más, he aplaudido más, he abrazado más, incluso he cantado más… y he dormido menos.

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Equilibrio

Un cambio de verdad
Un cambio de verdad, de Gabi Martínez

Equilibrio. Un concepto sin glamur, que no llama la atención, condenado al olvido por el ritmo frenético de nuestro mundo y esa cultura del enfrentamiento a menudo sustentada en la simpleza.

Reflexionar, detenerse a observar y desarrollar puntos de vista propios supone oponerse a las dinámicas que nos consumen con su inercia aplastante. Y eso requiere mucha fuerza de voluntad.

El equilibrio no necesariamente significa el término medio. De hecho, buscarlo puede ser una postura muy radical, porque no vivimos precisamente en una sociedad equilibrada.

El equilibrio es lo que propone Gabi Martínez en Un cambio de verdad. Una vuelta al origen en tierra de pastores (Seix Barral, 2020), donde recoge su experiencia a cargo de un rebaño de cuatrocientas ovejas en La Siberia extremeña, la tierra de su madre.

Es un relato muy personal, pero también un retrato del desequilibrio que está matando al mundo rural y de cómo, a pesar de todas las dificultades, existen personas que no se resignan a dejarse llevar por la rueda de lo, en apariencia, incontestable.

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El abrazo del hogar

Valle de Pineta
El Valle de Pineta en su esplendor primaveral

7 de junio

«Estoy aquí. Estoy en casa». Lo repito varias veces, paseando la mirada por la pradera donde pasé los veranos más felices de mi vida, paseándola por los bosques que forran esas montañas apabullantes, que me siguen pareciendo tan imposibles como el primer día, aquel verano de 1980. Tenía seis años y me parecía que mis padres me habían metido en el escenario de un cuento. No era posible que existiera un lugar así.

Me siento en la roca que siempre ha estado ahí, cerca del rincón donde instalábamos la canadiense azul, el rincón del quejigo que era hogar de nuestro amigo el lirón, nuestro rincón. «Estoy en casa», vuelvo a decir en voz alta, único huésped humano de la pradera que en verano era el hogar feliz de un puñado de familias agradecidas por la hospitalidad de la señora Pineta.

Valle de Pineta
El macizo de Monte Perdido desde los llanos de la Larri

Las últimas semanas no han sido muy buenas para mí. Regresar al hogar era una necesidad. Hogar es una palabra importante. Como amor, amistad, familia, dignidad. La vida queda coja cuando falta alguna de esas. Uno sabe que se encuentra en su hogar cuando se siente abrazado por el entorno, y yo en Pineta me siento protegido por un abrazo interminable. Es una gran suerte contar con un sitio así; no creo que sea tan habitual. Seguir leyendo «El abrazo del hogar»

La magia de compartir la soledad

Balcón de Pineta
Contemplando el amanecer desde el Balcón de Pineta.

El lunes vi por casualidad en el perfil de Facebook de mis amigos de La Bolsa de Bielsa que al día siguiente se inauguraba la Muestra de Cine de Ascaso, popularizada como la más pequeña del mundo, con una exposición fotográfica dedicada a los refugiados sobrarbenses durante la Guerra Civil. La Bolsa de Bielsa, el asedio al que las tropas franquistas sometieron a la comarca pirenaica entre abril y junio de 1938, obligó a la debilitada 43 División del ejército republicano a evacuar a toda la población, que huyó a Francia en penosas condiciones, atravesando a pie los puertos nevados, para escapar de la destrucción fascista.

El tema me motivaba lo suficiente como para decidir acercarme hasta Ascaso en la que iba a ser mi última noche en el Pirineo Aragonés. Los habituales ya sabéis que en El viaje de Pau, mi primera novela, que hace cinco años llevé al Sobrarbe por primera vez, la Bolsa de Bielsa es uno de los temas principales.

Tras recorrer los cuatro kilómetros, en su mayoría sin asfaltar, de la pista que conecta la N-260, a la salida de Boltaña, con la aldea semiabandonada, que revive cada final de agosto gracias a la maravillosa iniciativa de la Asociación de Vecinos/as y Amigos/as de Ascaso ‘Los relojes’, los relámpagos y truenos ya se habían adueñado del cielo. A pesar de todo, desafiando a la tormenta inminente, José Buil, hijo de inmigrantes sobrarbenses afincados en Saint Lary, comentaba en la calle Única las fotografías del éxodo de las gentes de Bielsa y pueblos vecinos junto a su tío, Baitico, que lo vivió siendo niño. Seguir leyendo «La magia de compartir la soledad»

Asomado al Balcón de Pineta

Monte Perdido
Feliz, a los pies del Monte Perdido.

Inauguro el 2018 en ‘la recacha’ con uno de los mejores recuerdos de 2017. Si es uno de los mejores recuerdos, por fuerza tiene que tener relación con el mejor lugar que conozco, aquel donde he pasado los mejores veranos de mi vida, donde regreso cada mes de agosto con la misma ilusión en la mirada, con las mismas ganas de llenarme las retinas de la belleza salvaje que dibujan esas montañas.

Si me conocéis un poco, ya sabéis que ese lugar mágico es el Valle de Pineta. El pasado verano pude, por fin, después de más de una década desde la última vez, encaramarme a su balcón. La subida al Balcón de Pineta y el lago de Marboré, bajo la imperturbable mirada del Monte Perdido, me acompaña desde que tengo conciencia de triscar por esas montañas. La pared en apariencia vertical que cierra el circo de Pineta ejerce sobre mí una atracción magnética que durante demasiado tiempo he tenido que ir aplazando.

Es un paisaje que hasta que uno no lo ve con sus propios ojos no se hace a la idea de lo que impone. No parece real y, sin embargo, ahí está, como resultado del capricho maravilloso de la madre naturaleza. Seguir leyendo «Asomado al Balcón de Pineta»

De la Borda el Vilar a los refugios de Les Comes de Rubió y el Pla de la Font

Pla de la Font - Les Planes de Son
El refugio del Pla de la Font, un puntito rodeado de montañas imponentes.  Foto: Benjamín Recacha

“Quién me ha robado el mes de abril” cantaba Joaquín Sabina. No es que a mí me lo hayan robado, pero con la velocidad a la que se suceden las semanas, he ido posponiendo la crónica de los tres días estupendos que pasamos durante las vacaciones de Semana Santa en la Borda el Vilar, una casa rural aislada a más de 1.300 metros de altitud, en el municipio de Soriguera, en pleno Pirineo de Lleida.

Era la segunda vez que la visitábamos; la primera Albert tenía dos añitos, y tanto los paisajes como la calidad de los servicios y, sobre todo, el buen recuerdo que nos dejaron sus propietarios, Manela y Maurici, y Lila, la simpática perra pastor, nos llevaron a guardarla entre los lugares a revisitar. Buena decisión, sin duda.

Borda el Vilar
La Borda el Vilar se ubica en una ladera, junto a un robledal.   Foto: Benjamín Recacha

Aunque se trate de una borda aislada, en realidad resulta muy accesible, desde la carretera N-260, en pleno descenso del puerto del Cantó, a un cuarto de hora de Sort, hervidero de actividad en cualquier época vacacional. El emplazamiento de la casa es espectacular, junto a un robledal, en el límite del Parque Natural del Alt Pirineu, con vistas inmejorables para saciar el apetito de naturaleza. Los desayunos (deliciosos) en ese comedor donde una de las paredes es una enorme vidriera que se asoma a las montañas forradas de verde saben a gloria. Seguir leyendo «De la Borda el Vilar a los refugios de Les Comes de Rubió y el Pla de la Font»

Diario de viaje (1): Excursión por las Lagunas de Neila

Lagunas de Neila - Laguna Larga
Laguna Larga, en el Parque Natural de las Lagunas Glaciares de Neila.   Foto: Benjamín Recacha

Caldes de Montbui — Vigo. Unos 1.200 quilómetros cruzando la península de este a oeste. Un trayecto demasiado largo para hacerlo del tirón. Me gusta conducir, y más si es para disfrutar de las vacaciones, pero este agosto he llegado a la conclusión de que las etapas, cuanto menos largas, mejor.

La primera parte del viaje nos iba a llevar a tierras sorianas, parada obligada ya en nuestros recorridos por el norte. Repetiríamos en La Casona del Herrero, en Navaleno, donde tan a gusto habíamos estado cinco años atrás. Entonces descubrimos maravillas naturales como el Cañón del Río Lobos y pueblos con encanto (y mucha historia) como Calatañazor.

Magda y Felipe nos trataron aquella primera vez con total familiaridad. Las habitaciones son muy acogedoras, están limpísimas y decoradas con gusto, y la comida, riquísima. Magda es una cocinera excelente. Además, la casa tiene un bonito jardín a disposición de los huéspedes. Seguir leyendo «Diario de viaje (1): Excursión por las Lagunas de Neila»

Tres semanas de imágenes y sensaciones para el recuerdo

Valle de Pineta - Faja de Tormosa
La Faja de Tormosa, una de las rutas más espectaculares en el Valle de Pineta.   Foto: Lucía Pastor

Tres semanas de viaje dan para explicar muchas cosas. Aunque quede la sensación, como con todo lo que se disfruta, de que han pasado demasiado rápidas.

Vacaciones es sinónimo de descubrimiento, da igual que sea en lugares ya conocidos; de dejarse guiar por los sentidos para impregnarse de paisajes, sonidos y aromas. Vacaciones para mí significa, sobre todo, sumergirme en la naturaleza. Pero también es el momento de compartir experiencias, de conocer a y reencontrarse con personas que lo hacen a uno reconciliarse con la especie humana.

Este verano ha sido pródigo en ambos ingredientes: mucha naturaleza y buena gente.

Mi intención es escribir varios artículos sobre las experiencias vividas, porque, igual que ocurrió el año pasado, el material disponible, en recuerdos e imágenes, es muy amplio. Seguir leyendo «Tres semanas de imágenes y sensaciones para el recuerdo»

En el reino de las marmotas

Chisagüés
Chisagüés, punto de partida de la excursión.   Foto: Benjamín Recacha

Siguiendo la carretera de Bielsa a Francia, pronto llegamos a Parzán y, justo después, aparece un desvío a la izquierda que conduce al pueblecito de Chisagüés. Encajonado entre montañas, nos abre la puerta a uno de los paisajes más increíbles del Pirineo Aragonés: el valle del río Real, escoltado por las Sierras de Espierba y de Liena, y con los colosos de Robiñera y la Munia como telón de fondo.

Fue la última excursión que hicimos el verano pasado, un colofón perfecto a unas vacaciones fantásticas. Unos días antes, el amigo José María Escalona, impulsor de la recuperación de la memoria histórica a través del magnífico Museo de Bielsa y que tanto me ayudó con mi primera novela, El viaje de Pau, nos habló de la excursión a Ruego, adonde se podía subir en todoterreno por la pista que parte desde Chisagüés.

Allí, en lo alto de la Sierra de Liena, se encuentran las antiguas minas de hierro, y las vistas sobre el circo de Barrosa y el mismo valle del río Real deben ser espectaculares. Digo deben porque no llegamos hasta arriba. No tenemos un todoterreno y sí un niño de seis años, al que le encanta retozar por la montaña, pero hasta un cierto límite. Seguir leyendo «En el reino de las marmotas»