Ha pasado casi medio año desde mi última carta, un tiempo en el que escribir se ha convertido en una actividad secundaria. Y cómo lo he notado.
En marzo empecé a trabajar a jornada completa. Es un empleo por seis meses, que compagino con las horas como profesor de refuerzo escolar por las tardes. Total, que las únicas pausas que hago durante el día son la media hora del desayuno y otra media hora para comer. Llego a casa sobre las ocho de la tarde, y a preparar la jornada siguiente.
Así que el único rato de que dispongo para escribir es el intervalo que queda entre acostar a Albert y acostarme yo. Suelo hacerlo bastante tarde, con lo que voy arrastrando sueño y, la verdad, con los párpados queriendo cerrar la persiana cuesta crear algo decente. Las noches que después de leerle a mi hijo el preceptivo fragmento del libro en el que andemos embarcados aún me queda preparar la comida del día siguiente, ya ni enciendo el ordenador. Seguir leyendo «Jueves 29 de junio de 2017: racionando el tiempo para escribir»