
«Quiero hablar de felicidad y bienestar, de esos momentos raros e inesperados en los que la voz que sientes dentro de la cabeza calla y sólo notas que vas acompasado con el mundo.
Quiero hablar del tiempo de primeros de junio, de armonía y de reposo bienaventurado, de petirrojos y de pinzones amarillos y de arrendajos azules volando raudos entre las hojas verdes de los árboles.
Quiero hablar de los beneficios del sueño, de los placeres de la comida y del alcohol, de lo que le pasa a tu cabeza cuando sales a la luz del sol a las dos de la tarde y sientes el abrazo cálido del aire».
Así empieza el capítulo «Días de sueño en el Hotel Existencia», superada ya la mitad de Locuras de Brooklyn, la novela más luminosa de Paul Auster, mi novela favorita de las cientos que he leído. La he vuelto a leer ahora, varios años después de hacerlo la primera vez. Entonces me maravilló, no por su excelencia literaria ni por su argumento fascinante, sino por su sencillez y su humanidad, por el carisma de su protagonista, el sexagenario Nathan Glass, la agilidad de su prosa y la vivacidad de unos diálogos punzantes e inteligentes. Seguir leyendo «‘Locuras de Brooklyn’: entre el Libro de la estupidez humana y el Hotel Existencia»