Mi hijo Albert tiene ocho años. En casa no solemos hablar de la actualidad política y social cuando estamos con él, aunque en realidad a él no suele apetecerle hablar de nada. Cuando le preguntas, su respuesta favorita es «no me acuerdo» y, últimamente, «no tengo ni idea». Pero vamos, que hablar sabe hablar perfectamente, sobre todo para pedir y quejarse. Supongo que a quienes seáis padres os resultará muy familiar.
La cuestión es que ayer fue inevitable que surgiera el tema del referéndum. Por la mañana nos despertamos con las repugnantes imágenes de violencia policial contra la población y en algún momento Albert preguntó que qué pasaba. Le expliqué que la policía estaba pegándole a la gente que quería votar, pero no le enseñamos ninguna imagen. Se extrañó un poco, pero no insistió.
Fuimos a comer a un restaurante donde tenían puesto el telenoticias, y entonces lo vio con sus propios ojos, y no daba crédito. «Pero ¿qué hacen? ¿Por qué le pegan a la gente? ¿Están locos? La policía tiene que proteger a la gente, no pegarle». Lo que estaba pasando lo dejó bastante flipando. En su mundo infantil, la poli persigue a los malos y defiende a los débiles, pero la realidad no tenía nada que ver con lo que él había creído siempre. Seguir leyendo «Certezas que inquietan»