We teach life, sir

Rafeef Ziadah nació en un campo de refugiados palestinos en Líbano en 1979 y poco después su familia, que sufrió la Nakba de 1948, huyó a Túnez para escapar de la represión israelí. Estudió periodismo y es cofundadora del movimiento internacional Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) a Israel. Actualmente reside en Londres.

En 2008 escribió el poema We Teach Life, Sir (Enseñamos vida, señor), para denunciar las ofensivas de Israel. Explica que, mientras las bombas caían sobre Gaza y ella trabajaba proporcionando información y material audiovisual a los periodistas occidentales, uno de ellos le preguntó: «¿No crees que todo se arreglaría si simplemente dejarais de enseñar a vuestros hijos a odiar?». «No lo insulté, fui muy educada, pero escribí este poema como respuesta a este tipo de preguntas que siempre nos hacen a los palestinos».

Enseñamos vida, señor (Rafeef Ziadah)

Hoy mi cuerpo era una masacre televisada.
Hoy mi cuerpo era una masacre televisada que tenía que adaptarse a fragmentos de audio y limitación de palabras.
Hoy mi cuerpo era una masacre televisada que tenía que adaptarse a fragmentos de audio y limitación de palabras lo suficientemente llenos de estadísticas para ofrecer una respuesta medida.
Y yo perfeccioné mi inglés y aprendí mis resoluciones de la ONU.
Pero aun así él me preguntó: señora Ziadah, ¿no cree que todo se resolvería si ustedes simplemente dejaran de enseñar tanto odio a sus hijos?

Pausa.

Busco en mi interior fuerza para ser paciente, pero la paciencia no está en la punta de mi lengua mientras las bombas caen sobre Gaza.
La paciencia se me ha escapado.

Pausa. Sonrisa.

Enseñamos vida, señor.
Rafeef, recuerda sonreír.

Pausa.

Enseñamos vida, señor.
Nosotros, los palestinos, enseñamos vida después de que ellos hayan ocupado el último cielo.
Enseñamos vida después de que ellos hayan construido sus asentamientos y muros de apartheid, tras el último cielo.
Enseñamos vida, señor.
Pero hoy mi cuerpo era una masacre televisada hecho para encajar en fragmentos de audio y limitación de palabras.
Y simplemente danos una historia, una historia humana.
Verás, esto no es política.
Queremos contarle a la gente sobre ti y tu pueblo, así que danos una historia humana.
No menciones esa palabra… «apartheid», ni «ocupación».
Esto no es política.
Tienes que ayudarme como periodista para ayudarte a contar tu historia, que no es una historia política.

Hoy mi cuerpo era una masacre televisada.

¿Qué tal si nos das una historia sobre una mujer de Gaza que necesita medicación?
¿Qué hay sobre ti?
¿Tienes suficientes miembros fracturados para cubrir el sol?
Entrégame a vuestros muertos y dame la lista de sus nombres en 1200 palabras como máximo.

Hoy mi cuerpo era una masacre televisada que debía encajar en fragmentos de audio y limitación de palabras y conmover a aquellos que están insensibilizados ante la sangre de los terroristas.
Pero sentían pena.
Sentían pena por el ganado de Gaza.
Así que les di resoluciones de la ONU y estadísticas y condenamos y deploramos y rechazamos.
Y no se trata de dos bandos iguales: ocupante y ocupado.
Y cien muertos, doscientos muertos, mil muertos.
Y entremedias, crimen de guerra y masacre, desahogo palabras y sonrío «no exótica», «no terrorista».
Y recuento, recuento cien muertos, mil muertos.
¿Hay alguien ahí?
¿Escuchará alguien?
Ojalá pudiera llorar sobre sus cuerpos.
Ojalá pudiera correr descalza por todos los campos de refugiados y abrazar a cada niño, cubrir sus oídos para que no tuvieran que oír el sonido de las bombas por el resto de sus vidas, del modo en que yo lo hago.

Hoy mi cuerpo era una masacre televisada.

Y déjenme decirles, no hay nada que sus resoluciones de la ONU hayan hecho nunca sobre esto.
Y ningún fragmento de audio, ningún corte de sonido que se me ocurra, no importa lo bueno que sea mi inglés, ningún fragmento de audio, ningún fragmento, ninguno, los devolverá a la vida.
Ningún fragmento de audio arreglará esto.

Enseñamos vida, señor.
Enseñamos vida, señor.
Nosotros, los palestinos, nos despertamos cada mañana para enseñar al resto del mundo vida, señor.

Aquí podéis escuchar la versión musicada del poema. Es impresionante.

El país del agua

El fin de semana estuve en el Pirineo aragonés, en mi querido Valle de Pineta y otros parajes del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, y el espectáculo que me regalaron ríos y cascadas debía quedar reflejado en la nueva convocatoria de Salto al reverso para su ‘Antología III’, abierta a obras que tengan al agua como elemento central. Ahí va mi pequeño poema.

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Agua salvaje.
Agua que ruge.
Agua que vibra.
Agua que luce.

Agua tranquila.
Agua que cura.
Agua que fluye.
Agua que es pura.

Agua que arrasa.
Agua que vive.
Agua que baila.
Agua que es libre.

Agua escultora.
Agua que late.
Agua que crea.
Agua que es arte.

Agua que nutre.
Agua que sacia.
Agua que limpia.
Agua que es magia.

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No veo la salida

El año pasado, durante el primer confinamiento, publiqué un texto de mi padre, Benjamín Recacha López, en el que reflexionaba en torno a la gestión de la pandemia y mostraba la misma inquietud que sentíamos muchos. Durante estos meses, ha seguido escribiendo, y hace unos días mi madre me envió por whatsapp (él no tiene teléfono móvil) unas fotos con su última creación, que también comparto.

Nos vimos por última vez el día de Reyes. Viven en el campo, a dos comarcas de distancia, y por el momento somos «responsables», aunque su única vida social consista en ver a su nieto y a sus dos hijos.

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Llevo perdida la cuenta

Como ocurre en tantísimas familias, hace más de dos meses que no veo a mis padres. Ellos están bien, viven en el campo, que, en mi opinión, es el mejor sitio para sobrellevar la situación en que nos encontramos. Pero echan de menos a sus hijos y a su nieto, y no sabemos cuándo podremos reencontrarnos, pues, aunque nos separan apenas 70 km, estamos en provincias diferentes. Pese a no haber tenido contacto con nadie durante este tiempo, y aunque para ir a su casa lo único que tengo que hacer es subir al coche, recorrer el trayecto y aparcar en la puerta, las normas dicen que no es posible.

Previsiblemente, en unos días podré sentarme en la terraza de un bar, invitar a mi casa hasta a nueve personas que vivan en misma región sanitaria, y hacer no sé cuántas cosas más que no tengo ninguna intención de hacer, todas ellas rodeado de gente. Por supuesto, si la empresa donde trabajo decidiera que se acabó lo de teletrabajar, estaría obligado a desplazarme cada día a Barcelona en transporte público, podría cruzarme con cientos de personas y compartir espacios cerrados con ellas. En cambio, a mis padres quizás hasta julio no pueda verlos, porque traspasar las fronteras territoriales que han decidido que debemos respetar para superar la pandemia es arriesgarse a un multazo.

Disculpadme si no encuentro la lógica por ninguna parte. Mi padre tampoco la encuentra, y por eso ha escrito la composición poética que comparto a continuación. Para él, la escritura, y en concreto la poesía, ha sido una vía para liberar sus inquietudes desde siempre, aunque nunca lo ha hecho con intención de ser leído. En esta ocasión, me ha pedido si podía compartir el texto, y como estoy totalmente de acuerdo con lo que expresa, aquí está: Seguir leyendo «Llevo perdida la cuenta»

Echo de menos

En ocasiones escribir es, sobre todo, un desahogo.

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Benjamín Recacha García Foto: Benjamín Recacha García

Saciado de vacío.

A veces es como me siento.

Y entonces lo que más echo de menos

son las caricias y los besos.

Y las risas;

cómo echo de menos las risas.

Y los silencios compartidos.

Porque el estruendo del silencio en soledad

me perfora el alma.

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Si estos árboles pudieran hablar

La naturaleza, fuente inagotable de inspiración, y el descubrimiento de un grupo de rock instrumental llamado If These Trees Could Talk son los culpables de este nuevo poema para Salto al reverso.

https://www.youtube.com/watch?v=X8pVz6nJpEc

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Valle de Pineta Foto: Benjamín Recacha

Si estos árboles pudieran hablar,
dirían que parara de pensar,
que levantara la mirada al cielo
y dejara al viento mecer mi pelo.

Si estos árboles pudieran hablar,
me dirían que vaciara la mente,
que dejara de escuchar a la gente,
esa que tanto insiste en gritar.

Si estos árboles pudieran hablar,
me invitarían a que los trepara,
a que entre sus ramas me acomodara,
y por sus hojas me dejara arrullar.

Si estos árboles pudieran hablar,
me enseñarían a hablar su lenguaje,
a admirar la inmensidad del paisaje,
y que hay cosas que es mejor olvidar.

Si estos árboles pudieran hablar,
me pedirían que les ayudara
a difundir su lamento profundo.

Y es que estamos destruyendo el mundo.
De vergüenza se me caería la cara…
Con esta locura hay que acabar.

Si estos árboles pudieran hablar,
los escucharía siempre embobado.
Dejaría mis problemas a un lado.

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El regreso

Recientemente, ‘Salto al reverso’ abrió una convocatoria para seleccionar poemas, microrrelatos, relatos e imágenes que publicará en una antología a principios de 2018. El tema de la obra debía ser el recuerdo e incluir el hashtag #SaltoAlRecuerdo. Yo participé con el poema ‘El regreso’, que comparto a continuación, inspirado (como buena parte de mi obra) en el maravilloso Valle de Pineta y las impresionantes montañas que lo rodean.

Felizmente, mi poema ha sido seleccionado, junto con el resto de obras, que os invito a conocer en el siguiente enlace:

https://saltoalreverso.com/2017/09/07/felicidades-a-los-seleccionados-en-saltoalrecuerdo/

Os dejo con ‘El regreso’.

Monte Perdido
Mi regreso, este verano, al Balcón de Pineta, para admirar el Monte Perdido. Foto: Benjamín Recacha

Tu silueta imponente,
tanto tiempo en mi memoria,
aparece de repente.
El esfuerzo sabe a gloria.

Tu presencia abrumadora
me abraza y me deja mudo.
Qué pequeño soy ahora,
y a la vez tan poderoso.

Entonces #SaltoAlRecuerdo:
Momentos inolvidables,
aventuras entrañables,
a ocho mil doscientos pies.

Monte Perdido admirado,
Ante ti quedo desnudo.
Balcón de Pineta amado,
qué paisaje tan hermoso.

¿Estoy aquí? ¿Eh? Me muerdo…
No es un sueño, estoy en casa
(la emoción no se me pasa),
una década después.

Me marcho lleno de vida.
Mochila, bastón y botas.
Me acompañan las marmotas.
Un año pasa enseguida.

Amapolas

‘Salto al reverso’ ha abierto una convocatoria para que sus autores contribuyan a la antología anual con obras que respondan al tema «etéreo». Mi contribución es el soneto que comparto, que, por si la osadía de disfrazarme de poeta no era suficiente, lo he compuesto con versos alejandrinos. No seáis muy duros…

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Campo de amapolas en Gallecs.   Foto: Benjamín Recacha

Sentado en el prado se me pierde el pensamiento

en sueños de verde casi siempre inalcanzable.

Pregunto a la vida por qué no es más razonable,

que duele demasiado ver tanto sufrimiento.

Y la vida, respondiendo a mi angustia, florece.

De entre la hierba, altiva surge la amapola.

Tan hermosa, tan roja, la pasión enarbola.

La llama se contagia y la esperanza aparece.

Cielo azul, nubes blancas, todo el campo florido.

Sinfonía de trinos, banquete de colores.

El sueño de la primavera embriaga al dormido.

Pero breves e irreales son los sueños traidores.

Despierto, y pronto vuelvo a sentirme perdido.

Promesas etéreas de las escarlatas flores.

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Dime, viento

Hacía mucho tiempo que no me daba por poner en verso lo que me ronda por la cabeza. El viento me lo ha sugerido, y me ha convencido…

https://www.youtube.com/watch?v=wCdrhqmwI5s

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Foto: Benjamín Recacha Foto: Benjamín Recacha

Cuéntame, mi viento amigo:
¿Dónde se fueron los sueños?
¿Dónde dejé los empeños?
Háblame, me voy contigo.

Sóplame, quiero sentirte.
Ya todo me queda lejos.
Rompí todos los espejos.
Tengo tanto que decirte…

Pero mi boca está muda,
mis ojos quedaron ciegos.
La realidad es tan cruda,
que devoró los sosiegos.

Y dime, mi dulce brisa:
¿Vale la pena esperar?
¿Sirve para algo luchar?
Aguarda, no tengo prisa.

Ya no.

Ay, viento… Nada comprendo.
Hay tantas cabezas bajas,
tantas voces decayendo,
y gritos que son navajas…

Hay tanto rencor oculto,
tanta herida mal curada,
tanta dignidad chafada,
que pensar es un insulto.

No quiero pensar.
Ya no.
Ni saber.
Ni sentir.
Ya no.

Viento, dime: ¿tú lo sabes?
¿Qué nos depara el futuro?
¿Superaremos el muro?
¿Encontraremos las llaves?

He esperado año tras año…
Han saltado tantas chispas…
Pero el fuego nunca prende.

Ya no sé de qué…

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