Manifestaciones «antidemocráticas»

bombero_policiaEl portavoz del gobierno de Madrid, Salvador Victoria, equiparaba el sábado a los manifestantes que protestaban en las calles contra las políticas de recortes y la corrupción con los golpistas del 23F. Entre las perlas que dejó ir en su cuenta de twitter se podía leer: «La marea antisistema y antidemocrática de esta tarde, es un tsunami contra las libertades y la democracia parlamentaria. No nos engañan». Cuando se dio cuenta de la que había liado (es decir, cuando sus «jefes» le tocaron la cresta) se apresuró a rectificar, asegurando que se refería únicamente a los grupos antisistema. Sí, claro.

Tras la multitudinaria manifestación de Madrid, en que los bomberos se sumaron a las protestas e hicieron de «escudo» entre policía y manifestantes, se produjeron los típicos incidentes en que los antidisturbios tienen la oportunidad de descargar toda su adrenalina, repartiendo palos a diestro y siniestro (mala suerte si estás en medio) con el objetivo de «defender» la democracia.

joven_maniHoy se podía leer en la edición digital de ‘El País’ un estupendo reportaje de investigación del periodista José María Irujo Amatria que, bajo el título ‘La vida oculta del asesino de Yolanda’, relata cómo Emilio Hellín Moro, condenado en 1982 a 43 años de prisión por asesinar dos años antes a la joven Yolanda González trabaja en la actualidad para los Cuerpos de Seguridad del Estado en tareas diversas de formación y asesoramiento. Hellín era militante de la ultraderechista Fuerza Nueva. La célula que dirigía secuestró y asesinó a sangre fría a la joven de 19 años, militante del Partido Socialista de los Trabajadores, aduciendo que era integrante de un comando de ETA. De los 43 años a que fue condenado cumplió sólo 14, incluyendo varias fugas, una de las cuales le llevó a Paraguay, donde colaboró durante tres años con el régimen de Alfredo Stroessner. El Ministerio del Interior dice que investigará la identidad de este señor, que al poco de salir de la cárcel cambió de nombre.

No quiero ser mal pensado, pero que un asesino ultraderechista trabaje para la policía que tiene asignada la sagrada misión de preservar nuestra democracia ejemplar, la misma que a la mínima oportunidad aprovecha para repartir estopa (muy democrática, eso sí), da para pensar mal.

Cada vez que escucho a dirigentes políticos esas declaraciones rimbombantes en las que parecen arrogarse la propiedad de términos como democracia, Estado de derecho, Constitución, libertad, que repiten una y otra vez, a poder ser todos en la misma oración, se me revuelven las tripas. Viven en una realidad en la que o estás con ellos o bien estás contra el sistema y, por tanto, contra la democracia y la libertad.

El Congreso lleva no sé cuánto tiempo cercado por vallas. ¿De qué lo protegen? ¿Qué es lo que temen? ¿Acaso no es el Parlamento la casa de todos los españoles? Se podría interpretar que tienen miedo a que invadan o les roben algo de su propiedad. Parece que olvidan que nada de aquello les pertenece, sino que en realidad pertenece al pueblo. Y ellos, los políticos, tienen asignada la tarea de hacer que las cosas funcionen, no de apropiarse la legitimidad para decidir qué es democrático y qué no lo es. Manifestarse libremente, sin miedo a que te rompan la cabeza, es lo más democrático que puede haber, pero últimamente parece que para nuestros dirigentes manifestarse significa querer acabar con la democracia. Hemos llegado a un punto en que si ganas unas elecciones mintiendo deliberadamente, aplicas unas políticas radicalmente opuestas a las que dijiste que llevarías a cabo, legislas y gobiernas contra los intereses de la ciudadanía, estás siendo un gobernante responsable y sacrificado. Pero cuando la gente protesta, porque además de verse engañada se entera de que esos gobernantes tan sacrificados llevan años sacándose unos jugosos sobresueldos, y hace visible su malestar saliendo a la calle, entonces resulta que esos mismos políticos les llaman antidemócratas, golpistas y enemigos de la libertad. Flipante.

«Fer net»
Dos cosas más antes de acabar. Hoy he escuchado fragmentos de una entrevista que le han hecho a Pere Navarro, el líder del PSC, en Catalunya Informació, en la que le han preguntado por los casos de corrupción que (presuntamente) «salpican» la política catalana. Ahora todos los partidos se han puesto como objetivo prioritario «fer net» y están llenos de buenas intenciones para dejar claro que en Catalunya la corrupción no tiene espacio, aunque, eso sí, la seguirán utilizando como arma arrojadiza cuando les convenga. El «ytumás» tan de moda. Bien, el caso es que me ha llamado poderosamente la atención una respuesta a la pregunta sobre si el PSC no debería «fer net» apartando, por ejemplo, a un señor, Josep Maria Sala, que fue condenado hace unos cuantos años por el caso Filesa, de financiación ilegal. Sala sigue formando parte de la ejecutiva del partido. Navarro ha intentado justificar vagamente que aquel no fue un caso de la gravedad de los de ahora y que, en cualquier caso, «no hubo ningún tipo de beneficio personal». «Se hizo un juicio y las personas implicadas pagaron sus responsabilidades». «Nos tenemos que ocupar de los casos actuales, que son muy preocupantes». Ante la insistencia de la periodista, el líder socialista contesta: «Si me dice que aquellas personas ya no pueden nunca más actuar y quedan fuera de la sociedad, a mí me parece muy preocupante, porque estamos poniendo en duda el propio sistema de la justicia». «Los castigos tienen que ser ejemplares, pero no perpetuos». No creo que nadie ponga en duda que cualquier persona condenada por el delito que sea tiene derecho a reinsertarse en la sociedad. Pero esto no va de eso, ni mucho menos. Estamos hablando de política. De que alguien condenado por un delito relacionado directamente con la actividad política siga teniendo responsabilidades políticas. Yo no sé si Josep Maria Sala cometió realmente el delito por el que tuvo que cumplir condena. Pero no voy a dudar de la decisión del juez. Y si ahora hablamos de eliminar la corrupción de la actividad política, no me parece lo más ideal que alguien condenado por corrupción siga en el meollo de un partido que dice que no tolerará comportamientos ilícitos.

‘Salvados’ cumple cinco años
Las últimas líneas las quiero dedicar a Jordi Évole y su ‘Salvados’, aire fresco en la parrilla televisiva, que hoy celebraba el quinto aniversario. Reconozco que me enganché hace relativamente poco al programa. La fórmula que utiliza, que combina una altísima calidad técnica y formal con unos contenidos muy interesantes para la población de a pie, la que vive la realidad real, y, sobre todo, tratados de manera muy cercana y a la vez muy profesional por ‘el Follonero’, convierte a ‘Salvados’ en el programa periodístico de referencia en la actualidad. Viendo ‘Salvados’ a menudo tienes la sensación de que Jordi Évole es tu vecino o tu colega del barrio, que quiere enterarse de cómo funciona el «tinglado» en el que vivimos y pregunta como lo haríamos cualquiera de nosotros. La clave del programa es la cercanía con el espectador. Mientras a su presentador no se le suba el éxito a la cabeza (que no tiene pinta) todo irá bien. Han celebrado los cinco añitos con un capítulo especial, en que el director de cine David Trueba entrevistaba a Jordi Évole. Ha sido muy interesante. Recomiendo que lo veáis porque no ha sido una entrevista condescendiente.

He aquí el enlace al programa especial quinto aniversario de ‘Salvados’: http://www.lasexta.com/videos/salvados/2013-febrero-24-2013022200030.html

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