Mientras el gobierno de Bulgaria dimitía en bloque como respuesta a la movilización social que ha paralizado el país durante días en protesta por los planes de austeridad y por la subida de las tarifas eléctricas, y tras la violenta represión policial («No voy a participar en un Gobierno bajo cuyo mandato la policía está golpeando al pueblo», dijo el ya expresidente, Boiko Borisov), aquí Mariano Rajoy, a quien Bulgaria debe sonarle a país de cuento, preparaba su comparecencia en el debate del estado de la nación.
Ninguna sorpresa. A nadie puede sorprenderle que la visión sobre la situación del país de quienes gobiernan sea radicalmente opuesta a la que tenemos la mayoría de la ciudadanía, incluso buena parte de los que votaron al partido que nos está conduciendo a la miseria. Rajoy y el resto de dirigentes del PP viven en una realidad paralela, donde no existen las personas expulsadas de sus casas, condenadas a malvivir; ni los emprendedores abocados al fracaso antes de siquiera tener oportunidad de poner en marcha su idea/negocio; ni los jubilados que tienen que hacer magia para que de su exigua pensión coma toda la familia; ni los jóvenes desesperanzados porque el futuro no les depara nada esperanzador; ni los millones de parados que ya no saben qué hacer para conseguir un empleo digno…
En el mundo de Rajoy la corrupción no existe o, por lo menos, no existe con nombre y apellidos, y, desde luego, no es uno de los principales problemas del país. No es una disfunción que haya que tener en cuenta a la hora de explicar por qué el barco se hunde (el océano es muy grande y se traga toda la mierda, ¿verdad? Véase ‘Prestige’). En la realidad de Rajoy España es un país ‘prestig-ioso’, aclamado en el extranjero, especialmente en la vieja Europa, por sus encomiables esfuerzos para salir de la crisis, liderado por un gran estadista que si tiene que pasarse 36 horas sin dormir lo hace porque su patria bien vale ese sacrificio. En ese mundo de ensueño nadie fuera de nuestra fronteras ha oído jamás hablar de un tal Bárcenas ni de presuntos sobresueldos en la cúpula del PP. Se trata de insidias orquestadas por una diabólica mano negra que pretende hundir la nación.
En esa realidad paralela, la reforma laboral está evitando la destrucción de empleo, la economía española está alcanzando unos niveles de competitividad y productividad envidiables, las exportaciones mejoran y hay más emprendedores que nunca. Son detalles sin importancia que si cada vez queda menos gente trabajando, evidentemente el ritmo de destrucción de empleo se ralentiza; que competitividad y productividad son eufemismos vergonzosos que lo que significan de verdad es que los salarios y los derechos laborales se reducen y, por tanto, cuesta menos producir lo mismo; que no es que las exportaciones mejoren, sino que la demanda interna está por los suelos, porque la gente no tiene dinero para consumir y el poco que tiene se lo piensa muy bien antes de gastarlo, con lo que, evidentemente, los pequeños negocios están condenados al cierre, la economía productiva está en la UVI. Y claro que hay emprendedores. A pesar de las trabas burocráticas y del maltrato fiscal (ahora anuncian medidas para… ¡¡¡2014!!!), las personas se agarran a un clavo ardiendo para salir adelante, y si no hay posibilidad de trabajar por cuenta ajena, pues lo intentan como autónomos o como pequeños empresarios. Ahora, igual que hay más emprendedores que nunca, también cierran más empresas que nunca, ¿o ese dato no existe en la realidad paralela del gobierno?
El estado de la nación es lamentable. Esa es la cruda realidad. Las palabras de Rajoy quizás se las sigan creyendo en su casa y en la calle Génova de Madrid. Aquí los únicos que tienen motivos para el optimismo son los grandes empresarios, los políticos de altos vuelos (esos que jamás catarán la crisis) y los banqueros, que pase lo que pase jamás van a perder. Los discursos grandilocuentes, pronunciados para autoafirmarse y utilizados como arma arrojadiza entre rivales políticos, no sirven para nada. La gente real, la que sufre el día a día, la que sabe de verdad cuál es el estado de la nación, ya no quiere palabras ni más promesas incumplidas. A esa gente le (nos) importa un pimiento si Rajoy se pasa 36 horas o una semana sin dormir. Es un insulto escuchar semejantes memeces cuando te han echado de tu casa y no sabes si mañana vas a poder comer.
Los gobernantes de España han renunciado a hacer su trabajo: procurar el bien de los españoles. Esa labor la ejercen las entidades sociales y la solidaridad de las personas, sin medios, sin poner excusas, sin buscar enemigos externos. Rajoy & co. gobiernan para contentar a los mercados y a sus jefes europeos, pero olvidan que no podrán mantenerse indefinidamente en esa realidad alternativa, porque la paciencia de los habitantes de la realidad de verdad tiene un límite. Un límite muy flexible, está claro, pero límite al fin y al cabo.
Dejo el enlace a la reflexión de Iñaki Gabilondo al respecto del debate: http://blogs.elpais.com/la-voz-de-inaki/2013/02/lo-que-pasa-y-lo-que-importa.html
Que gran verdad comenta Iñaki: » Allí en el Parlamento lo que pasa no importa y lo que importa no pasa»
Me gustaMe gusta
Demoledor, y lo grave es que me temo que a quienes debería preocuparle (los políticos) no les importa.
Me gustaMe gusta