
A finales de marzo, el vicegobernador de Texas, un tal Dan Patrick, pedía a las personas mayores poco menos que se sacrificaran por su país para que la economía no se resintiera a causa de la pandemia de Covid-19. Anteponía el curso normal de la actividad económica a las medidas de prevención contra la enfermedad. Él mismo, de 70 años de edad, se mostraba dispuesto a morir si ello ayudaba a evitar el colapso de la economía estadounidense.
Por las mismas fechas, llamaba la atención la frialdad con la que destacados responsables médicos de Países Bajos y Flandes justificaban la no atención médica a las personas mayores contagiadas por el coronavirus para no saturar los hospitales. «Ellos [los hospitales italianos] admiten a personas que nosotros no incluiríamos porque son demasiado viejas», declaraba el jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden, un tal Frits Rosendaal.
Escandaloso, ¿verdad? Por un lado, la economía antes que las personas, y además las más vulnerables. Por el otro, sacrificar a los más débiles, los ancianos, en pos de la eficiencia del sistema hospitalario. Qué manera tan fría, tan desprovista de humanidad, de tratar a quienes nos han dado la vida. Estaremos de acuerdo en que es inadmisible, que en la cultura mediterránea cuidamos a nuestros mayores de la forma más digna posible. Y, ciertamente, así es en muchas familias.
Pero la realidad es tozuda, y demuestra que quizás en España no estamos autorizados para dar lecciones éticas a nadie. En pose no hay quien nos gane, eso seguro; ni en cinismo. Esta tarde rtve.es ha publicado un informe sobre la incidencia del Covid-19 en los centros geriátricos, con datos espeluznantes. El que debería ser causa de emergencia de todos los colores, y, sin embargo, escandaliza incomparablemente menos que ver a familias paseando o a runners exhibiendo sus michelines vestidos de fosforito: 17.452 fallecidos. Seguir leyendo «Poner el foco en lo realmente escandaloso»