XIII Jornadas de La Bolsa de Bielsa: memoria y reivindicación, con el puño en alto y sin perder la sonrisa

XIII Jornadas La Bolsa de Bielsa
Foto de familia junto al monolito en homenaje a las víctimas de La Bolsa de Bielsa. Autor: Carlos Migliaccio (neofato.es)

José María Escalona me puso en contacto con una Bielsa que yo no conocía. Pese a haber veraneado toda la vida en el Valle de Pineta, no tuve conocimiento de la tragedia que tuvieron que afrontar sus gentes durante la Guerra Civil hasta que empecé a escribir El viaje de Pau.

La Bolsa de Bielsa es un episodio heroico que protagonizó la 43 División republicana al evacuar a miles de personas ante el hostigamiento de los fascistas, pero también trágico, pues tuvieron que marchar a Francia con lo puesto a través de las montañas, y al regresar sólo encontraron cenizas.

Lo menos que merecen es que las recordemos.

A ello dedicó su vida José María, uno de los responsables de que Bielsa sea un ejemplo excepcional de respeto por la memoria histórica. Fue el impulsor del magnífico museo etnológico e histórico que debería ser el espejo de municipios mucho más grandes, cuyo fondo documental, por ejemplo, me fue tan útil para escribir mi primera novela.

Por eso, fue emocionante ser testigo del descubrimiento del retrato y la placa que lo rebautiza como Museo de Bielsa José María Escalona Martínez.

El domingo, en el marco de las XIII Jornadas de La Bolsa de Bielsa, el ayuntamiento rindió homenaje a un belsetán querido y respetado, sobre todo, por la determinación con la que defendía sus principios. La Sala de Plenos quedo muy pequeña para dar cabida a familiares, paisanos y a quienes, como yo, sin serlo, en esa tierra nos sentimos en casa.

José María era uno de los fijos en las jornadas que cada junio organiza la Asociación Sobrarbense La Bolsa; fue uno de los «culpables» de que en 2008, en el 70º aniversario de la conmemoración, se instalara el monolito en homenaje a las víctimas y a la 43 División en el lugar de mayor tránsito del pueblo, no una plaquita escondida en un cementerio o en una plaza apartada, como sucede en tantos sitios.

Bielsa no olvida y no mantiene el recuerdo oculto: lo explica, alto y claro, sin medias tintas, sin dulcificar unos hechos terribles ni pasar de puntillas respecto a sus culpables.

La labor pedagógica de José María, maestro de profesión, fotógrafo de vocación, historiador, divulgador, cabezón como buen maño, fue fundamental en esa tarea de apertura de puertas y ventanas, tan necesaria; pero también la de los testimonios directos. Afortunadamente, será por el aire rejuvenecedor del Pirineo, aún quedan vivos unos cuantos de aquellos héroes, a quienes las Jornadas de La Bolsa reivindican cada año.

Martín Arnal, Rubén Barranco y Joan Escudé
Martín Arnal y Joan Escudé reciben el reconocimiento de Rubén Barranco y el resto de participantes en las jornadas de La Bolsa de Bielsa

Martín Arnal y Joan Escudé, que suman más dos siglos de experiencias, combatieron con la 43 y participaron en la evacuación de los pueblos del Sobrarbe cuando, aislados del ejército republicano, resistir al poder asesino de los fascistas se hizo insoportable. Y el domingo ahí estaban, participando en la ofrenda floral a las víctimas, recordando sus vivencias, conservando la esperanza en que su lucha, que es la de quienes los acompañábamos, algún día recibirá un reconocimiento multitudinario.

Esta crónica de las XIII Jornadas de La Bolsa, un tanto deslavazada, pretende ser mi pequeño homenaje a José María, a los héroes de la 43 y a esos miles de héroes, que en Bielsa no son anónimos, que cruzaron por Puerto Biello a Francia, a casi 2.400 metros de altitud, con la nieve por la cintura.

También es un reconocimiento a quienes llevan más de trece años trabajando de forma desinteresada para que cada mes de junio más de un centenar de personas se reúnan en un rincón del Pirineo Aragonés para celebrar la convicción común de que otra sociedad es posible. Rubén Barranco y Ester Lebrón, alma de las jornadas, anunciaban el sábado por la noche que necesitaban un descanso, y la buena noticia es que inmediatamente surgió un grupo de voluntarios para seguir con su impagable labor. De hecho, ya hemos creado el grupo de whatsapp de las jornadas 2020… Iremos informando.

Recuerdo y reconocimiento, que no es poco en esta época de olvido, reproches y envidias, son la materia prima a partir de la cual se configura un acontecimiento que resultaría imperdonable dejar morir. El fin de semana sólo deja buenos recuerdos: nuevas amistades, charlas enriquecedoras, homenajes emocionantes, paseos por un entorno natural apabullante, risas y bailes, y convivencia sana.

Recuerdo, reconocimiento y justicia es lo que persiguen las asociaciones memorialistas; no para ellas, sino para las decenas de miles de víctimas de la represión franquista que continúan desaparecidas en fosas y cunetas, olvidadas desde siempre y para siempre por el Estado, y que van siendo recuperadas en cuentagotas gracias al empeño voluntarista de quienes no se resignan a aceptar ese sello de olvido mezquino que institucionalizó la preconstitucional Ley de Amnistía.

Entre los participantes de las jornadas había representantes de varias de estas entidades. El domingo presentaron la Plataforma de Asociaciones Memorialistas de Aragón (PAMA), y una de ellas, la Asociación por la Recuperación e Investigación Contra el Olvido (ARICO), explicó la dificultad que conlleva la localización y exhumación de fosas debido a la falta de interés de la mayoría de administraciones. Con el nacimiento de PAMA confían en poder hacer más presión, y más efectiva, ante ellas.

De Aranda de Duero (Burgos) llegaron los amigos de la Asociación En Medio de Abril para explicar su labor de sensibilización entre la población, las exhumaciones que han llevado a cabo, y presentar el libro Las memorias del abuelo, que recoge testimonios de los represaliados por el franquismo.

Aunque, desde mi punto de vista, lo más valioso que trajeron los compañeros burgaleses fue la esperanza en el futuro. Una esperanza que responde al nombre de Marcos y tiene once años. El sábado por la mañana fue mi compañero de travesía durante la mayor parte de la subida a Puerto Biello, y por la noche, durante la cena, acabó de confirmar que es un crack en toda regla (Pau y Clara, otros dos cracks algo más creciditos, pueden corroborarlo).

Hablamos de multitud de temas: de política, de su a veces complicada relación con algunos maestros que no acaban de llevar bien que un chaval tenga más conciencia social que la mayoría de los políticos que se dicen de izquierdas; de cambio climático, de economía, de historia (nos quedamos a cuadros cuando sacó el tema del turnismo entre liberales y conservadores durante la restauración borbónica), incluso de vino (su padre es viticultor). Once años tiene el fenómeno. De verdad.

Memoria y reconocimiento. Por los guerrilleros que, tras defender la República con la 43 y participar en la resistencia y la liberación francesas durante la II Guerra Mundial, continuaron resistiéndose a sucumbir al fascismo. En Casa Larraga de Bielsa se inauguró el domingo una exposición que los recuerda, extraída del libro Cuando los Maquis, de Luis Pérez de Berasaluce, y que es posible gracias a la colaboración de los descendientes de aquellos hombres y mujeres que no debemos olvidar.

Para muchos, reivindicar las figuras históricas que dieron su vida por un mundo mejor, más humano, igualitario, justo, es vivir anclados en el pasado. Son quienes prefieren no pensar o tienen vergüenzas que esconder.

El sábado por la tarde, en el camping Los Vives de Saravillo (campamento base inmejorable para las jornadas), disfrutamos de una instructiva y amena sesión de reivindicación histórica de dos de esas figuras clave en la historia del anarquismo español: Durruti y Ramón Acín. El escritor Juan Pérez, el caricaturista Carlos Azagra y la colorista Encarna Revuelta presentaron el cómic Pepe Buenaventura Durruti, que recorre la vida de quien se ha convertido en un icono de la lucha por la libertad. El libro procura huir de la alabanza para centrarse en el hombre, en su vida cotidiana, que de cotidiana tuvo muy poco, siempre embarcado en todo tipo de aventuras.

Juan Pérez, Encarna Revuelta y Carlos Azagra
Juan Pérez, Encarna Revuelta y Carlos Azagra en el camping Los Vives

En la vida de Ramón Acín hubo menos acción. Fue un periodista, pedagogo y artista oscense, un humanista libertario, «un hombre bueno», resumió Juan Pérez, «al que mataron por serlo». En La bondad y la ira (últimas horas de Ramón Acín), con los dibujos de Daniel Viñuales, el guionista hace un repaso por su vida, en la que trabó amistad con los grandes creadores del primer tercio del siglo XX, como Lorca y Buñuel.

La periodista Clara Asín aprovechó el acto para invitar a todos a ahondar en el conocimiento de quien es apenas conocido en su propia tierra. El año pasado el gobierno de Aragón declaró Bien de Interés Cultural el monumento a Las Pajaritas, obra de Acín, que se ubica en el parque Miguel Servet de Huesca desde 1929. «Las aguas, las escuelas, los árboles. He aquí los tres problemas capitales de la ciudad. Todo para los niños, la higiene, la cultura, la alegría y la salud. Los niños son la única esperanza de un mañana mejor», fueron sus palabras cuando supo la intención del ayuntamiento de construir un parque en la ciudad, según reproduce la página web de Patrimonio Cultural de Aragón.

Monumento de Las Pajaritas - Ramón Acín
Las Pajaritas de Ramón Acín en el Parque Miguel Servet de Huesca. Foto: www.patrimonioculturaldearagon.es

Una doble reproducción de esas pajaritas se instaló en Barcelona en 1991, en el barrio del Clot, una pareja en un extremo de la Rambla del Clot y la otra en la confluencia de la calle Aragó con la avenida Meridiana, uno de los puntos más transitados de la ciudad.

La nota festiva, y sin embargo reivindicativa (porque una de las cosas que hacen de las Jornadas de La Bolsa algo especial es que se puede reivindicar con el puño en alto y una sonrisa), la puso la música en directo de Los músicos del país, con las colaboraciones «estelares» de los y las valientes que, venciendo al sentido del ridículo, nos invitaron al resto a mover el esqueleto hasta altas horas de la madrugada del domingo.

Dejo para el final el que en mi opinión fue el acto más bonito y emocionante: el homenaje a José María Escalona en Puerto Biello. El sábado por la mañana tomamos la senda que parte desde el aparcamiento de la boca sur del túnel Bielsa-Aragnouet. Era la primera vez que yo hacía la ruta. 81 años atrás quienes pisaban esas mismas piedras y cruzaban los mismos arroyos no podían disfrutar del paisaje maravilloso. Acababan de abandonar sus hogares, víctimas de la guerra, sin saber qué les esperaba en Francia ni si podrían regresar algún día.

Una hora y media después alcanzaba el collado. En la vertiente francesa, mucha nieve y niebla. A medida que íbamos llegando torcíamos el gesto, pues de nuevo algún cafre enemigo de la libertad había hecho desaparecer la placa que la Asociación Sobrarbense La Bolsa había colocado en una roca en homenaje a la 43 División y a los exiliados. Y es que, insisto, ochenta años después algunos continúan sin soportar que otros no nos resignemos al olvido. ¿Qué mente perversa se dedica a subir a 2.400 metros de altitud a destruir lo que otros construyen? No logro comprenderlo.

De todas formas, lo que no iban a poder impedir era que despidiéramos a José María como él habría querido: celebrando su compromiso con la libertad, acompañando a su hermana y a su hijo al lugar donde él tantas veces subió junto a la memoria de todas esas gentes a cuyo recuerdo dedicó su vida.

José María ya forma parte perpetua de esas montañas.

Hasta siempre, amigo.

Con José María Escalona
En casa de José María Escalona, en agosto de 2013

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