Comunicación que (in)comunica

movilesHabía pensado en escribir sobre los pobres políticos que necesitan de la caridad de empresarios de buen corazón para llegar a fin de mes. Podría haber hecho un alegato en favor de la desagradecida, incomprendida y siempre desinteresada labor del gestor público y en la impagable tarea humanitaria que desempeñan esas corporaciones que, con su trabajo incansable, han levantado este país a base de ladrillos y cemento, siempre procurando el bien del prójimo. Pero he cambiado de idea, porque sería repetir lo mismo que todos pensamos y no aportaría nada nuevo.

En fin, que he decidido hablar sobre la comunicación, esa capacidad tan apreciada entre los seres humanos, de la cual María Dolores de Cospedal sería uno de los máximos exponentes… Que no, que no hablo de política, de verdad…

Hoy más que nunca disponemos de todo tipo de herramientas que facilitan la comunicación instantánea con cualquiera que habite en este mundo. Juguetitos como las redes sociales y el famoso whatsapp nos permiten estar en contacto con un montón de gente simultáneamente, haciendo posible que las personas tengamos unas relaciones sociales más ricas y variadas que nunca… ¿o no?

Los humanos que vivimos en el mundo tecnológicamente avanzado hemos cambiado nuestros hábitos a una velocidad sorprendente. Hace unos días iba en el metro y, mirando a mi alrededor, me entró la risa tonta. A mi derecha había una chica con una tablet enorme jugando al solitario; en frente iba un chico con unos cascos modelo estrella de la NBA, manipulando lo que me pareció razonable considerar un iPad. Debía estar haciendo algo sofisticado. Efectivamente, jugaba al Mario Bross o algo por el estilo. En un asiento próximo, otra joven tecleaba frenéticamente en su móvil. Yo, en cambio, ser prehistórico, leía un anticuado libro con sus anticuadas páginas de papel.

A ver, que yo también tengo móvil e incluso tablet (nunca creí que sería un regalo tan práctico, sobre todo para mi señora esposa, que se la ha anexionado), tengo facebook, linkedin, e-mail y hasta un blog. Reconozco que son herramientas útiles, que facilitan el trabajo y me permiten estar en contacto con gente a la que aprecio pero a la que raramente veo, e incluso conocer a otras personas interesantes.

Explicaré una anécdota que me ocurrió siendo universitario, es decir, hace un par de siglos, y que si me pasara ahora directamente sería considerado el rey de los cazurros. Era sábado por la noche y había quedado para celebrar el cumpleaños de una amiga. Nos habíamos citado en el andén del metro, en Sagrera, pero la puntualidad no era (es) precisamente la mayor de mis múltiples cualidades, así que cuando llegué ya se habían marchado al siguiente punto de encuentro, en Navas, pero yo esa información no la había procesado en su momento. Total, que me pasé la noche dando vueltas y acabé volviendo a casa, completamente frustrado. En descargo de mis amigos debo decir que llamaron a mi casa y les dijeron a mis padres dónde estarían, pero se ve que yo no tenía un día demasiado lúcido y no se me ocurrió telefonear (evidentemente desde una cabina, que en 1993 no había móviles) a mi casa (qué tiempos, ¿eh, Virginia, Sebas?). Hoy en día la cosa se habría solucionado con un sms (os juro que los sigo usando) o un whatsapp.

Ah, el whatsapp, qué gran invento… Yo no tengo, ni ganas. «Me encanta» la gente que farda de tener 3.000 amigos en facebook y la que se pasa el día enviándose mensajitos instantáneos con el móvil, tan trascendentales como «Me acabo de sentar en la taza del water». No, en serio, me fascina la gente capaz de componer frases inteligibles con esas teclas minúsculas a la velocidad de la luz. No hay duda de que han conseguido desarrollar una nueva área del cerebro hasta ahora oculta.

En Caldes de Montbui, donde vivo muy a gusto desde agosto, frecuentamos ‘El pa torrat’, un restaurante propiedad de un chico muy majo que suele explicarnos anécdotas simpáticas. El otro día, hablando sobre la estupidez a la que está siendo sometida la humanidad por culpa de las nuevas tecnologías de la comunicación, nos contó que se había encontrado con un grupo de comensales muy ingeniosos que decidieron lo que iban a comer por whatsapp. Sí, sí, se ve que en vez de comentar la carta de viva voz (qué anticuado…) se pasaban unos a otros lo que querían mediante el móvil. Sin comentarios.

Yo he sido testigo de la insociabilidad que puede conllevar coincidir en una reunión familiar con varias personas armadas con móviles de última tecnología. Mis cuñados/as, que son muy majos, me matarán, pero resulta bastante cómico estar todos sentados a la mesa y que cuatro de las seis personas presentes tengan la mirada y los dedos clavados en la pantallita de esas máquinas para las que la denominación «teléfono» resulta a todas luces insuficiente. Eh, sin acritud.

Y eso es todo amigos. Aprovecho estas líneas para hacer un ruego: aunque las nuevas tecnologías estén muy bien y sean muy útiles y divertidas, hablemos más y quedemos más en persona. Y cuando estemos juntos olvidad un rato el móvil, please.

8 comentarios sobre “Comunicación que (in)comunica

  1. «Hola majo» te escribe uno de tos cuñados ( y no desde el teléfono ) Estoy de acuerdo en lo que comentas del ambiente insocial que se crea en familia cuando aparecen los teléfonos, la verdad que a mi también en ocasiones me incomoda, y no solo en reuniones familiares. Deberíamos proponer alguna solución, la de la foto de arriba me gusta: teléfonos boca abajo en el centro de la mesa y la primera persona que no pueda resistirse a cogerlo que page algo, o que ponga un euro, o que haga los cafés, o a fregar los platos… No sé, qué te parece ? Ahhhh por cierto se escribe Whatsapp !!!

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      1. Yo podré aguantar sin whatsapp, al resto le costará, jajaja, a fregar !!!
        El libro aún no lo he empezado, tranqui….que estoy leyendo uno en inglés, por obligación, y otro en paralelo del Kilian Jornet, este por gusto, así que no sé para cuando. Te aseguro que hay muchas ganas…

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  2. ¡¡Me sumo a tu petición: » aunque las nuevas tecnologías estén muy bien y sean muy útiles y divertidas, hablemos más y quedemos más en persona»!!

    Todavía le podías haber dado más caña al tema, has sido muy respetuoso (menos con tus cuñad@s, jajajajja) Pero vamos que tiene miga el tema y te lo digo como persona y como CM, que son ciertas todas las bondades de la tecnología, pero… si desapareciera tampoco nos iba a pasar nada.

    No me enrollo mucho, que ganas me dan… Tengo un post que algún día publicaré que se llama «No es verdad ángel de amor…¡los peligros de Internet!» Si pones en una balanza todo lo bueno de Internet y una sola de las cosas malas (p.e. asuntos relacionados con menores) podría desaparecer de la faz de la tierra todo dispositivo, canal, medio o lo que sea que difunda o comparta la maldad.

    Creo que tu podrías escribir algo muy bueno en este sentido. Es de reflexión.

    Un saludo y no me vayas a birlar el carnet VIP, que ahora traigo mucho jaleo y no puedo venir todo lo que quisiera a un » sitio donde uno se siente a gusto, protegido. Un entorno adecuado para reflexionar sobre la vida…» 😀

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    1. Tranquila, que el carnet es tuyo… Es indudable que las tecnologías de la comunicación tienen muchas cosas positivas, pero, claro, también hay quienes las aprovechan para todo tipo de actividades execrables. Y algo parecido encontraríamos en cualquier otra actividad humana. Intentemos quedarnos con lo positivo y reducir al máximo lo negativo. El post que propones es interesante. Me lo apunto. Un abrazo!

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  3. ¡Esa propuesta de móviles en el centro de la mesa la compro! Aunque a mi más que por el WhatsApp me costaría por la cámara… Eso si que no se sí podría resistirlo…
    Por cierto, nos quedamos con lo positivo ¿verdad?
    Bss!

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