Recuerdos de un año acabado

Me acuerdo de cuando perdí la voz, de la impotencia por hacerme escuchar y de los meses de angustia y pruebas médicas. 

Recuerdo que volvió sola. Tal como se fue, vino, como la wifi de Enjuto Mojamuto. 

Me acuerdo del ataque de apendicitis, justo la noche que llegué con Albert al camping de Bielsa. Al día siguiente me operaron en el hospital de Barbastro. Recuerdo respirar hondo la anestesia; a la tercera inspiración, desperté en la sala de reanimación. 

Me acuerdo de la alegría con la que recibí a María, a pesar de estar hecho un trapito con patas, como dice ella, y de que al reír me dolía el abdomen. Recuerdo que también vino a verme Miguel y, claro, me hizo reír. 

Me acuerdo de la cara que puso la cirujana al decirle que cuando me diera el alta me volvería al camping. 

Me acuerdo de Miguel (otro Miguel), Gori y Esther, de lo majos que fueron cuidando de Albert esos días. Muchísimas gracias, amigos. 

Recuerdo que unos días después celebramos la XII Muestra de Cine de Ascaso y que, aunque renqueante, disfruté de compartir la experiencia por primera vez con mi hijo. Recuerdo que todos quedaron encantados con él, y que él, el único chaval del clan, lo pasó genial. 

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Regreso a los veranos de Pineta (I)

Pradera de Pineta
Pradera de Pineta, antigua acampada libre   Foto: Benjamín Recacha

Cuando cerraron la acampada libre del Valle de Pineta lo primero que lamenté fue que mi hijo (bebé por entonces) no podría disfrutar de los veranos al aire libre, rodeado de exuberante naturaleza, que yo gocé en mi infancia y adolescencia, y que de hecho continué gozando hasta un año antes de la clausura definitiva. Había otro camping, de los que tienen parcelas delimitadas, a 6 kilómetros de distancia, pero nunca me planteé veranear allí. Sentía que hacerlo sería una especie de traición a la esencia de Pineta, aquella pradera alrededor de la cual año tras año repetían las mismas tiendas, los mismos vecinos de veraneo, todos con el denominador común del amor por la naturaleza y, concretamente, por un paisaje que en nuestro interior sentíamos propio. Seguir leyendo «Regreso a los veranos de Pineta (I)»