Estuve en La Alpujarra granadina en el verano de 2005. Me encantaron esos pueblecitos encaramados en la montaña, con sus estrechas calles de piedra y sus casas pintadas de blanco con balcones repletos de flores. Recuerdo que me impresionó la mole de la sierra de la Contraviesa, al otro lado del río Guadalfeo, que alimenta el valle, y la carretera que, desde Lanjarón, va conectando los pueblos situados en las laderas de Sierra Nevada. Nos alojamos en Casa Jazmín, una deliciosa finca ubicada en la parte alta de Órgiva, a la sombra de cuyos árboles frutales desayunábamos y charlábamos animadamente con sus amistosas propietarias. Qué buenos recuerdos…
Acabo de leer ‘El loro en el limonero’ (Ediciones Salamandra, 2012), el segundo de los libros que Chris Stewart dedica a sus vivencias como alpujarreño. La traducción es de Patricia Antón de Vez. Este inglés, consumado esquilador de ovejas, amante de la música (llegó a tener una efímera carrera como primer batería de Genesis) y de la naturaleza, adquirió junto a su mujer, Ana, la finca El Valero, en plena montaña alpujarreña (cerca de Órgiva), y allí vive actualmente, plenamente integrado en la cultura y el modo de vida de la zona.
En libro explica, como ya hiciera en ‘Entre limones’, sus experiencias como habitante de esa tierra maravillosa. Nos presenta a su familia, que además de su esposa Ana y su hija Chloé, se compone de un variopinto grupo de animales, entre los que se incluyen un número indeterminado de perros, gatos, palomas, ranas, carpas, ovejas, y hasta un peculiar periquito cuáquero, llamado Porca por obra y gracia de la pequeña Chloé.
También conoceremos a los vecinos y amigos de la familia, así como a todo tipo de personajes pintorescos que van entrando y saliendo de la vida de los Stewart.
El paisaje y el entorno natural son un elemento indispensable en la historia, pues Cristóbal (como lo conoce todo el mundo) se encarga de transmitir en cada página el profundo amor que siente por La Alpujarra y su inquietud ante la posibilidad de que ese patrimonio natural privilegiado pueda verse dañado.
Pero lo que más destacaría de la obra es el inteligentísimo sentido del humor con el que está escrita. Desde la primera página te obliga a leer con una sonrisa perenne que con frecuencia se transforma en carcajada. Las experiencias laborales del autor, especialmente esquilando ovejas en Suecia y trabajando como músico en un circo, así como sus intentos por aprender a tocar la guitarra en Sevilla, son especialmente hilarantes.
Desde aquel verano de hace ocho años he pensado que valdría la pena volver a La Alpujarra. Leyendo el delicioso relato de Chris Stewart he rememorado aquellas vacaciones tan estupendas por Granada (que nos llevaron a descubrir también el tesoro maravilloso que es la Alhambra), y las ganas de repetir la «excursión» han aumentado exponencialmente.
Para acabar, una curiosidad. El título original es ‘The parrot in the pepper tree’, pero se ve que un pimentero no suena tan comercial como un limonero.
«Dale limosna mujer, que no hay en la vida nada, como la pena de ser, ciego en Granada».
(Francisco A. Icaza)
😉
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Qué gran verdad!
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