Cultura que acompaña

Novelas Benjamín Recacha García

La semana pasada ofrecí a través de Twitter la posibilidad de leer cualquiera de mis novelas en formato digital. Son días extraños para todos. Estamos inquietos, asustados, tristes, solos, desanimados, indignados, tensos, desmotivados… Cada uno lo lleva a su manera. Por suerte, quienes disponemos de un hogar, gozamos de (más o menos) buena salud, y (todavía) no sufrimos por el sustento, encontramos distracciones con las que sobrellevar el confinamiento. Como, por ejemplo, las montones de iniciativas que han surgido a través de las redes para compartir cultura de forma espontánea y altruista.

He leído algunas voces que lo cuestionan. Dicen que regalar cultura es infravalorar el trabajo creativo. Pues vale. Con mis novelas hago lo que a mí me apetece. Las he regalado a menudo, a quien he querido. También las vendo, por supuesto. Y le estoy inmensamente agradecido a cada lector, sea como sea que haya llegado hasta ellas.

La cuestión es que varias personas se han atrevido a aceptar mi ofrecimiento (intuyo que hay a quienes les puede el pudor de pedir algo gratis a su creador; es menos comprometido descargarlo pirata, cosa que, por otro lado, me preocupa muy poco), y una de esas personas es Paula Palacios. También escritora (podéis visitar su web), me pidió Con la vida a cuestas, mi segunda obra. Se la mandé el martes, la empezó el jueves, y el viernes recibí el preciosos email que reproduzco a continuación, con su permiso, por supuesto. Mil gracias por tus palabras, Paula. Si alguien más se anima, que no se corte. 😉

Las historias que nos gustan tienen una cosa buena, que es mala a la vez: se consumen como una cerilla. No hay nada mejor que pegarse a un relato que te atrapa y pocas cosas peores que el momento en el que llegas al final.

Son estos días que vivimos como las buenas historias, y tienen algo bueno y malo a la vez. Lo malo es este relato extraño en el que nos vemos envueltos, un relato que cualquier editor desecharía por inverosímil. Parece que vivamos en una distopía mal hilvanada. Lo bueno es que tenemos ese tiempo que siempre añoramos para aferrarnos a las historias que nos atrapan. Así que este encierro inesperado me ha permitido leer tu novela en un tiempo que, hace un par de semanas, ni hubiese podido soñar.

La verdad es que había elegido esta novela porque habla de un padre que ha perdido un hijo e inicia un viaje. Yo estoy, desde hace varios meses, trabajando en una historia en la que también una madre pierde a sus hijos y me apetecía mucho ver cómo tratabas el tema. Lo cierto es que tu historia no tiene nada que ver con la mía, más allá de esos padres que se quedan sin hijos, una situación tan antinatural, que ni siquiera somos capaces de ponerle un nombre.

Sin embargo, tu novela me ha sorprendido gratamente por varios aspectos. El primero, la ubicación, ya que no me esperaba que la historia se viniese tanto al noroeste (tenía la idea de Cataluña en la cabeza), con lo que me he visto en parajes totalmente familiares y queridos. ¡Hasta La Cueta, madre mía, que no es sitio fácil de encontrar! ¡Cuánta nitidez le has devuelto a tantos recuerdos que guardaba en el fondo del disco duro!

También me ha gustado mucho tu construcción de personajes, no solo la del protagonista, sino toda esa coralidad que conforma la novela y que está tan bien encajada. Quizás son los secundarios los que más me han gustado: Edurne y sus gatos (absolutamente maravillosa), las chicas del Este, Rosa e Íñigo… y cómo vas deslizando subtramas por aquí y por allá.

Creo que también es una novela muy oportuna en los momentos que estamos viviendo, ya que te deja ese buen sabor de la vida sencilla, de las ganas de disfrutar de los lazos personales más fundamentales, como la amistad, los amores (sobre todo los primeros, los que empiezan y los que no siempre acaban todo lo bien que nos gustaría). En este aspecto me ha parecido muy realista cómo has afrontado el triángulo María-Alberto-Rosa.

Lo cierto es que yo leo y escribo fundamentalmente género negro (y realmente pensaba que tu novela iba a ser bastante negra, por la idea de partida que tenía, de esa pérdida del hijo). Lo último que había leído es Europa, de David Llorente, que no puede estar más en las antípodas. Y, a pesar de haberme encontrado algo bastante distinto a lo esperado, lo cierto es que la he disfrutado mucho.

Te felicito y, nuevamente, te agradezco infinito que hayas tenido la generosidad de enviármela. La he recomendado ya a varias personas, pero no compartiré esta copia con nadie (si acaso,  que la compren o que te la pidan a ti directamente).

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