Ya podéis leer en ‘Salto al reverso’ la tercera parte de ‘La cooperante’, lo que iba a ser un relato en dos o tres partes como máximo, pero que va de camino a convertirse en un culebrón… 🙂
(Si te apetece, puedes leer antes la primera parte y la segunda)
Aquella afrenta no quedaría sin castigo. En todos sus años de carrera el Conseguidor nunca había permitido la más mínima falta de respeto. Un acuerdo era un acuerdo y saltarse cualquiera de sus términos acarreaba las correspondientes consecuencias. No se había labrado el indiscutible prestigio que tenía en el negocio mostrando debilidad y comprensión, precisamente.
Estaba furioso. De buena gana habría tomado medidas drásticas… Un coche bomba en algún sitio concurrido… Un ataque bacteriológico… Medidas que llevaran el pánico a todo el país. Lo merecían por tener unos gobernantes cuya palabra valía menos que sus repugnantes deposiciones, pero no podía dejarse llevar por la ira. Era un profesional, el mejor, y, por tanto, la represalia debía ser proporcional a la afrenta.
El emisario español no había dudado en humillarse en su presencia. Jamás había “negociado” con nadie…
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