Jueves 18 de octubre de 2018: cuando tecleas FIN

Benjamín Recacha
Si os dejáis los ojos en la pantalla, quizás logréis leer los últimos párrafos de mi nueva novela.

¡Hola, Toni!

¿Cuánto ha pasado desde la última carta? Ni me acuerdo. El caso es que tengo varias cosas que contar sobre mi aventura literaria, y he pensado que sería una buena idea recuperar este formato que tanto nos ayudó en su momento a expulsar inquietudes y compartir alegrías, y que incluso convertimos en libro. Siento decirte que, aunque muy de vez en cuando alguien lo descarga de Amazon, no nos va a sacar de pobres, al menos a cien años vista. Tampoco parece que la revista de los Insectos Comunes vaya a hacerlo, ¿verdad? (Como si en algún momento nos lo hubiéramos planteado fuera de la ficción, jaja).

El motivo principal de esta carta es que he puesto el punto final a mi nueva novela, la que protagoniza el inspector Jesús García, uno de los personajes que aparece en Con la vida a cuestas. Hace tres años que la empecé a escribir. Recordarás que a los pocos meses la tuve que dejar en pausa. No veía claro cómo enfocar la historia, y no era capaz de concentrarme lo suficiente en ella como para que, forzándome a seguir, saliera algo potable.

Así que la dejé reposar, con el compromiso de retomarla más adelante. Me puse con un proyecto bastante más ligero, Escapando del recuerdo, al que, pese a haber quedado un libro muy digno, no he dedicado aún el mismo esfuerzo de promoción que a mis novelas anteriores. Digamos que me ha pillado en un momento personal bastante movido, y no he tenido el ánimo necesario para hacerlo. Y ya se sabe que, cuando uno autopublica, escribir la novela es seguramente lo más fácil.

Ahora he empezado a sacarle jugo a una herramienta que me parece muy potente si se sabe utilizar: Instagram. Es sorprendente la cantidad de cuentas existentes dedicadas a los libros, la mayoría impulsadas por jóvenes lectoras (y no tan jóvenes), que reseñan todo tipo de obras y las acompañan con montajes fotográficos y comentarios en vídeo a los que dedican mucho tiempo. Algunas tienen bastante repercusión, así que he contactado con varias para, como hacen las editoriales, ofrecerles la posibilidad de reseñar mi novela. La acogida, en general, ha sido muy positiva, y ya me ha empezado a llegar un retorno interesante de estas bookstagrammers.

Ay, colega, cómo cambia todo, y a qué ritmo. No me imagino a los autores de los ochenta o los noventa (no hablemos de los anteriores) buscando prescriptoras treintañeras, o incluso más jóvenes, para que sus libros llegaran a los lectores.

Como en toda red social, hay ruido, pero en general me parece una buena noticia haber descubierto un mundo tan vivo en torno a la literatura, que, de alguna manera, desmiente la extendida creencia de que la juventud no lee. Quizás es que no ponemos tanta atención a esa generación, o bien despreciamos sus gustos lectores, que se alejan de lo que el academicismo considera respetable. En fin, no sé decirlo. Hay materia para emprender concienzudos análisis y estudios en profundidad, pero yo no voy a hacerlo. A mí lo que me interesa es que hablen de mis libros, jajaja.

Y de eso, de mi nuevo libro (bueno, de momento sólo manuscrito), es de lo que te quería hablar, que, como es habitual, me disperso.

Tengo que confesar que en algún momento pensé que el intento de escribir una novela policíaca acabaría frustrado, pero finalmente retomé el proyecto hace algo menos de un año, con unas veinte mil palabras escritas, que se han reproducido hasta superar las ciento treinta mil. Es, con mucho, mi novela más larga (El viaje de Pau se quedó en unas veinte mil menos).

No sé si recuerdas que al poco de empezar a escribirla lancé una propuesta a los seguidores de ‘la recacha’ para que, a quien le apeteciera, me hiciera llegar sugerencias para incluir en la historia: un crimen, un personaje secundario, una pista… Cómo no, tú fuiste uno de los que respondieron. Lo hicieron también otras dos lectoras, Rosa y Silvina, con ideas muy interesantes.

Cuando decidí seguir adelante, repasé vuestras aportaciones, y, al leer de nuevo la de Silvina, se me iluminó la bombilla de tal modo que me di cuenta de que ahí se encontraba la clave de la novela. Así que puedo decir, sin exagerar, que Días de arañas, buitres y ovejas es lo que es gracias a ella. Cinco líneas de email que una amable seguidora de mi blog (compartíamos espacio en Salto al reverso) me escribió para ofrecerse como «víctima» de mi asesino, acabaron convirtiéndose, de forma insospechada, en el elemento clave de la trama principal. Tendremos que compartir los derechos de autor, jaja.

Te puedes imaginar lo agradecido que le estoy. A veces ocurren casualidades maravillosas.

¿Qué te parece el título? Reconozco que es bastante raro; poco atractivo, pero lo suficientemente desconcertante como para que la gente se pregunte qué narices significa. Los títulos suelen ser lo que más se me resiste, y, como siempre, me vienen a la cabeza en el momento menos esperado. Es decir, en el cuarto de baño.

No sé si acabará siendo el definitivo. Cada animal de la frase tiene un papel trascendental en la historia, que se desarrolla en el periodo de una semana, aunque dos de ellos lo son en su sentido figurado. Y no sé si será el definitivo porque esta vez voy a intentar publicar con editorial… si es que encuentro una propuesta interesante. Porque para que me impriman unos cientos de ejemplares, sin apenas distribución, y tenga que encargarme yo de darle visibilidad, sigo autopublicándome. Ya veremos. Antes de llegar a esa fase me queda un intenso trabajo de corrección.

Creo que voy a tener que cambiar bastantes cosas, sobre todo de la primera parte de la novela. Ese año y medio de pausa se tiene que notar en el tono y en las motivaciones de los personajes. La fase de cambio a nivel personal también influye, pues mi estado de ánimo ha ido variando, y es posible, aunque haya sido de forma inconsciente, que lo haya reflejado en las actitudes de algunos personajes y en la ambientación. Así que me toca revisarlo todo con atención.

También me he planteado un par de dudas, que aún no he resuelto del todo. La novela está escrita en tercera persona en pasado, salvo el último capítulo, que cambia a presente (manteniendo la tercera persona). Creo que quedaría mejor toda la novela en presente, cosa que implica cambiar la inmensa mayoría de los verbos. Quizás me arrepienta cuando me dé cuenta de que no avanzo en la corrección porque estoy reescribiendo toda la historia.

La otra duda es menos importante. Se trata de la ubicación espacial. La acción se desarrolla en Madrid, pero tengo casi decidido eliminar todas las referencias que la identifiquen explícitamente. Quizás sea una tontería, pero es que el nombre de la ciudad es intrascendente. No aparece ninguna descripción del entorno ni de los ambientes que la hagan reconocible. Que sea Madrid, Barcelona, Zaragoza o Valencia no le otorga ningún valor añadido. Lo relevante para la acción es que se desarrolla en una gran ciudad, con sus (sobre todo) miserias.

Así que he pensado que, aunque todo el mundo va a saber que se trata de Madrid, su nombre no va a aparecer nunca. En esta historia la ciudad es un entorno tóxico, individualista, bastante histérico y muy deshumanizado. No tenía ningún interés en adornarla con la riqueza cultural y arquitectónica de un lugar concreto.

Así como en mis otras novelas los sitios donde se desarrolla la acción se convierten en un personaje más, necesariamente reconocible (Granada en Escapando del recuerdo, Bielsa y el Valle de Pineta en El viaje de Pau, Babia y el Bierzo en Con la vida a cuestas, el salvaje Oeste norteamericano en Memorias de Lázaro Hunter), aquí la localización casi me estorbaba.

En fin, que he acabado mi sexta novela. No está mal, seis novelas en siete años. Parece que hace un siglo que cumplí el reto de escribir la primera, y ahora no me imagino mi vida sin estar inventando personajes y creando historias continuamente.

Días de arañas, buitres y ovejas creo que es muy diferente de todo lo que he escrito anteriormente. Es una historia bastante gris, aunque (espero) se reconozca mi estilo. No aparece la naturaleza, un elemento fijo en mi obra hasta ahora, y aunque sí hay un viaje, su función es muy secundaria comparado con mis novelas anteriores, donde siempre ha sido el hilo conductor.

No sé cómo acabará esta aventura. Lo que sí puedo decir es que es mi trabajo más complejo, el que me ha costado más completar, que, como todos los anteriores, partió de un reto conmigo mismo. En esta ocasión, se trataba de ver si era capaz de escribir una novela de género negro y conseguir que resultara interesante, sin caer en clichés trillados.

Supongo que no habré conseguido librarme de algunos lugares comunes, pero creo que he creado personajes atractivos, capaces de cargar con el peso de las diferentes tramas. Y, no sé si es bueno decirlo ahora, no necesariamente el hilo de la investigación policial es el más importante, aunque es verdad que todo lo demás que ocurre, que es mucho, cuelga de él.

Ahora empieza «lo bueno». Ya tengo preparadas las tijeras y me estoy sacudiendo todo sentimiento paternal. A corregir se ha dicho.

Aún queda mucho para añadir el nuevo libro a mi currículum literario y ya estoy pensando en el siguiente, que será la segunda parte de las Memorias de Lázaro Hunter, el alocado western que, estoy seguro de ello, algún día trascenderá las fronteras de la semiclandestinidad, jajaja. Me apetece muchísimo retomar las aventuras del superviviente que lo protagoniza, porque sé que me lo voy a pasar en grande escribiéndolas.

Paralelamente, sigo participando en todas las actividades que puedo. Este fin de semana, por ejemplo, junto a mis colegas de la PAE – Plataforma de Adictos a la Escritura y de Resistencia Literaria, estaremos con nuestros libros en la Vila del Llibre de Cervera. ¿Qué te parece el catálogo que he diseñado?

Las Viles del Llibre catalanas son una iniciativa a aplaudir, que permite a editoriales independientes, librerías y grupos de autores «anónimos» como nosotros dar a conocer sus obras en entornos alejados de los circuitos culturales y mediáticos habituales. Se organizan, además de en Cervera, en Montblanc, La Pobla de Segur y, a partir de la próxima edición, también en L’Escala. La verdad es que en la PAE estamos muy contentos de participar porque nos tratan muy bien y nos permiten no sólo exponer nuestro catálogo, sino también organizar charlas, siempre muy animadas. Seguro que este fin de semana será muy positivo.

Bueno, lo dejo aquí. ¿Qué tal, tú? ¿Sigues escribiendo con regularidad? Sabes que me encantaría leer nuevos relatos tuyos.

Espero tu respuesta.

Un abrazo.

5 comentarios sobre “Jueves 18 de octubre de 2018: cuando tecleas FIN

  1. Hola, Benjamín.

    Si me permites la sugerencia, diría que «Días de buitres, arañas y ovejas» suena mejor (siento que «días/de/arañas» suena extraño por tantas letras parecidas juntas), o de plano, si el meollo es desconcertar, «Buitres, arañas y ovejas» (algo tipo Tinker, tailor, soldier, spy).

    Me alegra leer que sigues tan activo como de costumbre. Eso motiva.

    Un abrazo.

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    1. Por supuesto que te la permito. Estoy tentado de hacerte caso, pero la cuestión es que el orden en el que he puesto las palabras tiene sentido (al menos para mí) por su relación con la trama. De todas formas, si, como espero, consigo editorial, probablemente el título acabe siendo otro. Ya veremos…
      Muchas gracias, Dani.
      Un abrazo.

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  2. ¡Hola, Benjamín! Acabo de encontrarme con la referencia que ha hecho Esther de nuestro best-seller internacional «Cartas a un escritor» y me ha dado por mirar cuándo fue la última carta que nos habíamos escrito. Me acabo de llevar un buen susto, porque veo que (si no me equivoco) esta fue la última carta… 18 de octubre del año pasado, pocos días antes de una terrible noche en el entorno de Ronda. Casi 400 litros por metro cuadrado que causaron unos destrozos impresionantes. Y ya estamos en verano y todavía no te he escrito una respuesta. Espero poder ponerme esta misma tarde. No puedo continuar aplazando este asunto, no por obligación, sino porque me apetece seguir manteniendo esta correspondencia contigo. ¡Un abrazo!

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