Jueves 29 de junio de 2017: racionando el tiempo para escribir

Trabajando en la cubierta del libro
Hace cuatro años estaba trabajando en la cubierta de mi primer libro.

Ha pasado casi medio año desde mi última carta, un tiempo en el que escribir se ha convertido en una actividad secundaria. Y cómo lo he notado.

En marzo empecé a trabajar a jornada completa. Es un empleo por seis meses, que compagino con las horas como profesor de refuerzo escolar por las tardes. Total, que las únicas pausas que hago durante el día son la media hora del desayuno y otra media hora para comer. Llego a casa sobre las ocho de la tarde, y a preparar la jornada siguiente.

Así que el único rato de que dispongo para escribir es el intervalo que queda entre acostar a Albert y acostarme yo. Suelo hacerlo bastante tarde, con lo que voy arrastrando sueño y, la verdad, con los párpados queriendo cerrar la persiana cuesta crear algo decente. Las noches que después de leerle a mi hijo el preceptivo fragmento del libro en el que andemos embarcados aún me queda preparar la comida del día siguiente, ya ni enciendo el ordenador.

Esa lectura de buenas noches supone casi el único contacto que mantengo con los libros. Son unas pocas páginas cada día, que nos han dado para despachar en los últimos meses a Colmillo blanco, Viaje al centro de la Tierra, Las aventuras de Tom Sawyer, o la trilogía de Corfú de Gerald Durrell. Ahora estamos con El loro en el limonero, el divertidísimo relato autobiográfico de Chris Stewart, un simpático británico que se enamoró de La Alpujarra, donde vive junto a su mujer, su hija y unos cuantos animales.

Te decía que he notado mucho ese cambio. Tú ya hablabas de ello en tu carta de febrero. Echo de menos la escritura. Ahora que tengo el tiempo de crear racionado, me doy cuenta de cuánto la necesito. Es bastante frustrante tener ideas paseándose por tu cerebro y ser consciente de que la mayoría jamás llegarás a aprovecharlas porque, sencillamente, no te puedes entretener en sacar boli y papel y dedicar un rato a darles forma.

Ya te comenté que cada noche tengo que decidir a qué voy a dedicar las doscientas palabras que soy capaz de escribir antes de que se me cierren los ojos. A veces ni eso.

Estos últimos días han sido un poco diferente. He tenido las tardes libres, y me han cundido bastante. He acabado un relato de casi 5.000 palabras, en el que he invertido tres semanas, y por fin he podido ponerme con una nueva entrega de Centrifugando recuerdos, que como sabes voy publicando periódicamente en ‘Salto al reverso’. Ya llevo 50.000 palabras, pero claro, como el ratito nocturno de escritura se lo he estado dedicando al otro relato, durante ese tiempo no había avanzado nada.

Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea de reunir en un libro los relatos que he ido escribiendo en los últimos años. No acumulo los más de cien de los que hablabas en tu blog el otro día, pero sí creo poder juntar al menos una veintena bastante decentes. También me apetece muchísimo ponerme con la segunda parte de Memorias de Lázaro Hunter. Me lo pasé en grande escribiendo la primera, y ya tengo en mente un buen puñado de situaciones y nuevos personajes para aliñar una historia que me permite dar rienda suelta a mi parte creativa más “gamberra”. Por supuesto, tampoco olvido la novela policíaca que dejé en pausa. El reto sigue motivándome igual y, antes o después, lo afrontaré.

Todo ello, en cualquier caso, llegará cuando acabe Centrifugando recuerdos. No queda mucho. Ya se me va dibujando el desenlace y cómo llegar a él. Espero poder completarla durante el verano.

Ya ves que las ganas de escribir siguen intactas, pero la escasez de tiempo a ratos me agobia, porque no avanzo lo que me gustaría. De todas formas, creo que estas últimas semanas empiezo a aprender a relativizar la situación. No es una carrera, no tengo que ganarle a nadie ni hay un límite de tiempo. Me gustaría escribir dos mil palabras al día, sí (aunque cuando podía hacerlo pocas veces lo cumplía), pero si ahora me tengo que conformar con doscientas, lo que me he de plantear es que sean doscientas palabras de las que me sienta satisfecho. Lo de escribir no tiene fecha de caducidad.

Lo que sí he dejado muy abandonado es todo lo relacionado con la promoción. Es inasumible. Bueno, hace unas semanas lancé una oferta en Facebook y Twitter, un 2×1 Con la vida a cuestas + Memorias de Lázaro Hunter que ha tenido muy poca repercusión. Es normal. Para que las promociones logren éxito necesitas contar con muchos lectores potenciales y tener la habilidad de difundirlas sin caer en el spam. Y a mí, la verdad, cada vez me cuesta más devanarme los sesos para ser original e invertir tiempo y esfuerzo en ello. Prefiero escribir, aunque sea consciente de que sin promoción no hay ventas.

Nadie dijo que fuera a ser fácil, ¿verdad? Y oye, no es por agarrarme a un clavo ardiendo, pero tampoco está tan mal que sea así. Las cosas que se consiguen con poco esfuerzo saben menos bien, ¿no? Qué mal lo deben pasar esos autores que lo petan con su primera novela, ¿eh, colega? Jajaja… Envidias sanas aparte (de sana nada, la envidia es envidia), a quienes nos comemos los mocos siempre nos queda aquello de «lo importante es disfrutar del camino». Topicazo, consuelo… pero tiene su parte de verdad. Soy totalmente sincero si digo que estos últimos cinco años he disfrutado muchísimo. En un mundo en el que no hubiera que pagar facturas sería absolutamente feliz. Escribo, me leen, me hacen entrevistas, valoran mi opinión y mi (corta) experiencia, me invitan a eventos literarios, y encima he aprendido una cantidad de cosas inimaginable cuando sólo era un ingenuo y absurdamente osado proyecto de aprendiz de escritor independiente.

Han sido cinco años fabulosos, de valor incalculable en mi experiencia vital. No cambiaría nada. Bueno, sí, si tuviera la capacidad de hacerlo, unos miles de libros vendidos no habrían estado nada mal.

Hace cinco años llevaba la mitad de El viaje de Pau; estaba haciendo realidad el sueño de escribir un libro, algo al alcance de muy pocas personas (es lo que creía entonces). Un sueño que para algunos lectores quizás se transformara en pesadilla y que para otros se quedaría en prescindible. Pero que dejaría huella en unos pocos, y por pocos que fueran, eso justificaría todo el esfuerzo.

Después de todo, no fueron tan pocos. Uno no se da cuenta real de lo que ocurre en su vida hasta que gira la cabeza. El día a día suele ser vertiginoso y no deja mucho tiempo para que las vivencias reposen. Cuando hacemos balance es cuando somos conscientes de lo andado.

Sé que soy repetitivo, pero como hace más de cinco meses de mi anterior carta, no pasa nada por insistir en “mis logros”.

Me estoy desviando. Donde quería llegar al hacer referencia al momento en que decidí probar fortuna con las letras es a la manera tan diferente como afronto el proceso creativo ahora. Con la misma excitación que produce el poder de crear historias, pero también (espero) con la capacidad de controlar el impulso de dejarte llevar por ellas. Soy yo quien decide qué ocurre y por qué. Cuando uno escribe novelas debe tener cuidado con emocionarse al introducir una situación o un nuevo personaje, que quizás acabe conduciéndolo a un callejón sin salida.

Eso lo he aprendido, igual que he aprendido a pasar la tijera sin miedo, incluso disfrutando del momento. Y el aprendizaje me ha otorgado la seguridad de atreverme a afrontar retos impensables, como por ejemplo el publicar una novela al mismo tiempo que la escribo. No soy pionero en ello (ni lo pretendo), y seguramente sea una novela muy prescindible, pero a mí me está permitiendo mantener una constancia que de otra manera me costaría mucho conseguir.

Centrifugando recuerdos iba a ser un relato de un par de entregas. Creo que ya he explicado de dónde surgió la idea. El verano pasado, al ir a hacer la colada en el cámping de Bielsa donde pasamos unos días cada mes de agosto, me encontré a una chica que esperaba sentada en el suelo a que la lavadora le devolviera su ropa. Regresé un par de veces más, y allí seguía, esperando resignada. Yo dejé la colada para otro momento y me marché de excursión con mi familia. La chica era una de las camareras del restaurante del cámping.

Total, que aquella escena fue el punto de partida a lo que casi un año después está a punto de convertirse en mi quinta novela.

Es divertido escribir así. Lo es porque supone un reto conseguir mantener el interés en cada capítulo y que el conjunto no pierda la coherencia. Durante las primeras semanas básicamente me dejaba llevar; iba tejiendo la trama a medida que me surgían las palabras (justo lo que unas líneas más arriba aseguro que he aprendido a controlar…), hasta que en un punto determinado tuve que empezar a plantearme que si aquello se iba a convertir en una novela no podía simplemente escribir capítulos para surtir a los cuatro amabilísimos lectores que los esperaban.

Así que he ido intentando dotar de solidez al conjunto, cosa que me ha obligado, por ejemplo, a revisar capítulos ya publicados y añadir o quitar cosas que de momento sólo están en el disco duro de mi ordenador. Cuando dé el experimento por finalizado, obviamente, llegará el momento de las correcciones (y la tijera), de forma que habrá dos versiones de la novela: la publicada en ‘Salto al reverso’ y la editada, que, si todo va bien, acabará convirtiéndose en un libro.

Entre otras cosas, escribir Centrifugando recuerdos me está permitiendo explorar elementos de la narración a los que hasta ahora no había dado tanta importancia, como las descripciones, tanto de escenarios y situaciones como de, más que el aspecto físico, los estados de ánimo de los personajes. Hay mucha introspección, muchas reflexiones, y la acción es bastante limitada. A ver si consigo acabar trenzando una historia verosímil e interesante. Desde luego, si logro que sea una milésima parte de lo interesante que es el escenario donde se desarrolla la parte principal (Granada), me daré por satisfecho.

Voy a ir despidiéndome, pero antes tengo pendiente responder las tres preguntas que me lanzaste en tu última carta:

1) ¿Qué le recomendarías a cualquier persona que comienza a escribir?

Si quien empieza a escribir lo hace con el objetivo de que le publiquen y ganar dinero, lo que le recomendaría es que no leyese mi recomendación. Seguramente la lección más importante que he aprendido en este tiempo es que hay que escribir por el placer de hacerlo, porque es lo que tenemos que hacer, lo que necesitamos hacer; porque sentimos que tenemos cosas que explicar, que nos gustaría que otros leyeran; porque lo que escribimos es lo que nos gustaría leer a nosotros. En este punto estoy totalmente de acuerdo contigo. Uno escribe, en primer lugar, para uno mismo. Lo que no significa que sólo escriba para decirse lo bien que lo hace. Ya sabes que soy de los que opina que un escritor sin lectores es algo muy triste (y muy absurdo).

2) ¿Qué le recomendarías a cualquier persona que se plantea publicar su primer libro?

Yo me lancé a la autopublicación, y creo que hice bien. Las posibilidades actuales de que te publique una editorial pasan por pequeñas firmas que arriesgan (lógicamente) poco y hacen (lógicamente) tiradas muy cortas. Total, que si tienes unos mínimos recursos económicos y acceso a gente que conozca el mundillo y te pueda ayudar con los aspectos técnicos, la autopublicación es una buena idea.

He dicho autopublicación, que no tiene nada que ver con la coedición ni con esas presuntas editoriales sacacuartos que en realidad no son más que piratas a quienes tu carrera literaria les importa un mal título escrito en comic sans (me ha parecido más ocurrente que les importa una mierda).

Si quieres publicar, asesórate. Plantéate si ir por libre te compensa, y si crees que no, busca una editorial de las que pagan por publicar. Las que te piden dinero no son editoriales (sí hay empresas que ofrecen servicios editoriales, de forma legítima y profesional, para autores independientes).

3) Las pequeñas editoriales independientes se encuentran con un problema grave a la hora de distribuir sus libros. Esto ha llevado a que una emprendedora haya creado su propio servicio de distribución para las pequeñas editoriales independientes. ¿Crees que debería pasar lo mismo con los autores independientes?

Creo que el futuro de la distribución pasa necesariamente por la impresión a demanda. No es sostenible seguir imprimiendo miles de ejemplares que acaban en incineradoras. Tú, que trabajas en una librería, lo sabes. Los independientes, autores o editoriales, jamás podrán competir con las grandes firmas. Aunque hubiera distribuidoras que aceptasen libros autopublicados, el problema básicamente seguiría siendo el mismo: ¿cómo hacer el seguimiento de los ejemplares repartidos por las librerías? Para las editoriales pequeñas esa distribuidora independiente es una buena idea, sobre todo si son capaces de trabajar en red, estableciendo algún tipo de colaboración que les permita obtener visibilidad, pero para los autores independientes yo he llegado a la conclusión de que la distribución en papel no es sostenible. Insisto, no tanto por la distribución en sí como por la dificultad de llevar un control posterior. Quizás a través de alguna asociación, llegando a acuerdos con imprentas que puedan imprimir bajo demanda y tengan capacidad de distribuir los libros… Son soluciones en las que he pensado y que incluso he llegado a explorar, pero sin que de momento hayan cuajado.

Bueno, Toni, lo dejo aquí. Tenía ganas de volver a escribirte y retomar esta correspondencia que tanto nos ha ahorrado en psicólogos… ¡Jajaja! Si encima de vez en cuando aparece una buena persona, como Valentina Truneanu, para aplaudir que decidiéramos convertir la primera temporada de cartas en un libro, pues los motivos para seguir adelante se multiplican, ¿verdad?

¡Un abrazo!

12 comentarios sobre “Jueves 29 de junio de 2017: racionando el tiempo para escribir

  1. No se sabe ni cómo ni cuando hacerlo: en el trayecto del autobús, mientras se puede (cuando no hay peligro a la vista) montado en la bici, en las horas «perdidas» del bocadillo, de la cena, del desayuno. Ese agobio es el gran monstruo de quien quiere escribir además de hacer otra cosa. Yo he llegado a pagar, Benjamín, por tener unas horas para dedicarlas a la escritura. También te comento que parecería que es el propio agobio el que termina eligiendo por nosotros el género: antes que novela, mejor el poema, el cuento (yo hasta he pergeñado -que no inventado- uno con los contemas, que se adaptan a este ajetreo). En fin, no es por hacer de este comentario otra carta… más bien es un desahogo. Gracias por compartir una similar desazón.

    Le gusta a 2 personas

    1. Gracias a ti, Félix, por leer y desahogarte. Me ha hecho gracia conocer tus hábitos de «riesgo» con la escritura. Yo he llegado a escribir caminando por la calle, jaja. En el autobús, montones de veces; montando en bici, no creo que llegue a probarlo… No sé si el agobio, pero desde luego, la (poca) disponibilidad de tiempo juega un papel fundamental en el tipo de texto por el que uno acaba decidiéndose. Es obvio que un relato corto es más abarcable que una novela para quien tiene que rascar los minutos. Yo ahora estoy en una especie de término medio, una novela por entregas, de la que afronto cada capítulo casi como un relato independiente.
      Encantado de recibirte y de leer tus impresiones.
      ¡Un abrazo!

      Le gusta a 1 persona

      1. Benjamín, los hábitos de riesgo, como dices, casi que se disparan conforme uno se va ocupando,,, 🙂 Yo este verano he llegado a escribir en el tiempo de la ducha, aprovechando ciertas carcasas acuáticas y dispositivos electrónicos pero no conductores (afortunadamente :-).
        Muy bueno el formato de entregas para quien quiera dedicarse a este género y no tenga el tiempo suficiente. Compruebo además por tus entregas que funciona: en la traza de los personajes, en las tramas, etc. Enhorabuena, otro abrazo.

        Le gusta a 1 persona

  2. Bueno, aquí estás otra vez. Han pasado muchas cosas, la vida sigue y la última vez que me escribiste era invierno. Compartimos la pasión por escribir y somos conscientes de las dificultades. Al final, lo importante es vivir lo mejor que uno pueda. Si la escritura se convierte en eso que muchos llaman afición, lo será para mí aunque de una manera mucho más profunda y seria, y esperaré al momento, sin prisa alguna, de que mis relatos sean conocidos por muchas personas. Y si eso no llega, tampoco me preocupará. Me ha costado mucho tiempo quitarme de encima esa presión.

    Pero bueno, analizaré todo esto con más calma en la próxima carta que te escriba, que supongo que también tardará un poco.

    Me alegra ver que «Centrifugando recuerdos» ya es un sólido proyecto que se dirige hacia su final, y ahora me planteo si esperar a la versión editada para leerla y darte mi opinión. 🙂

    Y la verdad es que estas cartas, además de afianzar nuestra amistad a larga distancia, nos han ayudado a poner al descubierto y reflexionar sobre los problemas que me imagino que son los mismos de tantos que se ponen a escribir y se plantean publicar. Ahora cuando veo a alguien con un libro autoeditado o coeditado bajo el brazo, me viene todo eso por lo que hemos pasado… Al mismo tiempo siento esa ilusión, pero también el agotador peso de todo lo que vendrá después.

    Este es un mercado complicado, lleno además de otras formas de ocio más directas, con mayor presencia, poder mediático y capacidad de atracción. Los libros son un producto que, como bien dices, debe competir con pequeñas tiradas en un mercado saturado (esto lo añado yo) donde los editores viven también de otras cosas. El futuro (y el presente) está en escritores que escriben cuando pueden publicados por editores que también trabajan en otras cosas. El problema es si eso bajará la calidad o terminará por consolidar un mercado con mucha más variedad y más arriesgado. Espero que suceda lo segundo. Por lo que veo, parece que está sucediendo lo segundo.

    Bueno, que me voy por las ramas. ¡Un abrazo, amigo!

    Le gusta a 1 persona

    1. Es curioso como, partiendo de concepciones y motivaciones diferentes en esto de la escritura, hemos acabado llegando a conclusiones tan parecidas. Hemos compartido mucho, aunque el tiempo pase tan rápido que no nos demos cuenta de cómo estos intercambios de ilusiones e inquietudes nos han ido calando. Y de cuánto hemos aprendido, cuantitativamente poco, una ridiculez teniendo en cuenta todo lo que uno puede aprender durante una vida leyendo y escribiendo, pero no está mal para lo que se puede aprender en cuatro años.
      En fin, que no sé cuál será el futuro del mercado literario, pero sí sé que el mío pasa por escribir lo que sienta que debo escribir, sin agobios, ni sueños de grandeza, ni derrotismos. Hay que disfrutar del camino y estar satisfecho con los pasos dados.
      Leeré esa carta cuando te apetezca (y tengas tiempo de) escribirla.
      ¡Un abrazo!

      Me gusta

  3. Reblogueó esto en y comentado:
    Aquí está la nueva carta de Benjamín. Entre muchas cosas (el avance de su nueva novela por entregas que casi llega a su fin, su evolución y análisis de estos cinco años dedicados por completo a escribir y a promocionarse…), Benjamín responde a las tres preguntas que le hice en mi anterior carta:
    1) ¿Qué le recomendarías a cualquier persona que comienza a escribir?
    2) ¿Qué le recomendarías a cualquier persona que se plantea publicar su primer libro?
    3) Las pequeñas editoriales independientes se encuentran con un problema grave a la hora de distribuir sus libros. Esto ha llevado a que una emprendedora haya creado su propio servicio de distribución para las pequeñas editoriales independientes. ¿Crees que debería pasar lo mismo con los autores independientes?
    Si queréis saber las respuestas, pinchad aquí.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.