III Congreso de Escritores: «Lo bueno de escribir es escribir»

III Congreso de Escritores
Atendiendo atentamente a la exposición de Ramón Alcaraz.   Foto: Área Norte

Ha pasado un mes y aún me queda mucho que contar sobre el III Congreso de Escritores de la Asociación de Escritores Noveles (AEN). Hoy me voy a centrar en el taller que condujo el profesor de escritura creativa Ramón Alcaraz, responsable del taller literario on line y editorial El desván de la memoria. Os he hablado de él en crónicas anteriores, puesto que fue uno de los integrantes de la mesa redonda que moderé.

La sesión que ofreció en Gijón a una audiencia ávida de consejos la dedicó a los errores que no debemos cometer al escribir relato o novela. Resultó muy interesante. Varios de los asistentes eran o habían sido alumnos suyos, y no pocos han conseguido contratos editoriales y premios, de manera que parece claro que Ramón sabe de lo que habla.

Voy a hacer un repaso a lo que dijo, y paralelamente trataré de realizar un ejercicio de honestidad creativa comparando sus consejos con mi forma de escribir. A ver cuántos de los errores cometo…

No me cansaré de repetir que el Congreso de Escritores fue una experiencia magnífica, un cursillo acelerado y muy concentrado de todo lo que un autor debe conocer para remar en el mercado editorial. Muchas de las cosas allí tratadas ya las sabía o las sospechaba, pero es bueno que gente con tanto recorrido ratifique las impresiones de uno.

Otras muchas son de sentido común, pero, como decía alguien, no es el más común de los sentidos, así que está bien que de vez en cuando nos recuerden que el camino acertado es a menudo el más fácil. Los atajos y desvíos extraños suelen conducir a ninguna parte.

Ramón es un militante convencido del club Jamásterindas, cuyo lema principal es «trabaja, trabaja, trabaja». Es decir, «escribe, escribe, escribe».

La cita con la que abrió el taller lo dice todo: «Un escritor profesional es un aficionado que no se rinde». Supongo que la reflexión habrá visitado el cerebro de un buen número de escritores, pero se la adjudican a Richard Bach, autor de Juan Salvador Gaviota. Recuerdo el librito en casa de mis padres, y tengo un vago recuerdo de mi madre leyéndomelo antes de dormir.

Ramón Alcaraz apuntó algunos de los miedos que asolan al autor novel, como el de reconocerse escritor, lo que lleva a la «doble soledad de la escritura»: el acto solitario de escribir y la incomprensión del entorno, o el miedo a ella. «Lo bueno de escribir es escribir», destacó el profesor, con lo que no vale la pena agobiarse por lo que vendrá después. Yo comparto esa idea de que escribimos porque nos gusta hacerlo, porque es la forma como mejor nos expresamos; no lo hacemos (o no deberíamos hacerlo) pensando en el qué dirán, con la timidez o el temor a no estar a la altura.

En este punto, justo antes de empezar a enumerar los errores que no deberíamos cometer, Ramón planteó un dilema: «¿Genialidad o trabajo?». Fui de los pocos que eligió genialidad, entendiéndola como la facilidad para tener buenas ideas y expresarlas de manera única. Es obvio que sin trabajo no hay nada que hacer, por muy genial que sea uno. Y aunque se pueda aprender a escribir, incluso a hacerlo bien, desde mi punto de vista el genio (el talento, o llámesele como se quiera) es lo que marca la diferencia.

Vamos con los errores.

No diferenciar las fases de que se compone el proceso creativo: ideas, estructura y forma, y ponerse directamente con la forma. Es decir, ponerse a escribir sin haber consolidado la idea ni cómo estructurar el relato. Es aquello de dejarnos llevar por la inspiración… hasta que se agota. Si no partimos de una base sólida, difícilmente construiremos algo consistente.

Debo confesar que con mi primera novela, El viaje de Pau, pequé un poco de ello. Aunque tenía muy claros el punto de partida, el hilo principal y el desenlace, al ponerme a escribir a menudo me dejaba llevar, de manera que fueron surgiendo personajes y tramas secundarias que en algunos momentos me dificultaron el avance de la historia.

Aún a veces me siento tentado de lanzarme a crear a partir de una chispa, y en alguna ocasión lo hago, pero ahora ya no es por desconocimiento o el ansia de ver acabado el relato (otro error habitual, del que también habló Ramón), sino casi como un juego. Por ejemplo, Centrifugando recuerdos, la novela que voy publicando por entregas en ‘Salto al reverso’, es resultado de un chispazo. Iba a ser un relato que me sugirió una escena vivida el verano pasado, y ya llevo doce capítulos.

Ramón Alcaraz se refirió al “oficio”, la capacidad de trabajar bien la estructura para no tener que repasar lo que llevamos escrito cada vez que lo retomamos. «Con un buen trabajo de estructura, cuando está acabada la novela es cuando revisamos la forma». Reconozco que también he caído alguna vez en lo de releer veinte veces lo escrito el día anterior para cambiar una coma por aquí y una palabra por allá. Pero la verdadera causa era que no sabía cómo seguir.

La falta de conflicto narrativo, o el retraso en su aparición, es otro error común. «El conflicto no siempre surge al principio, así que hay que generar interés en el lector, un gancho», indicó el profesor de escritura. Resulta obvio, por tanto —pero leyendo según qué cosas no lo parece tanto—, que «el inicio hay que cuidarlo muchísimo». Un relato no lo podemos comenzar con una descripción de media página o explicando las rutinas de un personaje (creo yo). En una novela hay más tiempo para divagar, pero en cualquier caso, todo aquello que incluyamos debería tener un sentido.

Y aquí enlazamos con otro pecado en el que resulta fácil caer: «El lector no sabe nada que nosotros no le digamos», recordó Ramón. No podemos dar cosas por sabidas, porque el peligro de que el lector se pierda es grande. Procuro evitarlo, pero es verdad que cuando uno tiene muy interiorizado un personaje puede llegar a pensar (inconscientemente) que es capaz de comunicarse con el lector telepáticamente. Y no, no podemos, por muy mágicas que sean nuestras obras.

No leer. Para mí es EL ERROR. No hay nada más pretencioso y antipático que un escritor que sólo se lee a sí mismo cuando revisa sus textos. Soy de la opinión que la mejor escuela de escritura se encuentra en los libros, los de los grandes autores, pero también de los anónimos. Ramón Alcaraz señaló que «compartir experiencias con otros escritores nos permite avanzar».

La prisa. Otro error en el que es difícil no caer. ¿Quién no quiere ver acabada su primera “gran” obra? Y, una vez acabada, ¿quién no quiere verla publicada? A mí me pasó con El viaje de Pau. A ver, que va a parecer que no estoy satisfecho. Nada más lejos de la realidad. Estoy orgullosísimo de mi primera novela, pero eso no quita que, cuatro años después, tenga la suficiente capacidad de autocrítica (siempre la he tenido) para reconocer que debería haberme tomado más tiempo en la edición. En cuanto a la prisa por publicar, sin embargo, creo que hice bien. La autopublicación ha sido una experiencia muy enriquecedora.

Ramón Alcaraz defiende esa vía, precisamente, como antídoto a la ansiedad que genera el no ver publicada tu primera obra. Los rechazos editoriales, las no respuestas, y las opiniones negativas son los desencadenantes de otro error habitual: sucumbir a ellas. «Quedaos sólo con lo bueno», aconsejó. Yo añado: ignorad las críticas negativas sin fundamento y aprended de las hechas con buena fe.

En este apartado hay que incluir también las decepciones por no ganar certámenes literarios. «Si el relato es bueno, si no gana en uno ganará en otro», afirmó el profesor, quien apuntó la posibilidad (nada descabellada) de que la obra ganadora sea mejor que la nuestra. No es nada partidario de las teorías de la conspiración en cuanto a los concursos literarios. De hecho, los considera una vía muy factible para acabar encontrando editorial.

El ego, ese gran personaje que tan familiar suele resultar a los escritores, protagoniza otro de los errores a evitar: no controlarlo, tanto por exceso de confianza como por exceso de autocrítica. Creo que hay que aprender a relativizar. Ramón aconseja escalar los retos para ayudarnos a evolucionar. No empezar con el objetivo de que nos publique Planeta ni de ganar el ídem, sino, básicamente, ser razonable.

En mi opinión, la cosa es muy simple: cada uno de nosotros somos sólo uno más entre un montón de escritores, la mayoría de los cuales escriben, cuanto menos, igual de bien. No vale la pena, pues, ni tener prisa ni magnificar los “fracasos”. Lo importante, lo que verdaderamente dará la medida de nuestras posibilidades, es lo bien que hagamos nuestro trabajo. Y para ello hay que evitar, por ejemplo, otro gran error: «No romper, no tirar y no borrar». Yo suelo tenerle bastante cariño a todo lo que escribo, pero con el tiempo he ido descubriendo los beneficios de “la tijera”.

Los resultados llegarán, antes o después. Como dice Ramón, y comparto plenamente, «no hay meta». La meta es «disfrutar del camino».

6 comentarios sobre “III Congreso de Escritores: «Lo bueno de escribir es escribir»

  1. Hola, Benjamín.

    Gracias de nuevo por esta completa crónica del Congreso de Escritores al que asististe.
    «Lo bueno de escribir es escribir». Me ha encantado esa frase. No debemos perder de vista que escribimos porque nos gusta, no por obligación, aunque es verdad que a veces nos distraemos con otras cuestiones que nos hacen olvidar lo verdaderamente importante (el posicionamiento del blog, la promoción de tu libro, las opiniones de los lectores…).

    También me ha gustado esa reflexión sobre la «doble soledad de la escritura». Totalmente cierto. En general, pienso que todos los escritores ( y sobre todo los noveles) compartimos las mismas angustias, así que estos artículos donde nos expresamos y hablamos abiertamente de ellas nos vienen muy bien como terapia colectiva. Yo, por ejemplo, me siento menos «bicho raro» cuando veo que otros sienten lo mismo que yo.

    Abrazos,

    Mayte

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    1. Gracias a ti, Mayte, por leer y comentar.
      La frase parece simple, pero creo que recoge toda la esencia de lo que es verdaderamente importante. ¿Por qué escribimos? Deberíamos hacernos la pregunta a menudo, porque a veces parece que olvidamos la respuesta. Y es normal que queramos que nos lean, vender muchos libros, lograr notoriedad, pero si olvidamos por qué escribimos, qué nos condujo a ponernos a ello, todo lo demás carece de sentido.
      Un abrazo.

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  2. Interesantísimo artículo. Ya sabes de mi pasión por los libros de teoría y crítica literaria. He encontrado en ellos a esos profesores que no he tenido, más allá de los que están en los libros que leemos y que son parte fundamental en la formación de un escritor.

    Muchas veces he pensado que los talleres de escritura no sirven para nada, pero en relaidad todo depende del momento en que se encuentre un escritor y, sobre todo, del profesor que dé ese taller. (Ramón Alcaraz parece de los muy buenos.) Hay talleres que estoy seguro ayudan a muchos escritores a centrarse, a aprender técnicas para aprovechar más el tiempo que dedican a escribir y a extraer de ese tiempo los mejores resultados.

    Yo entro en fases de desánimo constante y la mayoría de ellas se deben a dos cosas:
    1) no escribir lo que realmente me apetece escribir (pensando en el público, en si es publicable o no, etc).
    2) no macerar antes la idea, plantear un final, meditar la estructura, los personajes, el narrador, etc.

    Lo segundo es una cuestión de práctica y de autocontrol. Lo primero me parece que es una cuestión de confianza.

    Creo que tengo que escribir lo que me gusta porque, aunque no termine gustando, el mero hecho de disfrutar escribiendo le dará un sentido a todo. No puedo escribir sufriendo por escribir porque, aunque eso me deparara algunos beneficios, esos no compensarían las horas dedicadas. Quiero decir que, aunque terminara publicando una novela en la que he sufrido más que disfrutado, el dinero que me aportaría sería mínimo comparado, por ejemplo, con dedicar ese tiempoa trabajar en una oficina a disgusto. La verdad, en este caso prefiero trabajar con un salario decente en cualquier sitio y pasármelo bien escribiendo aunque nunca obtenga nada más que ese placer.

    Tengo que creerme todavía esto, porque a veces me viene el escritor frío que me dice que puedo escribir novelas comerciales como churros y no le falta razón. También sé de lo complicado que es el mundo de la autopublicación y de las editoriales y escribir algo de este tipo tampoco me garantizaría nada.

    Pero cuando me pongo con esas cosas termino frustrado. Puede que no tenga todavía la madurez necesaria o la urgencia para dejar de lado mis gustos y apetencias. Pero quiero que escribir sea un vehículo para sentirme bien. Con el tiempo veré si soy capaz de disfrutar igual escribiendo novelas románticas o lo que más se venda en el momento. Por ahora tengo que rendirme a la evidencia de que no puedo y mi camino es otro. Ya veremos lo que sale. Estoy trabajando en el punto 2 de más arriba y espero que sirva para algo. ¡Un abrazo!

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    1. Yo sabes que te animo encarecidamente a que escribas lo que te gusta, con los que disfrutas, porque el resultado se nota. No hay nada que nos dé una garantía mínima de llegar a ser publicados en condiciones, pero yo tengo claro que la escasa posibilidad existente pasa por escribir algo que valga la pena, y si uno no lo hace a gusto, me cuesta mucho creer que el resultado atesore un mínimo de calidad. A ver, si uno es bueno, puede acabar escribiendo lo que sea, pero no estará exprimiendo sus posibilidades.
      Obviamente, uno puede escribir maravillas con las que disfrute como un gorrino revolcándose en el fango, y no comerse ni los mocos.
      En cualquier caso, a mí me encanta revolcarme en el fango. 😛
      ¡Un abrazo!

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  3. Me ha encantado…gracias por este resumen tan bien expuesto y que ayuda tanto….la frase Un escritor profesional es un aficionado que no se rinde, creo que transmite la humildad de no pensar que ya todo se ha alcanzado…y no lo digo por supuesto por mi, que ni si quiera he empezado. Por mi trabajo no puedo asistir a cursos de técnicas de escritura, ni a talleres de orientación así que en cuanto puedo busco por aquí pautas que me puedan servir y las que tu has dado me han parecido muy acertadas. Gracias Benjamin y te lanzo una reflexión..Cuando se habla de escritores buenos…yo me pregunto….realmente existen como tal?? o en gran parte son un producto comercial que a un determinado público gusta?? te digo esto porque hace tiempo que los top ventas no son para nada (a mi humilde entender) textos que estén por encima a lo que puedo leer en las redes…y en algunos casos…ni les llegan …Te dejo mi abrazo entero de besos con alas

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    1. Si te interesan los talleres de escritura, el de Ramón Alcaraz es on-line. Te dejo el enlace: http://www.tallerliterario.net/
      Puedes escribirle y estoy seguro de que te contestará sin compromiso. 😉
      Lo de los buenos escritores y la buena literatura son etiquetas muy subjetivas. Para mí buen escritor es el que hace un trabajo cuidado, poniendo en él todo su esfuerzo, siendo honesto, y con el deseo de emocionar al lector, de que se implique en la historia. A partir de ahí, cada lector valorará la obra de acuerdo a su gusto personal.
      Obviamente, la creación editorial es una industria, un negocio que, como todos los negocios, persigue ganar dinero, de modo que las empresas editoriales ponen en juego las técnicas publicitarias a su alcance para convencer al público de que compren sus libros.
      Y sí, en las redes hay mucha calidad, pero también mucha mediocridad, igual que entre los libros publicados por editoriales. De todas formas, cada vez creo menos en las teorías conspiranoicas sobre autores vetados o despreciados por la industria. Si eres bueno y buscas que te publiquen, al final lo consigues. Otra cosa es que las condiciones que ofrecen muchas editoriales sean poco atractivas.
      Muchas gracias por leer y comentar… y por el abrazo de besos con alas. 😉
      Otro para ti.

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