Mujeres refugiadas y esclavos del franquismo: lecciones de dignidad

En el Día Mundial de la Mujer podría haber escrito sobre el drama de las mujeres y niñas refugiadas a las que Europa da la espalda. Esa Europa que no me representa, de cuyos dirigentes me avergüenzo, que prefiere sobornar a un gobierno fascista, el turco, para que contenga a las cientos de miles de personas que huyen de la guerra, antes que cumplir con los tratados internacionales sobre derechos humanos.

Turquía se va a encargar de seleccionar a los refugiados que pueden entrar en Europa mientras, paralelamente, prosigue su campaña de limpieza étnica en el Kurdistán. No importa, Europa mira hacia otro lado, hacia el único lado al que lleva mirando desde hace décadas: de fronteras adentro. Qué se puede esperar de gobiernos que han demostrado sobradamente el desprecio que les merecen las vidas ajenas.

Esas mujeres y niñas hacinadas ante las vallas, durmiendo en el barro, metidas en cajas de cartón, las que han tenido la suerte (o no, vista la alternativa) de no morir ahogadas en el Mediterráneo, hoy no tienen nada que celebrar. Su vida es una pesadilla. Cinco años hace que empezó la guerra en Siria. En su viaje huyendo de la muerte para caer en el infierno, esas mujeres sufren todo tipo de abusos y humillaciones. Pero sólo piensan en seguir adelante, a pesar de vallas, burocracia xenófoba y el desprecio de quienes, en su infinita mezquindad, se consideran superiores.

Si hablamos de respeto a los derechos humanos, las cosas, en realidad, no han cambiado nada en el último siglo. Esas escenas lamentables que nos golpean la conciencia (a unos más que a otros), se repiten cíclicamente.

‘Salvados’ dedicó su emisión del domingo a los esclavos del franquismo. Decenas de miles de presos políticos que trabajaron sin sueldo, hasta la extenuación, y en muchos casos la muerte, en la construcción de carreteras, puentes, canales, presas de los pantanos que luego inauguraba por todo lo alto el genocida, y que, como las decenas de miles de víctimas que continúan enterradas en fosas y cunetas, han sido borrados por la historia oficialista.

El programa merece la pena. Hay que agradecer a Jordi Évole la valentía, una vez más, de tratar asuntos tan incómodos para el poder. Y, sobre todo, hay que agradecerle que dé altavoz mediático a personas tan extraordinarias como Luis Ortiz, que a sus 99 años demuestra una lucidez y una capacidad de reflexión que debería hacernos reflexionar como sociedad. Un hombre que no olvida, cuyo deseo es que la gente conozca qué paso en España no hace tanto, y que lo hace con una sonrisa y la ilusión de estar cumpliendo con una labor valiosa.

A punto de llegar al siglo de existencia, no duda un segundo en afirmar que sueña con la Tercera República. “Tengo una botella de champán en la nevera”, dice, para celebrarlo. Lo único que pide, sin embargo, son las disculpas del Estado por las atrocidades que cometió el régimen asesino.

Y como él, otro preso político, otro esclavo, Nicolás Sánchez-Albornoz, quien, con una sonrisa irónica, poco espera de un Estado que ha hecho todo lo posible por enterrar las barbaridades de cuatro décadas negras (la película ‘Los años bárbaros’ está basada en su vida). “Son los mismos”, afirma, al hablar de quiénes controlan el sistema, así que no es de extrañar (pero sí lamentable) que los jóvenes de hoy en día, y no tan jóvenes, no sepan quién fue Franco, y no tengan ni idea de la guerra que provocó.

Yo me lo encuentro a diario con mis alumnos. Es una pena. Lo es porque, en mi opinión, este país no podrá construir nada socialmente sólido hasta que no haga las paces con su pasado reciente. Y hacer las paces no significa echar tierra sobre las atrocidades del franquismo, sobre tantas heridas abiertas que sólo se cerrarán cuando, contrariamente a lo que opinan con displicencia y desprecio los hijos de la dictadura, se saquen del fondo de la memoria y cicatricen, por fin, a la luz de todos.

La verdadera transición llegará cuando el Estado reconozca los cuarenta años de vergüenza, de un régimen ilegal y asesino; cuando derogue ese insulto a la democracia y a los derechos humanos que es la Ley de Amnistía; condene, aunque sea simbólicamente, la dictadura, pida perdón a los cientos de miles de víctimas, y dedique los recursos necesarios para recuperar los cuerpos de quienes pronto no quedarán en el recuerdo de nadie.

Esa catarsis es imprescindible. Ninguna democracia puede construirse sobre los cadáveres olvidados de tantísimas víctimas inocentes. No hay democracia donde las estructuras del poder económico continúan asentándose en los mismos que se hicieron de oro gracias a un régimen putrefacto. ¿Nos preguntamos por qué hay tanta corrupción en España? Las respuestas las encontramos a partir de 1939. Muy poco ha cambiado desde entonces.

Las oportunidades de reconciliarnos con nuestro pasado se agotan. A Nicolás y a Luis, por mucha energía y lucidez que conserven, pronto se les acabará el tiempo. Se lo debemos a ellos, y a tantos otros que nos ofrecen lecciones de dignidad a diario.

La misma dignidad que demuestran esas refugiadas que, a pesar de todo, siguen encontrando motivos para sonreír.

4 comentarios sobre “Mujeres refugiadas y esclavos del franquismo: lecciones de dignidad

  1. Benjamín no tengo palabras para decirte, solamente me voy con una profunda tristeza
    yo me pregunto ¿Por qué los españoles somos tan burros?
    ¿¿Por qué los llamados seres humanos somos tan irresponsables y con tan poca humanidad?
    Sin duda alguna dios no existe.
    Abrazos
    P. D. Estoy leyendo El viaje de Pau otra vez jejejee

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    1. No sé, Carmen. Yo me hago las mismas preguntas. No puedo entender que haya quienes demuestran tantísimo desprecio por la vida de los que sufren. Supongo que habrá que acabar aceptando que forma parte de la naturaleza del ser humano. Es triste, vergonzoso e indignante. Yo no me voy a cansar de denunciarlo y de tratar de poner mi granito de arena para que las cosas cambien. ¿Dios? ¿Quién es ése?
      Un abrazo, Carmen. Y que disfrutes de la relectura. 😉

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  2. Hola, Benjamín. Te leo y hasta me da rabia de no haber sido yo quien escriba tu artículo ;), ya que podría suscribir cada una de tus palabras, y en estos momentos de mi vida me siento incapaz de sacar tiempo para recopilar de una manera tan certera estas opiniones y sentimientos, que muchos compartimos, y que tú consigues hacer de manera brillante. Algunas veces leo tus entradas y no me da tiempo a dejar comentario, pero hoy no podía irme sin mostrarte, una vez más, mi admiración. Siento un horror difícil de describir ante las decisiones que toman los gobernantes con psicopatías severas, incapaces de pensar en los seres humanos como tales. Y, asimismo, considero imprescindible ver el último programa de Salvados, que me removió las tripas con una intensidad brutal. Gracias por aportar tanto y hacer justicia, con tus palabras y reflexiones, a tantas situaciones aberrantes de este loco mundo.

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    1. Es para denunciar situaciones tan lamentables que siento que escribir se convierte en una necesidad. Es una forma de desahogar la inmensa impotencia, y la rabia, que me inundan. Y si a alguien más le ayuda, o le sirve para remover un poco la conciencia, pues habrá tenido sentido hacerlo.
      Gracias infinitas por leerme y por dedicarme palabras tan cariñosas.
      Espero que estos momentos de tu vida te dejen pronto espacio para poder expresarte. 😉
      Un abrazo fuerte.

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