Sábado, 2 de enero de 2016: aceptar las críticas

http://oleismos.blogspot.com.es/
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Hola, Toni.

Te dije que te escribiría antes de fin de año, pero ya ves que se me ha hecho tarde. Tocaría el típico post de balance y de buenos propósitos para 2016 (que lo haré), pero antes quiero tratar sobre un tema literario que me quedó pendiente y no voy a posponer más: las opiniones, valoraciones, críticas sinceras, que no necesariamente negativas ni positivas.

Es una cuestión que ha ido apareciendo en nuestras cartas, pero me apetecía abordarla de forma más extensa porque creo que, sobre todo entre los “nuevos” escritores, existe poca cultura de la aceptación de la crítica no elogiosa.

A ver, a mí me gusta leer comentarios positivos de mis libros. Nunca me tiraré el pegote de decir que a las buenas críticas no les hago caso porque de las que verdaderamente se aprende es de las negativas. Aun siendo en parte cierto (y es una reflexión algo recurrente entre mis artículos sobre escritura), tengo la firme convicción de que todo autor escribe para ser leído y que su principal objetivo, además de expresar aquello que lo empuja a crear, es gustar.

Somos seres orgullosos, con cierto afán de protagonismo y con más o menos pinceladas de exhibicionismo. Quien expone sus pensamientos, aunque sean (aparentemente) ficticios, por fuerza tiene que ser un poco exhibicionista. Nadie expone sus creaciones artísticas con la intención de que la gente no les haga caso o las ponga a parir. Incluso los artistas que pretenden provocar persiguen la satisfacción personal que les proporcionan las reacciones a sus obras.

Dicho esto, creo que los escritores deberíamos ser más humildes y aceptar con normalidad la crítica negativa. Cuando una novela o un relato están bien escritos no debería importarnos que haya lectores a quienes no les gusten. Es más, deberíamos agradecer que haya quien se tome la molestia de, tras haber leído nuestra obra, dedique parte de su tiempo a escribir un comentario en el que exponga sus razones.

Evidentemente, no estoy hablando de las opiniones destructivas, del simple “no me ha gustado” o “es una porquería”. Ahí no hay nada a tener en cuenta. Me refiero a comentarios sinceros, bien argumentados, y respetuosos. Pero aun en esos casos, tengo la percepción de que al autor no le gusta recibirlos, que los considera ofensivos y que el fin último es que otros lectores no compren el libro comentado.

Es posible encontrar ese tipo de críticas referidas a autores de éxito, a los que lo que diga un insignificante lector entre miles les resulta indiferente, pero cuesta mucho más que un bloguero se decida a hacer crítica constructiva sobre algo que ha escrito un colega, uno de esos autores independientes que se lanzan a la autopublicación, por ejemplo, animados por la experiencia de algún conocido de la red.

En parte es comprensible. Yo mismo me he cortado unas cuantas veces. Nadie quiere decirle públicamente a alguien a quien tiene cierto aprecio, aunque no lo conozca en persona, que su novela es muy mejorable. No estamos educados para encajar la crítica.

Sí lo he hecho en privado. Últimamente les he escrito mensajes bastante extensos a dos autoras independientes (una de ellas tiene mucho éxito), en los que exponía por qué no habían acabado de gustarme sus últimas obras. Tengo que decir que la respuesta de la autora que es toda una referencia en la literatura independiente fue exquisita, como ya imaginaba. Por supuesto, que uno de sus libros no me haya gustado no va a significar que ya no quiera leer otros.

Ya ves que incluso ahora estoy siendo muy discreto. Habrá quien piense que está muy bien eso de la sinceridad, pero que cuántas opiniones negativas de mis novelas he compartido yo. Y es cierto, no lo he hecho, porque públicamente nadie las ha escrito (o no me he enterado).

Ya hace cuatro años que empecé a escribir con voluntad de hacer carrera en el oficio y dos y medio desde que me decidí a publicar mi primera novela por mi cuenta. Fue entonces, a partir del momento en que “liberé” El viaje de Pau, cuando empecé a aprender de qué va este negocio, cuando me di cuenta de que escribir un libro es sólo el primer paso de los muchos que hay que dar para que uno pueda considerarse escritor.

Uno de los momentos que tengo marcados en rojo fue la participación en el experimento que me propusieron desde la librería Espai Literari: ‘Apedrea a un escritor’. Me planté ante varios lectores de El viaje de Pau, que tuvieron vía libre para ponerla a caldo. Todo autor debería someterse a un “bautizo” de ese tipo, porque aprendes a relativizar y a mirar tu propia obra desde un punto de vista externo, como si fuera la creación de otro. Te prometo que me ayudó mucho.

Apedrega un escriptor

Obviamente, no puedes tomarte todas las opiniones como verdades absolutas, porque no lo son, ni las negativas ni las positivas. En realidad, no son más que opiniones, de las que hay que saber extraer lo que convenga.

Después de aquello aprendí de veras a valorar los comentarios de quienes hacían el esfuerzo de leer mi libro y dedicarle unas palabras, fuera cual fuera la valoración final.

En este punto es donde debo agradecerte especialmente tus aportaciones. Hemos mantenido una intensa correspondencia virtual a propósito de mis obras, y que las “despedazaras” como lo has hecho me ha acabado de dar el empujón para desapegarme de ellas. Todo escritor debería tener el privilegio de contar con alguien con criterio literario y libertad absoluta para opinar sobre lo que lee antes de poner sus creaciones a disposición del público. Ayuda muchísimo a ver lo que nuestros enamorados ojos de “padre de la criatura” se empeñan en pasar por alto.

Eso es lo que, en teoría, hace una editorial. Yo por ahora no he explorado ese camino, pero me considero muy afortunado por haber contado no con uno, sino con varios editores (también conocidos como “lectores cobaya”), sobre todo para Con la vida a cuestas.

Esa es otra de las cosas que uno aprende cuando se embarca en esta aventura: hay que corregir y editar. Es imprescindible. Que cada uno lo haga de la manera que considere más adecuada, pero si no hay edición, no hay libro. Y me sorprende que tanta gente con pretensión de que lean sus obras las publique sin que hayan pasado por una corrección básica.

Yo cometí ese error con El viaje de Pau, aunque lo subsanara en parte en ediciones posteriores. Soy muy consciente, por muy orgulloso que esté de mi primera novela, y agradezco que haya lectores que me comenten las cosas a mejorar que encuentran.

Un ejemplo concreto. Hace unas semanas me escribió un email Esther Mateos, nuestra apreciada compañera escritora y reseñista (imprescindible su blog ‘Relatos Magar’), en el que hacía un extenso comentario sobre El viaje de Pau, destacando especialmente los aspectos mejorables. Con la mayoría de las cosas que comentaba estoy de acuerdo. Seguramente si me las hubiera dicho hace dos años no las habría encajado con tanta “deportividad”, ja, ja.

Lo que quiero decir es que esa aceptación de la crítica sincera es un buen síntoma para apreciar la evolución como escritor. Si a alguien le duele que le digan que sus personajes no son creíbles o que no consigue cerrar satisfactoriamente las tramas paralelas es que todavía está muy verde. Yo estoy muy lejos aún de poder considerarme un escritor maduro… Buf, no me queda nada por delante… Sin embargo, sí creo haber superado la fase de ver a mis obras como hijos a los que proteger a capa y espada, y a ello ha contribuido decisivamente la crítica constructiva.

Recuerdo las primeras conversaciones que tuvimos al respecto de El viaje de Pau, cómo me costaba imaginar que pudiera recortar un 30% de la novela, como me decías que habrías hecho tú. Entonces el proceso de corrección se me hacía muy cuesta arriba. Me acuerdo que pensaba que antes de escribir maduraba lo suficiente los textos en mi cabeza, así que no había necesidad de darles muchas más vueltas después de haber puesto el punto y final. Afortunadamente, me he dado cuenta de lo equivocado que estaba. En realidad, no creo que se trate de estar o no equivocado, sino de aprender. Creo que he aprendido un poco y estoy absolutamente receptivo a seguir haciéndolo.

Me pregunto, sin embargo, si la mayoría de quienes deciden autopublicar sus obras piensa igual. Voy a continuar defendiendo que cualquiera aproveche las facilidades que proporcionan las plataformas de autopublicación. Sin duda. Pero me duele encontrarme con tantas obras mal editadas. Soy consciente de que en las mías también hay fallos, pero procuro minimizarlos, y creo que se aprecia una evolución a mejor en cada nueva publicación. Me preocupa que los lectores piensen que no me lo tomo lo bastante en serio.

Pero me preocupa también que haya autores que menosprecien el imprescindible proceso que sigue a la escritura de la obra. Quiero creer que buena parte de esos libros de edición poco cuidada son consecuencia de la impaciencia y la inexperiencia de sus autores. Aunque también soy consciente de que existen no pocos lectores muy tolerantes con los errores. ¿Para qué molestarse, pues, en ser “profesionales”?

Aquí se abriría otro largo debate, que, si te apetece, ya abordaremos en otra ocasión. De momento, lo dejo aquí, reiterándote mi agradecimiento por esas críticas constructivas.

Sigo avanzando con mi nueva novela, aunque diciembre no ha sido demasiado productivo. Como sabes, he estado muy pendiente de la actualidad política, y bastante liado con mi vertiente de activismo social. Además, las fiestas no se prestan a conceder mucho tiempo para la creación literaria.

De todas formas, sí que he empezado a pasar los primeros dos capítulos al ordenador, lo que me está permitiendo hacer las primeras correcciones y revisar algunas incongruencias. El proyecto sigue madurando en mi cabeza y adquiriendo consistencia. Creo que será una historia interesante.

Muy pronto adelantaré a los suscriptores de la newsletter de ‘la recacha’ una idea relacionada con la novela, una especie de juego, que espero resulte interesante.

Aquí lo dejo.

Un abrazo, amigo, y ¡feliz 2016!

10 comentarios sobre “Sábado, 2 de enero de 2016: aceptar las críticas

  1. Por cierto, acabo de empezar «Con la vida a cuestas», cuando la acabe estaré en condiciones de evaluar esa evolución profesional que te aplicas puesto que ya he leido también «El viaje de Pau». Desde mi pobre punto de vista, que no creo tener criterio literario para la crítica, estando más cerca de ese «me gusta», «no me gusta» como vulgar consumidor…pero esto me pasa con todo: música, gastronomía, cine, pintura, teatro, arquitectura, fotografía…me gusta o no me gusta, en saber explicarto está la diferencia (y supongo que la formación). No obstante te remitiré un correo. Un abrazo.

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    1. No te sientas obligado, compañero, pero si te animas, recibiré encantado tu valoración.
      Cuando hablo de críticas me refiero más a los reseñistas y escritores que suelen escribir sobre libros. Son excepción quienes lo hacen con total sinceridad, sin omitir los detalles negativos. Por supuesto, al lector que básicamente lo que busca en un libro es que le transmita sensaciones (como toda obra de arte), que le cuente algo que le resulte interesante y lo haga de la forma más entretenida posible, no le pido que escriba tesis sobre mis obras, jajaja.
      Hay muchos lectores que son usuarios de redes sociales literarias, como Goodreads, donde sí expresan sus opiniones con total libertad (algunos con más mala leche que otros). Los escritores las visitan y apuesto a que la mayoría piensa que quien habla no bien de su libro lo hace movido por alguna extraña animadversión e incluso la envidia…
      Ya he dicho que los escritores somos bastante orgullosos. 😉
      Ah, muchísimas gracias por leer mis novelas.
      Un abrazo.

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  2. Tengo muchas ganas de responderte, tanto, que a lo mejor me pongo ahora mismo. 🙂 Alejarse del trabajo de uno considero que es una labor difícil y muy necesaria. Los problemas surgen cuando uno ya tiene éxito y cree que cualquier cosa que salga de sus manos es bueno, y normalmente sucede porque hay intereses detrás y mucho fan desarbolado. Por supuesto, yo no tengo ese problema ni espero tenerlo en el futuro. Pero quiero decir que para autores como nosotros la crítica constructiva es necesaria (y muchas veces difícil de encontrar) y para tenerla en cuenta uno debe endurecerse, como bien dices, y, por supuesto, tener mano firme a la hora de machacar el propio trabajo si fuera necesario. Hace unos meses me reuní con un grupo de escritores y hablando de mis viejas novelas guardadas en el cajón y lo poco que me gustaban, alguien me soltó eso de: «¡Pero son tus hijos!». No recuerdo lo que le dije, pero creo que fue algo del tipo: «Pues a esos hijos los tengo abandonados en un rincón oscuro y no les doy de comer. A lo mejor ya están muertos». Nunca me ha importado demasiado dejar atrás cualquier cosa que haya escrito, y bueno, tal vez me he endurecido mucho más porque últimamente escribo relatos y para pasar al siguiente tengo que olvidarme del anterior. En fin, en mi próxima carta (que como te digo llegará muy prontito) hablaré más del asunto, que me parece muy interesante. ¡Un abrazo!

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    1. Contigo he hecho un curso acelerado de «la tijera es tu amiga». ¡Jajaja! He tenido suerte de que nuestros caminos se crucen, aunque te situes en el sector más duro de quienes «maltratan» a sus obras. Como digo en la carta, he aprendido a apreciar tus comentarios y a seleccionar aquello que pienso que me ayuda a mejorar mis obras sin modificar mi estilo, ese sello personal que considero tan imprescindible en toda creación literaria.
      Como siempre, leeré tu respuesta con toda la atención.
      (Parece que este tema despierta más debate, ¿no?)
      ¡Un abrazo!

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      1. Ojalá la gente se anime a comentar. Las aportaciones de todos son interesantes y se supone que intentamos abrir debates y tal, pero bueno. Respecto al curso acelerado de tijera… ¡Jajaja! La verdad es que a mí me costó lo mío, pero cuando le coges el gustillo es un no parar. Si alguien me dice: «Esta frase está un poco enrevesada», directamente la elimino. 😛 Y, la verdad, ¡no se nota! Pero está claro que tenemos que conocernos como escritores, y los hay que son de los que añaden, de los que restan y de los que hacen las dos cosas. Yo soy de los que resta. Cada vez menos, pero sigo siéndolo. Y como te digo, cuando tengo el día, disfruto como un enano «apalizando» mis historias. ¡Un abrazo!

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  3. Reblogueó esto en Autotomía relatosy comentado:
    La primera carta del 2016 de la segunda temporada de «Cartas a un escritor» llega de la mano de Benjamín. En ella hace una reflexión interesantísima sobre la madurez literaria, con especial interés en las críticas constructivas.

    «Dicho esto, creo que los escritores deberíamos ser más humildes y aceptar con normalidad la crítica negativa. Cuando una novela o un relato están bien escritos no debería importarnos que haya lectores a quienes no les gusten. Es más, deberíamos agradecer que haya quien se tome la molestia de, tras haber leído nuestra obra, dedique parte de su tiempo a escribir un comentario en el que exponga sus razones».

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  4. Aceptar las criticas es un muy buen paso, necesario si los hay. Pero también ser consciente de por qué uno hace lo que hace y ser fiel a ello lo es. Recuerdo especialmente los comentarios que recibí de una novela que aún no me decido a enviar a publicación (por aquello de que no fue lo primero que escribí y quiero publicar cronológicamente): tuve tres lectoras beta. Una de ellas quedó fascinada. De inicio a fin le pareció una obra que valía la pena. Otra de ellas, cuya vertiente es más bien poética literaria (hacer textos cuya musicalidad y en lo visual sean bellos también) me dijo que no acababa de comprender algunos elementos y el porqué los incluí pero que, sin embargo, estaba segura de que tenían razón de ser. Me decía, por ejemplo, que el equivalente a mi epilogo (de bastantes páginas) no era necesario, pero que evidenciaba mi interés por darle voz a un personaje a quien nunca se la di. Una declaración de intensiones, una visión de mundo. En cambio, la tercera lectora me dijo que eliminara todo el epilogo,que le parecía lo peor del libro, que era casi casi de serie B (así de mal). ¿Para qué darle voz a alguien que te cuenta lo que ya sabes gracias al final? Es redundante, me dijo, y no aporta ningún hecho que sea nuevo. Ella es escritora, principalmente, de novelas juveniles, y por ende está muy informada en cuanto a estructuras propias del best-seller o de «novelas modernas». Al recibir la crítica de las tres, pensé: la clase de lector que yo quiero y para el que yo escribo es como las primeras dos (las que se dejan llevar por las emociones en una historia y las que ven la poesía implícita en las imágenes o la forma), y no para el tercer tipo (las que busquen una novela formularia, con muchos giros de tuerca – o cuando menos los tan marcados 3 plots). Eso no significa que no tome en cuenta lo que ella me dijo, pero es su visión de qué es una novela y lo que para mí es una novela nada más no terminan de encajar, y juzgar mi obra en sus términos serían mutilarla. He optado, sin embargo, por dejar bien en claro que eso se trata del epilogo y que no es sino la perspectiva de uno de los personajes de lo que ya se mostró en la historia. Así cuando menos es decisión de los lectores de novelas modernas el perder o no su tiempo en leer eso. Otra cosa es cuando me han señalado, las tres, errores de ritmo en un párrafo, o exceso de detalles innecesarios (y que hasta yo noto, al releer, que sí lo son). En esos casos, bien vale la pena editar cuantas veces sea necesario. Una de las razones por las que aun no publico es justamente porque no dejo de editar mis cuentos, intento acercarlos lo más posible a eso que podríamos llamar «un buen cuento», y muchas veces eso me aleja de lo que se espera de esos cuentos. Pero entre más leo y entre más críticas recibo, más voy perfilando qué sí me interesa y que no, y por ende, qué sí debo corregir y qué es parte de mi propuesta: buena o mala, arriesgada o torpe, da igual… es mía.
    Este año justamente creo que crecí gracias a eso, a que otras personas leyeron lo que hacía y vi mi trabajo a través de sus ojos. Nada como eso para tener mayor claridad en todo sentido.

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    1. Interesantísima aportación, Daniel, que va en la línea de lo que argumento en el artículo. Es evidente que el autor tiene que defender su trabajo y tener muy claro el motivo que lo llevó a crearlo. A partir de ahí, es un ejercicio muy sano abrir los oídos a lo que lectores con «criterio» (siendo esto tan subjetivo) tengan que decirnos, y, lejos de ofendernos que no nos hagan la ola, debemos aprovechar aquello que consideremos que nos ayudará a mejorar el resultado final, sin, desde luego, renunciar a su esencia.
      Me he sentido muy identificado con el caso que detallas. Para ‘Con la vida a cuestas’ conté nada menos que con nueve lectores beta (yo los bauticé como «lectores cobaya»). Incluso les pasé un cuestionario en el que incluí aquellos aspectos que creía podían despertar más disparidad de opiniones.
      En concreto, las descripciones de las vidas de los personajes secundarios. Me tomé muy en serio la creación de esos personajes, siendo consciente de que centrarme en ellos en algunos momentos podía desviar la atención de la trama principal. Pues bien, aunque a la mayor parte les gustó tal y como lo había escrito, los comentarios de algunos lectores me hicieron decidir que no suprimiría esas historias paralelas (y realmente poco o nada trascendentes para la trama), pero que las desplazaría al final del libro; algo parecido a un epílogo como el tuyo, aunque quien quisiera podría acceder a cada uno de esos relatos desde el punto en el que los incluí originalmente.
      Creo que el experimento ha funcionado muy bien, pues permite leer la novela de varias maneras. Y es algo que nunca se me habría ocurrido si no hubiera consultado la opinión sincera de esos primeros lectores.
      Muchas gracias por leer y comentar.
      Un abrazo.

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