Votar con el corazón y con una sonrisa

viñeta Malagón

He sido bastante crítico con Podemos, con su viaje al centro, con su pérdida de frescura y la “suavización” del mensaje para atraer a votantes “moderados”; he criticado la soberbia de sus líderes y el menosprecio hacia la afirmación ideológica, cristalizada en el rechazo a la confluencia con Izquierda Unida. Sigo pensando que la incapacidad de ambas formaciones para alcanzar un acuerdo puede acabar marcando la diferencia mañana entre ganar las elecciones y ganarlas con la suficiente holgura para formar gobierno.

E igual que he criticado a Podemos, critico a IU y su sectarismo ideológico. Quedan aún muchos garbanzos negros en una organización demasiado anclada en el inmovilismo marxista, pese a los loables esfuerzos de su joven líder, Alberto Garzón, por llenarla de aire fresco. Creo que en esta campaña lo ha conseguido y creo (me gustaría que así fuese) que el domingo va a lograr más votos de los que las encuestas le otorgan. Sin embargo, no me han gustado los ataques continuados a Podemos. Porque meter a los de Pablo Iglesias en el mismo saco que a PP, PsoE y la sucursal naranja del PP me parece muy injusto.

Es legítimo que compitan por el mismo electorado, aunque absurdo, en mi opinión, pero los ataques, una vez confirmada la decepción por la no confluencia, sobraban. Una vez más, los sectores de más a la izquierda se atrincheran para proteger su pureza ideológica y equivocan el enemigo. No aprenderemos nunca.

A Podemos hay que reñirles todo lo que haga falta, tirarles de las orejas todas las veces que sea necesario, criticarles por su adaptación a la estrategia electoralista…, pero primero hay que ganar las elecciones. Porque, a pesar de todo, tengo la sensación de que mañana viviremos una jornada electoral histórica. Las encuestas dan unánimemente ganador al PP, y probablemente así sea, pero tengo un pálpito. Las imágenes de los mítines desbordados de gente ilusionada con el cambio real me han hecho recuperar bastante del optimismo perdido durante los últimos meses.

Podemos ha reventado aforos en todas las ciudades. También Alberto Garzón. No sé hasta qué punto es sintomático; cómo se va a traducir esa ilusión militante en votos. Es evidente que el votante de Podemos y de Unidad Popular responden a un perfil mucho más entusiasta que el de las otras formaciones. Mientras que el voto a Podemos es un voto de ilusión, en positivo, el del PP es el voto cómplice con la corrupción, un voto egoísta, miedoso, en las antípodas del entusiasmo. Algo parecido podría decirse de Ciudadanos, cuyo líder, en el último día de campaña por fin se quitó la careta: su objetivo es que continúe gobernando el PP, que nada cambie.

En cuanto al PsoE, le reconozco a Pedro Sánchez el esfuerzo por parecer un líder de izquierdas, contundente con el PP, incluso con propuestas interesantes. Pero es que tiene demasiados compañeros de viaje que ya no engañan a nadie. El suyo es un voto en contra de, el voto de quienes no se atreven a ilusionarse con nuevas ideas, de quienes prefieren mantenerse en la zona de confort, a pesar de vividores, puertas giratorias, socialistas y obreros de escaparate. Conozco a muchos socialistas que lo son de corazón, que creen en el proyecto de aquel partido que ilusionó a tantísima gente treinta y tantos años atrás, y comprendo que les resulte muy difícil renunciar a él, aunque a la práctica para sus líderes actuales el puño en alto y la rosa no sean más que símbolos nostálgicos.

No sé qué pasará este domingo. Nadie lo sabe. Sí sé, sin embargo, que una parte significativa de los españoles acudiremos a las urnas con la ilusión de estar participando en una elección histórica, de estar propiciando el cambio que tanto necesita nuestra sociedad. Es posible que esa ilusión acabe transformándose en decepción unas horas más tarde, pero no lo considero probable.

Creo que Albert Rivera ha cometido un gravísimo error de estrategia electoral revelando el último día que apoyará la investidura de Rajoy. Teniendo en cuenta que su único activo era la regeneración democrática, la (aparente) lucha contra la corrupción, tras el anuncio no acabo de ver qué encanto puede tener votar a Ciudadanos. Si eres de derechas y ya te va bien cómo funciona España, pues vota al original, ¿no? Aunque sea con pinza en la nariz.

Veremos en qué se traduce todo ello. Lo que tengo claro es que en estas elecciones generales la apelación al voto útil no va a servir de nada. Sí, quizás, algunos miles de personas acaben reaccionando a la “amenaza” que suponen los “bolivarianos”, “los amigos de ETA”, “la izquierda radical”. Pero van a ser muchísimos miles más, millones, quienes votemos con el corazón y, por fin, con una sonrisa.

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