Martes, 22 de julio de 2014

Memorias de Lázaro Hunter
Mi hijo Albert, flipando con las viñetas de Memorias de Lázaro Hunter (que no es una novela gráfica infantil).

Hola, Toni. Ya estoy aquí otra vez.

Hoy quería hablarte de algunos libros que he leído últimamente, varios de ellos de autores autopublicados, que en general me han dejado una sensación muy positiva y, por tanto, confirman lo que ya sabíamos respecto a que la ausencia de un sello editorial no tiene por qué ser un indicativo de ausencia de calidad, y viceversa.

Pero antes debo confesarte que estos últimos días me cuesta tener la mente despejada para pensar y escribir sobre cosas que teniendo en cuenta lo que está sucediendo en el mundo me parecen ridiculeces. Ya ves, yo aquí comiéndome la cabeza sobre cómo sacar la ídem en el mundo editorial mientras en Gaza la gente no sabe dónde meterse para evitar la metralla de la lluvia de bombas asesinas que lanza sin piedad la organización terrorista mejor organizada, más poderosa e influyente del planeta, es decir, el gobierno de Israel.

Mis últimos artículos en el blog tratan sobre ello, ya lo sabes, y sé que opinamos prácticamente lo mismo respecto a lo que la “comunidad internacional” y los medios políticamente correctos se empeñan en llamar conflicto o guerra, en vez de masacre, exterminio, aniquilación o genocidio, que es lo que realmente está ocurriendo, porque después de leer montones de artículos de periodistas, intelectuales, activistas y personas todas ellas muchísimo mejor informadas que yo lo que me queda claro es que el actual gobierno de Israel pretende acabar con Palestina, reducirla a cenizas, expulsar o matar a su población y acabar anexionándose todo el territorio con sus valiosos yacimientos energéticos. En fin, la historia se repite, como en tantos otros puntos del planeta a los que el foco mediático apunta con muchísima menos insistencia que en Oriente Medio. No puedo evitar pensar en tanta barbarie de la que los humanos (la palabra pierde todas sus acepciones positivas y se queda únicamente con la que sirve para nombrar a la especie) somos capaces fruto de la codicia, uno de los peores sentimientos que se me ocurren y, sin embargo, uno de los más frecuentes. Estoy muy indignado, triste, desolado, impotente. Siento rabia por la hipocresía y la mezquindad que demuestran los dirigentes políticos de los estados “civilizados”, los que tanto se llenan la boca con palabras como “democracia”, “justicia” y “derechos”, a las que vacían por completo de significado. ¿Cuánto dolor ajeno son capaces de ignorar? ¿Dónde está el límite de lo políticamente admisible? Mi mayor desprecio hacia ellos, hacia todos los que han despojado de todo su valor a la vida humana. Quienes no se estremecen de indignación por las muertes gratuitas, fruto únicamente del odio, de los niños palestinos, sólo merecen desprecio. Son seres despreciables; siento una simpatía infinitamente mayor por las ratas.

Ya me he desahogado un poco. Y ahora va a parecer frívolo que me ponga a hablar de literatura, a lamentarme de lo mal que está el panorama para los autores independientes y de lo complicado que es conseguir que una editorial seria se fije en tu trabajo. Pero la vida sigue, ¿no? Nuestra privilegiada vida lejos de las bombas.

En tu última carta abrías un interesantísimo debate sobre qué es ser escritor y quién puede considerar que lo es. Teniendo en cuenta tu elevadísimo nivel de autoexigencia, no me sorprende que opines que mientras la escritura no te dé para pagar facturas te costará mucho incluirte en el “club”. Yo, sin embargo, creo que sin duda eres escritor, y uno muy bueno, por cierto. Mi opinión no es más que la de un lector habitual, que ha leído cientos de libros de montones de escritores y géneros diversos. No soy, pues, una voz más o menos autorizada que la de cualquier otro lector, ni soy clasista en absoluto. Es decir, me da igual que un autor haya escrito una o cien novelas, y que sea premio Nobel o ese Stephen King de un universo paralelo en el que se come los mocos (memorable tu ocurrencia). Si lo que leo me gusta, para mí es bueno, y todo lo que he leído tuyo lo sitúo sin titubear en la parte alta de mis preferencias. Así que en mi particular universo literario puedes presumir de ser tan escritor como Tolkien, Paul Auster, William Goldman, George R. R. Martin o García Márquez.

Comparto la opinión de Sampedro sobre que es escritor quien siente la necesidad de escribir, quien se siente “obligado” a hacerlo. Me parece una definición muy complementaria a la del talento. Talento y dedicación son ingredientes que, juntos, aseguran el éxito. Normalmente quien tiene talento para desarrollar alguna actividad se decanta por ella. El problema es cuando los factores externos (educación, prejuicios, falta de motivación) se interponen. Soy un firme defensor de un sistema educativo que motive el desarrollo del talento, que ayude a desarrollar las aptitudes de los niños desde bien pequeñitos y no como ocurre ahora, que cuando llegan a cierta edad, todo el currículo educativo se empeña precisamente en lo contrario, en (in)adaptar a los chavales a las supuestas necesidades de la sociedad en que viven, con lo que acaban frustrados, aburridos y absolutamente desmotivados.

En fin, que lo que quiero decir es que para mí es escritor quien escribe. No importa tanto lo prolífico que sea como que lo que hace tenga un sentido para él. Un pintor no coge un pincel y se pone a hacer rayajos sin más (bueno, algunos sí), sino que en sus creaciones pretende desarrollar algún tipo de discurso artístico, expresar un estado de ánimo, una crítica social, exaltar la belleza de un paisaje…, qué sé yo. Quien escribe también lo hace, y si lo consigue, tenga o no salida comercial, sin duda es escritor.

Yo me considero escritor porque me encanta escribir; siento que es la vía perfecta para expresar mis ideas, más que con el lenguaje oral. Pero creo que no soy un escritor al uso. Probablemente tiene mucho que ver que antes que escritor soy periodista, de modo que necesito escribir sobre la actualidad, reflexionar sobre ella (de ahí el alegato inicial). No me puedo abstraer del mundo que me rodea para centrarme únicamente en crear ficción. Levanté la persiana de ‘la recacha’ hace año y medio porque tenía mono de periodismo, no tanto de perseguir historias como de expresar mi punto de vista sobre la actualidad, y ahora soy incapaz de bajarla para dedicarme exclusivamente a la creación literaria. Este espacio ya forma parte de mí, es mi ventana al mundo, y no puedo prescindir de ella.

Estoy bastante satisfecho del balance de la semana pasada. Armado con mi cuaderno y el boli, sentado a una mesa del parc de Can Rius (en Caldes de Montbui tengo la suerte de poder elegir parque, estamos bien surtidos), le pude dedicar una hora y media cada día, tiempo bien aprovechado, sin más distracciones que el canto de los pájaros, que dicho sea de paso, me resulta muy inspirador. He descubierto que avanzo a un ritmo de tres páginas por hora, así que si llego a poder invertir tres horas diarias (más lo veo imposible), en un mes habré llenado 180 páginas (demasiado optimista, me parece) que ya veremos en qué quedan al pasarlas a limpio. Esa es otra…, volcar todo el trabajo al ordenador. La oportunidad perfecta para pasar la tijera… ¡Jajaja! (Esta vez tendré menos contemplaciones, lo prometo).

Siguiendo con lo de que no soy un escritor al uso, y creo que también tiene mucho que ver con la vocación periodística, confieso que soy un poco exhibicionista. A ver si me explico. He leído y escuchado a escritores afirmar que escriben para ellos mismos, que el que los lean otros es secundario. También los hay que no quieren hablar sobre lo que están escribiendo, de modo que si nunca llega a publicarse el autor/a se llevará el “secreto” a la tumba. A mí, en cambio, me gusta hablar sobre mis proyectos. No me importa en absoluto desvelar en qué estoy trabajando y, de hecho, ya he compartido varios fragmentos de la novela que estoy escribiendo. No voy a ocultar que algo de estrategia de marketing de estar por casa hay en ello, pero en mi caso lo que me empuja a hacerlo es la necesidad que siento de interactuar con la gente. Evidentemente, si no recibiera feedback ya se me habrían quitado las ganas de seguir dando la lata con mis proyectos.

Al respecto de esto, el otro día un contacto de mi página de Facebook me reprochó públicamente que diera detalles sobre mi nueva novela. Reconozco que me molestó un poco porque a mí jamás se me ocurriría decirle a alguien cómo tiene que trabajar. La gran Ana María Matute dijo medio bromeando en un acto ante la prensa pocos meses antes de su muerte que no podía desvelar nada sobre su nueva obra porque “sería como abrir un frasco de perfume y que se evapore”. Y quién se atreve a rebatir tal argumento. Sin embargo, mi próxima novela está muy lejos de poder ser considerada un perfume… Pero resulta que lo que yo hago no es en absoluto original. Ayer lunes la reconocidísima escritora (y periodista) Rosa Montero compartió en su muro de Facebook el primer párrafo de una futura novela, que se le ha ocurrido mientras escribe la próxima: “La vida es un pequeño espacio de luz entre dos nostalgias: la de lo que aún no has vivido y la de lo que ya no vas a vivir, porque pasó. Y el momento justo de la acción es tan breve, tan aturullado y tan rápido, que lo desperdicias mirando aturdida alrededor”. Es un primer párrafo brutal, ¿no crees? Tiene mucha fuerza.

De Rosa Montero he leído un par de libros: Historia del rey transparente, que me encantó, y Amantes y enemigos, una compilación de relatos de la que no recuerdo mucho, la verdad. Tengo pendiente La ridícula idea de no volver a verte, recomendación entusiasta de una de esas amistades que hacen posibles las redes sociales, María, lectora voraz, anfitriona del libro viajero en Gran Canaria y que, además de haberme comprado cuatro ejemplares de El viaje de Pau (¿cómo no la voy a considerar amiga para siempre?), me ha descubierto a dos excelentes escritores canarios: Ramón Betancor, sobre cuya primera novela, Caídos del suelo, escribí hace unos meses; y Javier Estévez, que ha recurrido a la autopublicación para difundir su obra de debut, Días de paso, y suerte que lo ha hecho, porque estoy disfrutando de una lectura deliciosa. Cómo reconforta descubrir esos pequeños tesoros que las editoriales dejan escapar. En esa categoría debo incluir otro libro de relatos que he leído hace poco: Como tú y como yo, de la sevillana Berta Carmona (es la responsable del proyecto Ecoescritura, quizás recuerdes que hace unas semanas escribí un artículo sobre la literatura independiente para ellos). Son historias de superación humana, escritas con una gran sensibilidad y muchísima calidad. Berta está haciendo un gran trabajo; seguro que obtendrá los frutos a tanta dedicación.

Se me quedan en el tintero varias cosas más que te quería comentar, pero es que esto no va a haber quien lo lea. Acabo enviándote todo mi apoyo en esa idea que me parece magnífica de ilustrar El jardín de Marta y buscarle editorial. En esa línea estamos trabajando mi hermano y yo con Memorias de Lázaro Hunter. Fran ya ha montado lo que podríamos considerar el primer volumen, el que utilizaremos de muestra para enseñarlo en las editoriales. Las ilustraciones han quedado increíbles, me resulta inimaginable que lo puedan rechazar por falta de calidad. A ver si nos ponemos a ello, lo que pasa es que él también está bastante liado (afortunadamente) con varios proyectos.

Bueno, aquí lo dejo, que me pongo a escribir y no pararía de explicarte cosas. Me encanta esta forma de contarnos las batallitas y debatir sobre la creación literaria. Espero que estés disfrutando tanto como yo de la experiencia. Quedo a la espera de tu próxima carta.

¡Un abrazo!

 

21 comentarios sobre “Martes, 22 de julio de 2014

  1. Hola Benjamín:
    Me encanta todo lo que dices y como lo dices bien clarito y sin ofender a nadie.
    Me gusta esto que dices… sobre que es escritor quien siente la necesidad de escribir, quien se siente, pues si aunque la verdad, cuesta mucho hacerlo bien ya me gustaría a mí ya! ahora eso me encanta leer.
    Estoy de descanso pero de vez en cuando comento en algún que otro blog que me gusta como el tuyo.
    Nos vemos pronto
    P.D. sobre el mundo prefiero no comentar, me averguenzo de mi especie.
    Carmen
    Te mandé un correo!!!

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    1. Muchas gracias, Carmen. Cuando escribo sobre temas como la literatura procuro ser muy respetuoso. Tengo muy claro que lo que expongo no es más que mi opinión, que, evidentemente, puede ser equivocada. Ahora bien, cuando escribo sobre lo que pasa en el mundo no puedo morderme la lengua. Para medias tintas, eufemismos y lo políticamente correcto ya están esos dirigentes políticos que ayudan tanto a que tú y tantísimos otros nos avergoncemos de nuestra especie.
      ¡Un abrazo!
      (Ya te he contestado al correo) 😉

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  2. Hola, Benjamín. ¡Qué rabia! Había escrito un comentario bastante amplio y completo y el ordenador me ha jugado una mala pasada: se ha borrado todo.  ¡Qué vamos a hacerle! Intentaré volver a expresar lo que quería transmitirte.
    En primer lugar, quería felicitaros a ti y a Toni por este “experimento” que a mí me parece una idea muy buena; un formato diferente y muy interesante para reflexionar no solo sobre el sector editorial, sino también sobre las inquietudes, las vicisitudes, las ilusiones… de los que, de una u otra manera, nos dedicamos a este noble ¿oficio? de la palabra. Lo que más me gusta de vuestra correspondencia es la cercanía, la sinceridad, la honestidad… que volcáis en cada carta. No es que yo tuviera alguna duda, pero desde luego dais buena muestra de la cantidad de personas con talento, con ideas, con ganas de trabajar y con ese necesario buen rollo que hay en este mundo de las letras en el que nos movemos.
    Vuestras reflexiones hacen que una se sienta menos sola, porque claro está, muchas de las dificultades que comentáis (la frustración por la organización del tiempo, las dudas continuas, la pregunta constante sobre hasta cuándo aguantar el tirón, qué es lo que merece la pena y qué no…) yo también las comparto, y estoy segurísima de que muchísimos compañeros, por no excederme en la generalización. Por cierto, quería recomendaros un libro que seguramente ya lo conozcáis, pero por si acaso: “Escribir es un tic”, de Francesco Piccolo. Se trata de un compendio de reflexiones de escritores conocidos divididas en diferentes bloques del proceso creativo: para mí una joyita de las que hay que subrayar y tener siempre a mano.
    No puedo despedirme sin echar mi lanza a favor de la autoedición. Creo en ella, la defiendo a ultranza (siempre con calidad, ya sabes), incluso después de llevar más de un año y medio experimentando sus inconvenientes; también, por supuesto, disfrutando de sus alicientes. Y creo en ella porque no me gustan lo filtros a la cultura, porque me encanta la idea de que todo aquel que tenga el sueño de publicar y crea en sí mismo pueda llegar a conseguirlo, porque gracias al arrojo y a la lucha constante de muchos autores yo he descubierto en los últimos meses verdaderos tesoros que quizá nunca hubiera conocido de la mano de una editorial y porque (sin tener nada absolutamente en contra de las editoriales) me encanta la idea de que uno, por libre elección, pueda prescindir de estas y llevar el control absoluto de sus derechos, sus estrategias promocionales y sus ventas. Y otra cosa, para los que aún dudan: la autoedición no desprestigia, lo que desprestigia es la falta de calidad y esto se encuentra también (y desgraciadamente mucho) en los libros comercializados por las editoriales. Por eso defiendo y defenderé a ultranza la autoedición de calidad.
    Por último, gracias, Benjamín, por citarme en tu carta y apoyarme de esa manera en la difusión de “Como tú y como yo”, valoro muchísimo tu gesto. Y te deseo suerte, mucha suerte, estoy convencida de que sabrás encontrar la manera de convertir lo que tanto te gusta (y tan bien se te da) en tu manera de vida. ¡¡Seguimos leyéndonos!! Abrazos desde el sur.

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    1. Enorme reflexión, Berta, y no me refiero a lo extenso sino al contenido. Me voy a apuntar el libro que recomiendas y seguro que lo leeré: soy un apasionado de ese tipo de ensayos. Respecto a la autoedición, también considero que es un muy buen modo para darse a conocer y la única salida para muchos que tienen calidad y desean que otros les lean. Las editoriales ponen límites, controlan el mercado, deciden qué tenemos que leer y qué no y cuándo, y muchas veces se equivocan, y mucho. No sé si es que algunos editores no tienen un control real de lo sacan a la calle, no tienen ni idea de lo que hacen o prefieren un producto que ya ha tenido buenas ventas en el extranjero y confiar en los escritores nacionales de siempre con su fiel pléyade de lectores. Me parece que piensan más en perder el menor dinero posible que en ganarlo.

      He leído en muchas ocasiones que el mercado lector no está muy interesado en las caras nuevas y me suena más a excusa que a realidad. Pero por desgracia siguen siendo ellas, las editoriales, las capaces de impulsar la carrera de un escritor que desee tener posibilidades de ganarse la vida con esto de escribir. En muy pocos casos un escritor independiente pega el pelotazo por sí solo. Está claro que alguien que quiera publicar tiene la salida de la autopublicación pero dependerá de hasta dónde quiera llegar que se sienta más o menos satisfecho o más o menos frustrado con esta tarea. Y uno de los problemas, me parece, es que la autopublicación se ha convertido en un pasatiempo para muchísimos y en un negocio para unos pocos, que son los que verdaderamente están ganando la pasta. Y no me quejo, claro que no, porque como dices, controlar la cultura, limitarla, es algo muy malo.

      Pero bueno, podríamos hablar largo y tendido del tema. Muy interesantes tus palabras. Y, como te he dicho, me apunto ese libro. Abrazos también desde el sur.

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      1. Hola, Toni. Un gusto saludarte. 🙂 En primer lugar, muchas gracias por tus amables palabras, cuando se trata de reflexionar sobre nuestro tema, me enrollo hasta perderme y tengo que cortar porque me lío y me lío y parece que no encuentro el final. Como bien apuntas tú también, muchos de estos temas son para tratarlos largo y tendido. Sobre lo que comentas de las editoriales, yo entiendo que hay de todo, en el terreno de las independientes sí que se hacen apuestas más arriesgadas, y luego están los grandes grupos que lo controlan todo, y eso ya es arena de otro costal, con poderoso don dinero presidiéndolo todo…
        Por último, creo que disiento de tu idea de que solo a través de las editoriales puede uno ganarse la vida como escritor. En mi opinión, lograr esto también es cuestión de pelotazo, más allá que de editorial o no… Si la editorial no hace promoción (tal y como muchos autores se quejan), si la editorial no invierte en un producto de calidad (cada vez se encuentran más erratas y fallos), en fin, si la editorial decide ahorrar costes para ganar más, pues tampoco garantizará nada, salvo una mejor distribución (cosa que sí tenemos cruda los autopublicados, tal y como apuntaba Benjamín en una de sus cartas). Últimamente he podido leer a algunos escritores lamentarse públicamente de cómo sus ingresos han decaído enormemente tras haber cedido los derechos de sus obras a algunos sellos, ¡una pena!, no es oro todo lo que reluce en este sector, como en ninguno. En fin, nos movemos en un terreno difícil, ¿quién tiene las respuestas?, ¿cómo saber cuál es el camino acertado?, no es sencillo, como no lo es casi ninguna de las aventuras apasionantes que nos presenta la vida; al menos, intentaremos disfrutar del camino, eso que nadie nos lo quite. 😉 Abrazos.

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        1. Claro, en gran parte las posibilidades de un autor dependerán de su calidad, aunque he visto casos y casos, y en esos depende más de la capacidad del editor para ver a un buen escritor en potencia y de tener los «plinglins» para liarse la manta a la cabeza y publicarle. Pero sí, estoy muy de acuerdo con lo que dices: ahora mi esperanza reside más en las nuevas editoriales independientes que en las grandes; en ellas tengo puesto mi ojo. Espero en el futuro poder hacer ganar mucha pasta a alguna de las que están apareciendo y que, de rebote, saque algo yo. En todo caso, siempre hay que mirar muy bien lo que se firma. Otro abrazo. 🙂

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    2. Buf, Berta. Menuda reflexión. Esto no es un comentario, es un post completo… ¡Jajaja! Me encanta todo lo que dices y lo comparto al 100%. Me alegra encontrar a otros escritores que, como yo, apuestan por la autoedición. Sí, es verdad, en muchos casos empujados por las circunstancias. Pero me pasa como a ti: si no fuera por esos «aventureros» me habría perdido auténticas joyas.
      La eterna cuestión es conseguir equilibrar deseos y realidades. Yo tengo muchísimas ideas, montones de iniciativas para difundir mi novela, pero he llegado a un punto en que me tengo que plantear si quiero ser escritor de verdad y, por tanto, seguir escribiendo, o si sigo invirtiendo tiempo e ideas en dar visibilidad a una obra que se va a topar una y otra vez con un problema mayúsculo: la distribución.
      Creo que he llegado a un término medio en el que la prioridad es escribir y no me puedo «martirizar» porque ‘El viaje de Pau’ sea ignorado por las librerías. Es una guerra de momento perdida, así que me tengo que centrar en lo que sí puedo controlar: la creación literaria.
      Muchas gracias por compartir tus reflexiones, Berta. Dan mucho nivel al debate. ¡Un abrazo!

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  3. Hola de nuevo, Benjamín. La verdad es que cuando se trata de un tema que me interesa tanto, me enrollo, me enrollo y no encuentro el final, jeje. Me alegra saber que has alcanzado ese término medio tan necesario y que todos ansiamos. Los independientes tenemos que encontrar una solución para nuestro problema con la distribución, tenemos ahí un gran tema para reflexionar y buscarle soluciones… Gracias a ti, tu blog sí que tiene nivelazo, es un gustazo entrar y disfrutar con tus palabras. ¡Abrazo!

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