Un grito por la memoria

Bolsa de Bielsa
Evacuación de la población civil durante la Bolsa de Bielsa – Archivo Alix

18 de julio. Una fecha infame en la historia de España y, sin embargo, día de celebración para todos los defensores de la libertad, porque hoy hace 95 años que nació Nelson Mandela. Pero no voy a hablar del héroe surafricano, sino del golpe de Estado que el 18 de julio de 1936 significó el punto de partida de una terrible guerra, la instauración de un régimen genocida encabezado por el dictador Francisco Franco y casi 40 años de implacable represión, cuyas consecuencias aún pagamos hoy en día. Miles de víctimas del golpe militar, la guerra y la represión franquista continúan desaparecidas, ignoradas por las instituciones “democráticas”, enterradas en cunetas y fosas comunes.

Nadie ha pagado por esos crímenes, ya que en España se ha cortado de raíz todo intento de investigarlos y de reclamar responsabilidades. Es inaudito. Con la excusa de no abrir viejas heridas cientos de miles de crímenes contra la humanidad han quedado impunes. La única esperanza por que se haga justicia, aunque sea de manera simbólica, radica en las iniciativas judiciales surgidas desde Argentina y Ecuador. Podría calificarse de surrealista de no ser por la extraordinaria gravedad del asunto. Asesinatos, ejecuciones sumarias, secuestros y desapariciones forzosas, encarcelamientos injustificados… Aceptados y olvidados por un Estado que presume de ser una “democracia moderna”. Recientemente el PP volvió a rechazar una propuesta parlamentaria de Izquierda Unida para que el 18 de julio se convirtiera en día de repulsa al régimen franquista. Los herederos del franquismo hace tiempo que se quitaron la careta y no disimulan su ideología reaccionaria. En fin, no voy a seguir por ahí, que me caliento.

La efeméride, sin embargo, me sirve para explicaros por qué decidí escribir el libro que he escrito y no otro. ‘El viaje de Pau’ iba a ser una novela diferente de la que ha acabado siendo. Cuando imaginé la historia que quería explicar era mucho más sencilla: un tipo hastiado de su vida cómoda pero vacía en la gran ciudad conoce a un viejo pastor del Pirineo y se muda a un pueblecito en la montaña. Allí descubriría otra forma de vivir, en un entorno natural maravilloso. Iba a ser, pues, una historia sencilla, bastante costumbrista y bucólica, un homenaje a una tierra que llevo en el corazón desde niño, pues he pasado en el Valle de Pineta los mejores veranos de mi vida, en contacto directo con la naturaleza. El resultado final sigue teniendo mucho de agradecimiento al lugar donde se desarrolla la trama, pero el argumento ha ganado en complejidad y en implicación ideológica.

Cuando me documentaba para escribir el libro, buscando información sobre los pastores del Pirineo Aragonés, topé con la Bolsa de Bielsa. En un primer momento pensé que se trataba de algún tipo de mercado de ganado, pues encontré varias fotos relacionadas en las que aparecían pastores con vacas. Pero cuando me puse a leer sobre el tema me di cuenta de que era algo mucho más trágico. En Bielsa y los pueblos de montaña de la comarca del Sobrarbe la Guerra Civil fue muy cruenta. Durante varios meses una pequeña división del ejército republicano, la 43, quedó atrapada en las escarpadas montañas que rodean Bielsa, sin posibilidad de recibir ayuda a través de la frontera francesa, pues el gobierno francés la había cerrado al abastecimiento militar, ni de huir. Así que tuvo que resistir durante meses las acometidas de las hordas franquistas, que contaban con potente armamento, incluidos aviones que bombardeaban la zona continuamente. Cuando se les acabaron los recursos materiales, los milicianos republicanos optaron por cruzar la frontera, evacuando a toda la población civil. A su espalda, el ejército golpista arrasó todo cuanto encontró a su paso, dejando los pueblos reducidos a escombros y ceniza. Así acabó la Bolsa de Bielsa. Posteriormente, buena parte de la población civil regresó a sus lugares de origen y acometió la penosa tarea de la reconstrucción. La mayor parte de los milicianos se reincorporaron al frente a través de Catalunya.

Tal descubrimiento me dio pie a construir una historia mucho más compleja, en la que la recuperación de la memoria histórica debía ser un elemento central. Introduje nuevos personajes y la angustia de una familia que durante años ha vivido con la incertidumbre de no saber qué pasó con el padre. La búsqueda de este hombre, que escribía un diario, pasó a ser la columna vertebral del relato.

‘El viaje de Pau’ es, pues, no sólo un homenaje a un entorno natural privilegiado, sino también y, sobre todo, a todas esas personas que, tantos años después y a pesar de los innumerables obstáculos que encuentran en su camino (empezando por la incomprensión de las instituciones y de buena parte de la sociedad), no se resignan a aceptar la injusticia. A todas esas personas que luchan por conocer la verdad y por restituir la dignidad de miles de represaliados cuyo único delito fue defender la democracia y la libertad.

‘El viaje de Pau’ es mi humilde aportación a la recuperación de la memoria histórica, una voz más que se suma al grito de tantas personas decentes que no están dispuestas a que la verdad quede enterrada, porque, contrariamente a lo que proclama el discurso oficial, investigar la verdad no significa abrir viejas heridas, sino todo lo contrario. Es el camino para curar por fin tantas heridas que siguen abiertas e ignoradas.

 “Aunque el otoño de la historia cubra vuestras tumbas con el aparente polvo del olvido, jamás renunciaremos ni al más viejo de nuestros sueños”.

Miguel Hernández

22 comentarios sobre “Un grito por la memoria

  1. Tu homenaje a las víctimas de la represión franquista, lejos de cambiar la primera idea sobre «El viaje de Pau», lo enriquece, dotando la novela de un contenido de merecida justicia. La habilidad con la que se cruzan las dos historias, hace que sean complementarias y atrapan al lector. Sí, este es el camino para sanar tantas heridas cerradas en falso, que encierran un dolor demasiado largo ya. Es hora de curarnos y eso, teniendo en cuenta el espaldarazo del gobierno, será tarea de las personas de bien, desde cualquier ámbito de colaboración.

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    1. Es propio de una sociedad enferma el hecho de que no se repare el mal causado a tantísima gente; que 40 años después todavía estemos así. Resulta incomprensible, así que toda voz que reclame justicia y dignidad es poca. Un abrazo!

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  2. Me uno a tu grito por la memoria, aquella que fue amputada junto a la vida de tanta gente. Esto no se cierra: no quieren. Bastaría una declaración solemne del Parlamento, una condena sin paliativos del franquismo, un ‘nunca más’; y una reparación moral y material a las víctimas. Mientras queden los restos de un asesinado en una cuneta, no borraremos la ignominia que infringió una clase pudiente y ociosa cuando saltó cual ave de rapiña sobre los pobres. El arte de contar historias refuerza y dignifica la memoria. Gracias.

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    1. No quieren, tú lo has dicho. No quieren, unos porque son los herederos del régimen, y los otros porque, aunque de boquilla presuman, a la hora de la verdad nunca han puesto los recursos suficientes para desenterrar la verdad y nunca han tenido los arrestos para iniciar una verdadera causa contra el franquismo. En esta cuestión, como en tantas otras, la sociedad civil va varios pasos por delante de las instituciones. Seguiremos contando historias, pues. Un abrazo!

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  3. Amigo, me encantó tu relato como siempre. Pero como soy un atrevido, me uno a tus palabras y en respuesta escribí un cuento corto en homenaje a tu obra y persona en mi blog. Espero que te guste, lo hicé con mucho respeto y cariño. Un fuerte abrazo.

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  4. Ojala la gente joven leyese mas este tipo de articulos, porque parece que en tan poco tiempo hemos o queremos olvidar, esa parte de nuestra historia tan importante, y que hizo que ahora todo este sistema sea como es. No somos conscientes de quienes fueron luchadores de verdad.

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    1. No lo somos porque se empeñan en enterrar la historia, y a las nuevas generaciones no les interesa porque nadie se ha preocupado nunca de explicársela. No a través de los libros de texto, sino mediante el contacto con quienes vivieron la tragedia en sus carnes. El silencio y el olvido son asesinos implacables. Saludos!

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      1. No sé hasta qué punto estaré en lo cierto, Benjamín, también supongo que no todo el mundo es igual, pero yo cuando le pregunto a los mayores para que me cuenten como vivieron ellos esas situaciones, no quieren dar muchos detalles y de alguna manera evitan el tema, por no recordar malos momentos. Y lo que siempre noto es que, siempre intentan contar las historias de la forma mas positiva posible y eso me gusta mucho. Comprendo entonces a estas personas, pero no que en los institutos por ejemplo este tema de historia sea un tema de fechas y políticos en vez de historias reales y valores, que nos enseñen a valorar lo que tenemos ahora. También te digo que yo tengo veintidós años e igual estoy hablando demasiado sin saber, ya que también pertenezco a esta generación a la que no le han explicado «nada».

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        1. Tenemos que tener en cuenta que esas personas lo pasaron muy mal. Fue una época muy dura, en la que presenciaron o vivieron en primera persona auténticas barbaridades. No podía hablar, no podían defender sus ideas, no podían protestar. Así, ese silencio obligado, esa precaución a la que nos lleva el instinto de supervivencia, caló muy hondo en mucha gente, hasta el punto que aun después de la dictadura no se atreven a hablar, no quieren recordar aquellos momentos tan tristes y dolorosos. Pero también hay ejemplos de lo contrario: gente que ha querido hablar, denunciar lo que pasó, que ha luchado y lucha por esclarecer la verdad y, sin embargo, no hay quien les escuche.
          Desde luego, coincido contigo en que la historia es algo mucho más profundo que una larga lista de fechas y nombres. Un abrazo!

          PD: Solucionado tu «problemilla» ortográfico 😉

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  5. Las víctimas de Franco yacen en un sitio más lugubre que una cuneta o una fosa común. Yacen en una España que necesita la impunidad a modo de aviso para navegantes y alude a las heridas abiertas con ánimo de echar sobre ellas sal y vinagre. Franco no ha muerto, sigue vivo y mandando en este país.

    Un personaje para la Historia universal de la infamia de Borges que, como el Cid Campeador, sigue ganado batallas.

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    1. Estamos desandando un camino que nunca hemos llegado a recorrer en su totalidad. Ahora incluso nos quieren hacer creer que Franco fue un héroe. Aún no cuela, pero quién sabe dentro de 20 años, cuando ya no sobreviva ninguna de sus miles de víctimas ni nadie que las recuerde. Saludos.

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  6. En un tiempo en que en España no se podía hablar hubo personas que dieron su vida por unos ideales. Esta novela expresa muy bien lo que ocurrió en aquella época. Te felicito porque lo has sabido reflejar con una gran sensibilidad.

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    1. Mi mayor satisfacción como escritor, más allá de la calidad literaria (o falta de ella) de mi obra, es haber dado a conocer una parte trágica y dolorosa de nuestra historia, aunque sea a través de un relato de ficción, a personas que no eran conscientes de ella. Si con ello además consigo crear conciencia, el éxito ya es total. Me siento muy honrado de que esté leyendo mi novela. Un abrazo!

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  7. Cuando Franco dijo que lo dejaba todo «Atado y bien atado» se refería al MIEDO. Durante años ese miedo vino acompañado de una sociedad que en su mayoría mejoraba económicamente. A la generación de finales de los ’70 y los ’80 los compraron con trienios y mejoras salariales y sociales de toda índole y todos callaban las injusticias. La queja era y sigue aún siendo mal vista. Creo que es algo que ha calado tan profundo y ha sido transmitido de padres a hijos y de abuelos a nietos haciendo tanto hincapié que soy pesimista de que algo cambie, aún con la crisis a todos los niveles que estamos padeciendo. Aquí funciona el peloteo, el servilismo y para desahogarse el fútbol, la telebasura y el botellón. No creo que todo eso cambie. En una sociedad donde se permite que los salarios se regateen y sea legal y nadie haga nada por cambiarlo, que podemos esperar,..

    Un saludo

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    1. El miedo es terrible. Paraliza a las personas y las vuelve egoístas. Pero aún más terrible que el miedo es la desidia, y me temo que en este país hay demasiada desidia. Demasiado miedo a perder lo poco que tenemos y demasiada pereza a movilizarnos para reclamar lo que es justo. Gracias por tu comentario. Saludos!

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  8. Benjamín, tras haber leído tu post, y todos los comentarios, no tengo nada que agregar, estoy plenamente de acuerdo en el sentir contra la barbarie, en no olvidar, en el descubrimiento verdaderamente sobrecogedor de uno de los capítulos mas tristes de la historia y con la gran sensibilidad, respeto y pasión con que abordas el tema.

    Sigo disfrutando de tu obra. Un abrazo!

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