Trabajar de lo que sea

JASP«Yo quiero trabajar de lo que sea». Esta frase que tanto escuchamos en los últimos tiempos es el resumen perfecto de en lo que nos estamos convirtiendo como sociedad; es el mejor ejemplo del rotundo fracaso que significa «la marca España». Estamos retrocediendo a una velocidad vertiginosa el camino de avances sociales que tantos años costó recorrer. Trabajar de lo que sea… El mensaje es terrible, porque lleva implícita la renuncia a valores tan inherentes al ser humano como la dignidad o la autoestima. Dignidad… Autoestima… Muy bonito, pero ¿acaso dan de comer?

Que nadie lo malinterprete: trabajar de lo que sea es algo muy digno, porque no hay nada más digno que mantener a una familia. El problema es que esas palabras cada vez más son pronunciadas por personas que se han pasado buena parte de su vida formándose para dedicarse a aquello que les hacía sentirse realizadas humana y profesionalmente, y que, sin embargo, lo que en realidad sienten, después de tanto tiempo luchando por una meta, es desesperanza, desengaño, desesperación.

Las oleadas migratorias de los años 60 y las más recientes de principios de este siglo fueron protagonizadas por cientos de miles de personas que huían de tierras de origen donde estaban condenadas a una vida de miseria, dispuestas a trabajar de lo que fuera en la tierra de acogida. En la actualidad España es una tierra de miseria que condena a sus habitantes a aspirar, con suerte, a «trabajar de lo que sea» a cambio de un sueldo ridículo (que poco menos que hay que agradecer con besos en los pies) e ínfimas expectativas de mejora. Y con la espada de Damocles siempre a punto para asestar su golpe mortal.

¿A qué aspiramos como sociedad si seis de cada diez jóvenes está en paro? Al fracaso absoluto. Y la solución, desde luego, no es «trabajar de lo que sea». ¿Podría haber un mensaje más negativo, más desalentador, para los estudiantes de hoy, condenados a, en el mejor de los casos, convertirse en la carne de cañón laboral del mañana? ¿Eso es por lo que lucharon las generaciones precedentes? Tantos y tantos hombres y mujeres que vivieron una vida de sacrificio, que arriesgaron sus vidas y muchos de ellos la perdieron para que las generaciones futuras vivieran en una sociedad donde todos tuviéramos (en teoría) las mismas oportunidades de realizarnos como personas, incluyendo, por supuesto, el ámbito laboral.

Pues parece que ese es precisamente el mensaje. Estamos en crisis, todos tenemos que arrimar el hombro y, de paso, bajarnos los pantalones. No es momento de cuentos de hadas donde las personas logran hacer realidad sus sueños a base de esfuerzo y tenacidad. En estos tiempos difíciles lo importante es aceptar todas las medidas de austeridad que nos impongan, sin rechistar, como buenos ciudadanos, porque aunque dolorosas, son medidas necesarias e inevitables. No hay alternativa. Hay que trabajar de lo que sea, durante más horas y por menos salario. Sin ningún tipo de garantía de, por lo menos, estabilidad. Da igual si has estado estudiando durante los 23 primeros años de tu vida o si has trabajado durante 25 años como periodista, abogado o arquitecto. Ahora toca apechugar y si hay que hacer de barrendero o de camarero, pues se hace. Y si no encuentras trabajo, de lo que sea, es que eres un vago que se está aprovechando de la teta de mamá Estado, cobrando una prestación o un subsidio por no hacer nada. Tú y todos los que hacen como tú son la causa de que las cosas estén como estén.

Ese es el mantra con el que nos bombardean el cerebro desde los estamentos oficiales. El otro día la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) proponía limitar las prestaciones por desempleo a quienes busquen trabajo activamente. Lógico, ¿verdad? Claro que sí. Totalmente de acuerdo, salvo porque esa idea lleva implícita una acusación absolutamente intolerable: que los parados se pasan (nos pasamos) el día tumbados a la bartola. Que no queremos trabajar porque es mucho más cómodo cobrar por no hacer nada. Está claro: en este país hay seis millones de parados (bueno, muchos menos en opinión del presidente de la patronal española) que no quieren trabajar porque prefieren vivir del cuento.

Otro mantra que se extiende peligrosamente es que la economía sumergida castiga dolorosamente a las arcas del Estado. Se pone al pintor o al albañil que malvive de una chapucilla aquí y otra allí como ejemplo de mal comportamiento e incluso se le califica de corrupto por no declarar sus ingresos y pagar los impuestos correspondientes. Eso es, al mismo nivel que los defraudadores de grandes vuelos. ¿Pero es que no entra en la cabeza de nuestros gobernantes que esa persona que ingresa, pongamos 800 euros al mes, si tuviera que pagarse el alta de autónomo, el IVA, el IRPF, etc., no le llegaría para dar de comer a su familia? ¿Por qué no se aprueban medidas que incentiven de verdad el afloramiento de esa actividad? No hombre, no, lo que hacemos es subir el IRPF del 15 al 21%. Toma ya.

Pero es que luego están los que tienen que cobrar en negro porque no les queda más remedio. Los que si piden que las cosas se hagan legalmente les dan la patada porque en la puerta hay mil más esperando su turno. En la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) tienen una dilatada experiencia en tan noble práctica. Últimamente no andan muy finos eligiendo a sus dirigentes… Quizás es que resulta difícil encontrar a los que lo hacen todo legal… Eso sí, por pedir «flexibilidad laboral» (bonito eufemismo) que no quede. Imagino que en su lenguaje tal expresión significa recuperar las relaciones laborales que existían en el siglo XIX.

Ahora bien, las prácticas neofeudales de los empresarios, las indecentes ventajas fiscales que tienen las grandes empresas, a las que se les permite prácticamente no pagar impuestos gracias a subterfugios como las sociedades de inversión de capital variable (sicav) (es que si les hacemos pagar más se van a otros países… Claro que sí, muy patriotas, como todos esos que se besan el escudo a la mínima y, sin embargo, se llevan sus ganancias a paraísos fiscales), la evasión de capitales… Eso no es significativo. Lo importante es criminalizar a los parados y a quienes se buscan la vida.

Vamos camino de convertirnos (si es que no lo hemos hecho ya) en un país de mano de obra barata, no cualificada, al servicio de los intereses del explotador de turno. Y aún habrá que dar las gracias. Regresamos a los años 60. Sol y toros. Chitón y al tajo. A ganarse el pan.

15 comentarios sobre “Trabajar de lo que sea

  1. Uff… esta reflexión del neofeudalismo empresarial es muuuy cierta. Y algo que suelo comentar, con ánimos exaltados, con mis excompañeros de trabajo. Me hierve la sangre también… como que el cuerpo pide una acción drástica, cabezas en picas. Lo más triste es que no se atisba un ápice de conciencia no ya social, sino humana, en esta casta que nos «gobierna». Oportunismo político incluso en las empresas.

    Al menos, combatamos esta aparente indefensión con microcambios desde abajo, según lo que podamos hacer cada uno.

    Para mí es un alivio leer posts y comentarios como estos. No estamos tan solos como pensamos o nos sentimos a veces.

    Un abrazo, bravo por la reflexión!

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    1. A veces pienso que sería mejor no enterarse de nada, no leer, no escuchar, no ver. Había quien decía que la ignorancia nos hace felices o algo así, ¿no? Pero eso en realidad sería aplicar lo del «ojos que no ven, corazón que no siente», y, la verdad, no va conmigo. Así que, como tú dices, la alternativa es intentar remover conciencias a pequeña escala: en las conversaciones con amigos, compañeros y familiares, y a través de espacios como éste.

      Tienes toda la razón del mundo: la casta que nos gobierna no tiene conciencia humana. No hay otra explicación racional a lo que hacen. ¿Cómo si no se come que se ponga el déficit cero como prioridad absoluta, modificando la intocable Constitución en un abrir y cerrar de ojos para ello? Son inmorales.

      En unos minutos colgaré un nuevo post a propósito del debate ese que tienen en el Congreso…

      Gracias por tu comentario!

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  2. Totalmente de acuerdo con el artículo. Se están aprovechando de la desesperación cada vez mayor de los ciudadanos. Siempre ha habido ratas que merodean por el barco y roen todo lo que pueden. Eso sí, son las primeras en abandonarlo cuando se hunde.

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  3. Totalmente de acuerdo. Se trata de un genocidio de la clase media y baja para el provecho de cuatro.

    Estamos ‘al sol’ porque queremos… Nuestra dignidad y vocación arrastradas por el fango de su ineptitud.

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  4. Somos las ovejas que se dejan dominar por el perro pastor porque no son conscientes de que si unen sus fuerzas no las podrán detener… Hoy, nuevo hachazo. Los ahorrillos de tantísima gente al carajo por culpa del engaño de los bancos que encima estamos salvando a costa de nuestro «bienestar». Gracias por tu comentario!

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  5. Es una vergüenza. Yo tengo días y días. Ayer fue el día en el que dije «joder! ya está bien, no?» Hoy estoy más positiva, dentro de la negatividad imperante de los últimos tiempos…pero bueno. No hay que desesperar, hay que seguir luchando por lo que queremos 🙂

    Gracias por recomendarme el artículo, no lo había leído aún y me ha encantado, es genial, aunque ojalá no existieran artículos como el tuyo, significaría que estaríamos mil veces mejor.

    Un saludo!!!

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    1. Gracias por leerlo y por comentar. Tienes razón, ojalá no lo hubiera tenido que escribir, aunque si buceas por el blog encontrarás unos cuantos del mismo estilo. La realidad me «obliga» a escribirlos, y aunque intento combinar la crítica y la denuncia social con artículos más distendidos, a menudo me resulta imposible.
      Un abrazo!

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